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ADIOS A LAS CHARLAS

E.U. y los contras se reparten las culpas por el fracaso de las negociaciones en Nicaragua.

18 de julio de 1988

Para los más optimistas, el desenlace es cuestión de semanas. Al cabo de siete años de guerra los contrarrevolucionarios nicaraguenses están a punto de caer derrotados en el campo de batalla menos pensado: la mesa de conferencias.
Esa conclusión, por lo menos, es la que se desprende después de los eventos de la semana pasada, cuando los contras dejaron en claro que como negociadores son aun más malos que como combatientes. Después de haber roto las conversaciones con los dirigentes sandinistas en Managua el jueves 9 de junio, los principales jefes insurgentes se pasearon por Washington para ver si todavía tienen alguna oportunidad de que el Congreso norteamericano les otorgue algún dinero, pero todo indica que van a seguir con las manos vacías. "No lo van a conseguir", dijo lacónicamente el portavoz de la Cámara de Representantes, el demócrata Jim Wright.
La explicación es muy sencilla. Para ponerlo en términos de moda, los contras están out en la capital norteamericana.
En esta ocasión las cosas están todavía más duras que de costumbre. Muchos congresistas creen que la intransigencia de los contras condujo al fracaso de las negociaciones de paz en Managua, cuando ya se había logrado que los sandinistas aceptaran conceder posiciones importantes.
Según los asistentes a la cita en la capital nicaraguense, los contras cambiaron radicalmente sus exigencias después de haber aceptado en principio un tratado de paz. Cuando ya prácticamente faltaba sólo la firma de los textos, la gente de Resistencia Nicaraguense expuso una nueva propuesta consistente en el cumplimiento en cinco días de una amnistia general, la apertura de canales privados de televisión, la suspensión del reclutamiento militar y el abastecimiento inmediato de las fuerzas rebeldes. Adicionalmente, se pedía la autorización de apertura de oficinas de RN en el plazo de 10 días, la aplicación de medidas que garanticen la separación del ejército de la vida política en 30 días, la reforma de la ley de partidos políticos en 40 días junto con una nueva ley electoral, la renuncia de todos los magistrados de la Corte Suprema en 50 días y la devolución de propiedades confiscadas a los miembros de RN en el mismo plazo. El cambio fue tan grande que el dirigente socialdemócrata de Alemania Occidental, Hans Joergen Wischewski, quien está asesorando a Managua, señaló que "jamás he conocido gente menos sería" que los contras.
Esa observación no le impidió a Washington culpar a los sandinistas de la ruptura de las conversaciones. "La ayuda militar continúa siendo una posibilidad", dijo escuetamente el Departamento de Estado.
Claro que según algunos observadores, la culpa directa de todo recae precisamente en la administración norteamericana. La semana pasada en Washington se afirmaba que los negociadores de RN en Managua cedieron a las presiones de Elliot Abrams, líder de los "halcones" en el gobierno, quien piensa que los Estados Unidos deben rearmar a los rebeldes para que sobrevivan y mantengan su presión sobre los sandinistas.
Esa posición, no obstante, choca con la del Consejero de Seguridad Nacional, Colin Powell, y la que tenía el jefe de staff de la Casa Blanca, Howard Baker, quien renunció a su puesto la semana pasada. Según éstos, es inútil que Reagan trate de dar otra batalla por los contras en el Congreso y se exponga a un desgaste político inútil.
Más aún, existe la creencia de que la estrella de Abrams se está apagando. Después del "oso" del caso Noriega orquestado por el funcionario norteamericano, el prestigio de Elliot Abrams ya no es lo que era antes y muchos congresistas lo detestan.
Por su parte, los sandinistas han seguido desempeñando hábilmente su parte del libreto. A pesar del rompimiento con los negociadores de RN, Daniel Ortega mantuvo que el cese al fuego unilateral continúa "por lo menos hasta el primero de julio". Esa actitud amistosa disminuye todavía más las posibilidades de que Washington le otorgue más dinero a los rebeldes. Adicionalmente la tregua ha resultado fructífera. Con la excepción de escaramuzas ocasionales, los periodistas que han estado en las zonas de guerra reportan una calma casi absoluta
En cualquier caso, son pocos los que dudan que el fin de los "combatientes por la libertad" es cuestión de tiempo. Eso no quiere decir que la lucha se vaya a acabar. Los conocedores pronostican que algunos "excontras" se volverán simples bandoleros debido a su imposibilidad de dejar las armas.
Aunque siempre queda la posibilidad de una resurrección, esta se ve cada vez más difícil. Si la lógica se impone, la historia de los contras acabará sumándose pronto a la larga cadena de metidas de pata de la Casa Blanca en Latinoamérica.