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Francia 4 – Argentina 3

Armani no fue Goyco

Como en Italia 90, Argentina se había encomendado no solo a su 10 sino a las manos de un portero que apareció como tercera opción. Texto del enviado de SEMANA a la épica batalla entre Francia y la albiceleste en Kazán.

Rodrigo Urrego Bautista, Enviado SEMANA. Kazán, República de Tartaristán. Rusia
30 de junio de 2018

El fútbol se juega con los pies, pero sobre todo con la cabeza. Argentina, uno de los países más futboleros del planeta, parecía no tener ni pies ni cabeza en Rusia, por lo que terminó encomendado a un par de manos para soñar con llegar a la final y poder agarrar con ellas su tercera Copa Mundial.

Toda una renuncia a sus principios, más aún cuando la albiceleste entra a la cancha con el pie izquierdo, pero quizás el mejor del planeta. Como hace 28 años, en Italia 90, cuando a pesar de tener también al mejor pie izquierdo del mundo en ese momento, y venir de ser campeón en México 86, tenía un plantel tan discreto como el que lo representó este año en Rusia.

Aquella vez era Diego Maradona. Ahora Lionel Messi. La Argentina de Italia y la de Rusia dependían de un jugador. Pero el tobillo del primero estaba hinchado de tantas patadas recibidas, y el pie izquierdo del segundo no marcaba la diferencia. Entonces. Ambos equipos se fueron a las manos. Pero en Italia funcionaron. En Rusia no aparecieron.

Sergio Goycochea tenía 26 en 1990 pero parecía desahuciado para el fútbol. Un año antes se había negado a ser trasferido del River Plate al San Lorenzo de Almagro y como castigo le inventaron rumores para acabar con su carrera. Se dijo que tenía SIDA.

Entonces aterrizó en enero de 1989 en Bogotá para empezar de cero. Aceptó la propuesta de Millonarios y disputó la Copa Libertadores en la que el equipo bogotano fue eliminado en cuartos de final por el Atlético Nacional de Medellín, a la postre campeón del torneo. Una fase antes, Goyco había despertado la atención de Carlos Salvador Bilardo, entonces director técnico de Argentina. Millonarios y Bolívar de La Paz habían empatado la serie de octavos, y se fueron a desempate desde el punto penal. El golero argentino tapó tres disparos y consiguió la clasificación para su equipo.

Como Bilardo era un conocedor del fútbol colombiano (había dirigido al Deportivo Cali que sacó subcampeón de la Libertadores en 1978, y a la selección Colombia en las eliminatorias a España 82), estaba enterado de lo que hacía Goycochea con Millonarios, en épocas en las que no había Internet, por lo que decidió llevarlo al Mundial de Italia, pero como número 12, el del arquero suplente.

Y de entrar por la puerta de atrás, a salir por la puerta grande. En el segundo partido Argentina en la Copa del Mundo de 1990, contra Rusia (en ese entonces Unión Soviética), Neri Pumpido, el arquero campeón en México 86, se fracturó la tibia y el peroné. Fue el turno para Goycochea.

A Argentina le había bastado el pie izquierdo de Maradona y un gol de Claudio Caniggia para eliminar a Brasil en octavos de final. En cuartos, contra Yugoslavia, apenas sirvió para firmar un empate sin goles en 120 minutos. Llegó la tanda de penaltis. El Goyco atajó tres y Argentina se puso en la semifinal, donde el arquero suplente repitió la dosis. En la final, sin embargo, no pudo atajar el penal de Andreas Brehme, el que le dio el título a Alemania.

Franco Armani era un desconocido cuando apareció en Colombia como arquero suplente del Nacional de Medellín. Tenía 24 años y poco palmarés, pues en Argentina había sido arquero suplente del Deportivo Merlo, un equipo de la segunda división. En Medellín ascendió a la titularidad, y se convirtió en el cuidapalos con más títulos del equipo paisa, trece en total, incluida la Copa Libertadores del 2016. River Plate lo contrató el pasado mes de enero, y a última hora fue convocado como tercer arquero de la Argentina para la Copa Mundial de Rusia. Entre otras porque hizo fama de arquero "salva partidos, gana partidos", en palabras del periodista argentino Daniel Argucci, de 90 Minutos de Fox Sports. 

Ambas historias tenían muchas coincidencias, entre ellas Colombia. Como con Goyco, los argentinos se encomendaron a las manos de Armani, el número 12, el de los arqueros suplentes, para que le dieran el impulso a Messi. Vio en el banco los dos primeros juegos de la albiceleste, pero el grosero error de Willy Caballero ante Croacia lo catapultó a la titular. Fue el arquero del único partido que ganó la Argentina en la primera ronda, ante Nigeria, el que le dio la clasificación. Contra Francia tenía la oportunidad de ser tan salvador como Goycochea. Quizás por eso, los fanáticos argentinos se sentían seguros de repetir aquella historia.

Pero en la cancha del Arena Kazán las cosas no salieron del mismo modo. A Armani le dispararon cinco veces, una dio en el travesaño (un tiro libre de Griezman), las otras cuatro las tuvo que ir a buscar al fondo de su portería. El tercero de goles, con cierta complicidad. 

Francia y Argentina protagonizaron uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales. El resultado habla por sí solo: 4-3, una batalla épica que favoreció a los galos.

La fanaticada albiceleste protagonizó un espectáculo conmovedor en las tribunas. Cantaron sin parar desde el primer minuto, lo hicieron más fuerte cuando se vieron en desventaja en el marcador, y todo fue una fiesta cuando dieron vuelta parcial al resultado. Pero tres goles de Francia los silenciaron, y solo en el último minuto cuando marcaron el descuento final volvieron a cantar.

Messi, Armani, y una discreta pero pundonorosa Argentina empacaron maletas rumbo a Ezeiza. Mientras tanto, Kilian Mbappé con solo 19 años, se convirtió en el segundo jugador menor de 20 años en marcar en duelos de “mata-mata” en la historia de los Mundiales. Hasta ahora solo lo había conseguido un brasileño con 17 años, hace 60 años, en el de Suecia 1958. Ese chico se llamaba Pelé.

Argentina no tuvo en Rusia ni pies ni cabeza. En los octavos de final puso mucho corazón pero no fue suficiente. Como en Italia 90 había apostado por unas manos pero esta vez no fueron su salvación.