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ADIOS A HAMMER

Muere el magnate petrolero Armand Hammer, el último oxy-dental amigo de Lenin.

14 de enero de 1991

A los 21 años de edad ya había ganado su primer millón de dólares, cuando el promedio de ingreso per cápita en Estados Unidos era de menos de 625 dólares anuales. Semejante hazaña era el presagio de lo que le esperaba en la vida. Porque el doctor Armand Hammer, fallecido la semana pasada en su casa de Los Angeles a la edad de 92 años, tendría una existencia diferente a la de los demás mortales. Su vida podría compendiar las peripecias, glorias y miserias del siglo XX.

Armand Hammer nació en Nueva York el 21 de mayo de 1898, hijo de Julius Hammer -uno de los fundadores del partido comunista norteamericano y Rose Robinson. En su autobiografía Hammer afirma que le llamaron Armand por el protagonista de La dama de las Camelias, la novela de Alejandro Dumas. Pero hay quienes dicen que lo que verdaderamente motivó su nombre fue la pasión política de su padre. En efecto su partido, "Laboral de los trabajadores", tenía como emblema un brazo (arm) y un martillo (and hammer). Sea como fuere, su relación con la URSS fue más intensa que la de cualquier hombre de negocios norteamericano, tanto, que algunos de sus numerosos detractores le acusaron de simpatizar con el sistema comunista, y de ser un oportunista capaz de sacar partido de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero Hammer gus taba presentarse como un defensor de la paz mundial, un promotor de los lazos entre el comunismo y el capitalismo.

Y lo cierto es que fue ambas cosas y otras más. Todavía estudiaba medicina en Columbia University cuando su padre, médico como él, le pidió que se hiciera cargo de sus negocios farmacéuticos. Su éxito fue inmediato, pues se hizo millonario en menos de un año.

Al graduarse en 1921, todo indicaba que se dedicaría a la práctica médica. Pero las noticias de Rusia eran alarmantes. El país se debatía en una epidemia de tifo. El joven viajó allí con intenciones de servir como médico, pero se encontró que el problema no era el tifo, sino el hambre. Fue entonces, según escribe en sus memorias cuando concibió la idea de canjear productos soviéticos -como pieles y otros- por granos de Estados Unidos.

No pasó mucho tiempo antes de que llamara la atención del propio Lenin. El dirigente bolchevique era consciente de la necesidad de inversión extranjera y le dio a Hammer una concesión para explotar minas de asbesto en los Urales. La concesión le abrió las puertas de los grandes negocios con la URSS. Pronto, se había convertido en representante de más de 36 empresas norteamericanas.

Su inquietud constante le llevó a solicitar una concesión para producir lápices. Y con la ayuda de tecnología alemana, en el primer año produjo 2.5 millones de dólares en mercancías. Para 1930, la fábrica empleaba 1.000 trabajadores y producía más de 500 mil lápices diarios.

Pero la muerte de Lenin dio paso al poder a Stalin, lo que cambió la situación "Ese Stalin no era un hombre con quien se pudiera hacer negocios", escribió. Por esa razón, resolvió regresar a Estados Unidos. Le acompañaba su primera esposa (se casó tres veces) Olga von Root, hija de un oficial zarista.

El destino de Hammer estaba inseparablemente ligado a las grandes fortunas. En los decenios posteriores, su fortuna adquirió dimensiones gigantescas, mediante la explotación de todo tipo de negocios. Sus ocho años en la URSS le permitieron adquirir una inmensa colección de arte ruso. Cuando terminó la época de la prohibición antialcohólica en Estados Unidos, adquirió por 100 mil dólares una destilería al borde de la quiebra, y la convirtió en una fábrica de hacer dinero. Para 1955, cuando la vendió por ocho millones, sus intenciones eran retirarse a California.

Pero la inactividad no estaba hecha para él. Comenzó entonces a invertir en la Occidental Petroleum, una pequeña compañía que luchaba por sobrevivir. Aunque nunca fue accionista mayoritario, logró el control de la empresa, y la manejó con mano de hierro hasta el día de su muerte. En 1967, los activos pasaban de 1.000 millones de dólares.

En 1973, sus negocios en Libia se convirtieron en un dolor de cabeza. El gobierno de Muammar Gadaffi impuso nuevas condiciones, que llevaron la adquisición por parte del estado libio del 51 por ciento de la explotación del país, por un precio de 135 millones de dólares. Occidental aceptó también elevar los precios y pagar mayores impuestos.

Aunque esa operación no parecía demasiado significativa, hoy se dice que en realidad modificó en alto grado la economía mundial.
Era la primera vez que un gobierno tercermundista productor de petróleo, establecía las reglas del juego, y a partir de entonces la influencia de la Opep se incrementó considerablemente. A pesar de todo, Occidental siguió prosperando, y expandió sus actividades al mar del Norte, Perú, y en 1983, a Colombia, cuando visitó al país

Sus contactos con la URSS se mantuvieron durante más de 60 años, con el interregno del gobierno de Stalin. La familiaridad con que el médico trataba a la cúpula del Kremlin, hablaba fluidamente el ruso le convirtió en un intermediario ideal entre Moscú y Washington. Sus actividades en ese campo no sólo incluyeron el acercamiento entre Nikita Khruschev y John Kennedy, sino que se convirtieron en el puente con Leonid Brezhnev. Se dice que fue Hammer quien puso en contacto al nuevo secretario general Gorbachov con Ronald Reagan. Algo que, sin embargo, también es objeto de controversia por quienes dicen que Hammer era en realidad "un entusiasta amateur de la política internacional".

Al cruzar la barrera de los 90 años, Hammer seguía siendo director de múltiples empresas, y viajando alrededor del mundo. Admirado por muchos y vilipendiado por otros, su vida transcurrió en un torbellino constante, en el que la filantropía jugó un importante papel. Su Fundación Armand Hammer entrega anualmente más de 50 millones de dólares a causas humanitarias alrededor del mundo.