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Y U G O S L A V I A

Adiós al dictador

El presidente Slobodan Milosevic vio desmoronarse su poder de 13 años en menos que de lo canta un gallo.

6 de noviembre de 2000

Dicen que en política una semana es una eternidad, pero nada se le compara a la velocidad con la que se desmoronó el poder de Slobodan Milosevic en Yugoslavia. El 24 de septiembre las elecciones anticipadas produjeron un resultado inesperado cuando uno de los candidatos de oposición, Vojislav Kostunica, reclamó para sí el 54 por ciento de los votos mientras los resultados oficiales daban un estrecho triunfo de Milosevic. En el curso de la semana siguiente el gobierno no pudo sostener esa mentira y debió aceptar que Kostunica había tenido más votos, pero no los suficientes para ganar sin ir a una segunda vuelta, prevista para el domingo 8 de octubre. Y a mediados de la semana pasada una nueva maniobra de Milosevic hizo pensar que se iba a mantener en el poder cuando la Corte Constitucional, controlada por él, decidió anular ‘en parte’ los comicios presidenciales y ordenar que se repitieran, sin indicar la fecha.

Esa, como dijo Gordana Igric, del Institute for War and Peace Reporting, “fue la gota que llenó la copa de los serbios”. Milosevic había soportado la presión popular en 1996, 1997 y 1999, pero nunca con las dimensiones de la semana pasada. La oposición de Kostunica rechazó el fallo judicial y planteó un plazo de dos días, hasta el jueves, para que Milosevic entregara el poder. Y como éste no reaccionó el país salió a la calle.

Pronto se supo que el entorno de Milosevic se derrumbaba. La reacción de las fuerzas de seguridad, a pesar de que usaron gases lacrimógenos, se fue diluyendo. Los convoyes de buses y automóviles que se dirigían a Belgrado no fueron detenidos y la multitud, luego de un intento, tomó la sede del Parlamento y la incendió. Pronto los canales oficiales de televisión cayeron en manos de la oposición y la agencia Tanjug, el último bastión de Milosevic en los medios, anunció que estaba con el pueblo y comenzó a referirse a Kostunica como “presidente electo”.

Sin que se supiera el paradero de Milosevic y su esposa, Mirjana, el mundo consideró un hecho su caída. Y al cierre de esta edición no se esperaba un desenlace tipo Ceausescu. Kostunica ha asegurado que se regirá por la Constitución y que no entregará a Milosevic a sus enemigos de la Otan. Son señales de que se trata de un líder civilista pero de un nacionalismo moderado, y ello implica que le buscará una salida legal, así Milosevic esté acusado de crímenes de guerra.

Lo que sí se consideraba una realidad es que los sucesos de Serbia podrían tener influencia en las próximas elecciones de varios países de la Yugoslavia que Milosevic se encargó de disolver con y su agresividad ultranacionalista a lo largo de los años 90. La esperanza es que, terminada la larga noche de Milosevic, los pueblos de los Balcanes recuerden la época en que eran modelo de tolerancia para el mundo entero.