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Y AHORA QUE, CORAZON...

Marcos se autoproclama ganador de las elecciones, en lo que puede ser el principio de una guerra civil en Filipinas

17 de marzo de 1986

"Los norteamericanos están una vez más, en vías de abrirle el camino a la revolución", comentaba la semana pasada en Manila un diplomático occidental, refiriéndose a la situación en ese país. Ni temeraria ni exagerada, la afirmación tiene mucho sentido, en vista de los errores que la administración de Ronald Reagan viene cometiendo desde el día que se enteró de que su viejo aliado, Ferdinando Marcos, había perdido las elecciones del 7 de febrero. En efecto, después de haber manifestado su inquietud por "los informes sobrefraudes y violencias" cometidos por el gobierno filipino durante el conteo de los votos, según versión de los senadores Richard Lugar y John Murtha, quienes desempeñaron allí el papel de observadores, la Casa Blanca dio un giro de 180 grados y empezó a buscar la manera de restarle importancia al fraude, dándole de hecho un espaldarazo al dictador. Primero fue la desafortunada frase de Donald Regan secretario general de la Casa Blanca, quien afirmó lo siguiente: "Hay muchos gobiernos en el mundo elegidos mediante el fraude y nosotros tratamos con ellos". Después fue el mismo Presidente quien empeoró las cosas al decir que sin duda tales fraudes venían "de los dos bandos", y que al fin y al cabo "en las mismas elecciones de nuestro país se cometen fraudes como ese".
La súbita indulgencia de Washington hacia el grosero chocorazo de Marcos suscitó tanto una manifestación hostil frente a la embajada norteamericana en Manila, como crítica por parte de algunos miembros del equipo oficial de observadores.
Sin embargo, éstas no serían las reacciones más serias. En Manila Corazón y Salvador Laurel, líderes de la oposición, quienes dicen haber vencido a Marcos por un margen de 25% de votos, no salían de su asombro al ver las evoluciones en la capital norteamericana. La primera sorpresa para ellos había sido oír cómo un portavoz de la Casa Blanca les sugería prestarse a una negociación con el Presidente filipino para erigir un gobierno conjunto como consecuencia de los "confusos" resultados del escrutinio. "Es una política ilusoria --declaró la señora Aquino al rechazar toda propuesta que implique negociar con el hombre que ella acusa de haber ordenado el asesinato de su esposo-- creer que una oposición, cuyos dirigentes y militantes han sido asesinados y continúan siéndolo, podría acostumbrarse repentinamente al papel tradicional de la oposición dentro de un sistema bipartidista normal".
Sin poder ocultar su decepción y cólera, Cory Aquino llegó incluso a acusar al presidente Reagan de "complotar con Marcos", al declarar lo siguiente: "Yo me pregunto cuáles podrían ser los motivos que impulsarían a un amigo de la democracia para querer conspirar con Marcos y privar al pueblo filipino de su liberación. Yo pienso que no sólo los filipinos sino una vasta mayoría de los norteamericanos y de su Congreso condenarían tal acción".
Con fina ironía, la popular líder filipina, que resultó con mayor temple político de lo esperado, se refirió también a la visita que pronto hará a Filipinas el enviado especial de la Casa Blanca, Philip Habib: "El señor Habib es bienvenido a Filipinas. Yo sólo deseo confesar mi preocupación por el hecho de que la última misión que le fue encargada era intentar una negociación que pusiera fin a la guerra civil del Líbano. Yo espero que ni el señor Reagan ni el señor Marcos tengan previsto para nuestro país una suerte similar". El mismo miércoles, un diputado de oposición precisó aún más lo que la señora Aquino y su gente están pensando del Mandatario norteamericano: "Reagan no comprende nada de lo que aquí está pasando y no comprende nada de lo que va a pasar".
Y la verdad es que lo que va a pasar no es difícil de prever. La marea popular, interesada en deshacerse por la vía electoral del odiado dictador filipino, no demuestra querer ceder, a pesar del hilo de sangre que recorrió toda la campaña electoral y que sigue caracterizando a estos días de lento recuento de votos. Se habla de 107 personas asesinadas por pistoleros, de las cuales 60 habrían sido abatidas desde el mismo 7 de febrero.
El último en caer, el lunes 10 de febrero, fue Evelio Javier, ex gobernador de la provincia de Antigua y dirigente importante de la campaña de Aquino. Esa ola de violencia de todas maneras no es rara en el país.
Ferdinando Marcos jamás ha dejado de recurrir a los peores medios, como la eliminación física de sus adversarios y de un sector de la opinión pública filipina, para mantenerse en el poder. Por otra parte, el engaño ha sido la otra constante de cuanto evento "electoral" ha organizado en sus 20 años de gobierno. Eso explica los brillantes resultados que siempre cosechó: el 90% en el plebiscito de 1973, que le permitió permanecer en su cargo después de la expiración del mandato. Otro tanto en 1977: el 75%, con el fin de aprobar unas modificaciones electorales para abril de 1981. Y un 80% en las elecciones municipales de 1980, etc.
El problema actual del dictador es que no pudo esta vez organizar impunemente el fraude. La oposición moderada, sectores católicos, universitarios e independientes constituyeron un organismo, el Namfrel, para vigilar las elecciones y el recuento de votos. Lograron poner en funcionamiento una red de computadoras tan sofisticadas como las de la misma Comisión Electoral del régimen, en combinación con unos 500 mil voluntarios. Los resultados del Namfrel, basados en el 66% de las mesas, le dieron a la señora Aquino 7.158.679 votos contra 6.532.362 de Marcos, lo que indica una diferencia superior al medio millón de sufragios. Y la misma comisión oficial atribuyó inicialmente a Marcos sólo una ventaja muy reducida: 1.090.192 votos para el Presidente contra 1.064.488 de la oposición (antes de que varios funcionarios del organismo oficial se retiraran en protesta por la manipulación de las cifras en favor de Marcos), lo que equivale casi a reconocer el fracaso del Mandatario. Después del incidente, y ante los gestos y proclamaciones de la Aquino como triunfadora, las cifras de la Comisión Electoral aumentaron la ventaja en favor del número uno filipino.
Los partidarios de éste esperan que la operación de dilación en el recuento de votos los favorezca. Creen que pasada la efervescencia de los primeros momentos, el pujante sector que respalda a Cory Aquino entrará en reflujo. Sin embargo, la oposición no parece estar dispuesta a replegarse ni a aceptar compromisos que pongan en peligro el triunfo electoral. Lo primero que hizo Cory al día siguiente de los resultados, fue convocar a sus electores a dos misas, las cuales resultaron multitudinarias. Una de ellas contó con la presencia del cardenal Jaime Sin, máxima autoridad de la mayoritaria Iglesia Católica filipina.
Esta táctica de mantener en alerta a sus bases se mantuvo después de que se conociera el viraje que el gobierno norteamericano estaba dando. El jueves 13 de febrero, la señora Aquino anunció que realizaría una descomunal manifestacion el domingo siguiente en la cual revelaría un programa de "desobediencia civil" para luchar contra las amenazas de Marcos de declarar anuladas las elecciones e imponer el estado de sitio.

Para Washington la dinámica que están tomando las cosas no es buena, no sólo por la radicalización que impulsaría en Filipinas un nuevo golpe de mano de Marcos, sino por los efectos que en la opinión públicanorteamericana tal salida tendría. Ya desde antes de los comicios, una parte de esta ciudadanía --reflejada en el espíritu de los observadores del Congreso-- se inclinaba por un cambio en términos liberales, como único medio de impedir el estallido de una insurrección revolucionaria. El otro bando, comenzando por el presidente Reagan por lo que se ve hasta ahora, piensa que lo mejor es respaldar el régimen actual. Sin embargo, el desafío lanzado por la oposición, que el jueves obtuvo por fin el respaldo neto de la Iglesia Católica al ser proclamada la señora Aquino presidente electo del país por un alto prelado en una misa popular, y del otro lado, el fraude masivo y probado a que recurrió Marcos, impiden que un arreglo tranquilo pueda ser gestionado por el señor Habib, cuyos fracasos en el Medio Oriente son ya proverbiales.
Nada convendría más a las guerrillas maoístas del Nuevo Ejército del Pueblo (NPA) que el gobierno norteamericano traicionando las aspiraciones de una buena parte del electorado filipino y sosteniendo un régimen claramente impopular. De ahí que no sorprendería que la línea expresada por Reagan, y los voceros de la Casa Blanca llegue a ser modificada de alguna manera en los próximos días.
¿Cuáles son los temas que desarrollará Habib en su entrevista con Marcos? Fuera de la idea de llegar a un compromiso con la oposición Aquino-Laurel que preserve el statu quo, el enviado especial tratará de convencer a su interlocutor de iniciar una reforma del Ejército, tema que detesta Marcos, pues entiende que éste, con su alta oficialidad actual, es su mayor sostén político.
Una cosa sí está clara: hasta la fecha, la ayuda militar norteamericana no será disminuida ni en un dólar, pues ésta no depende de la situación política del país, sino de los intereses estratégicos de Estados Unidos (sus dos grandes bases militares) en la región.
Pero si éstas son las cartas que el Mandatario filipino piensa jugar, no es menos cierto que el equipo de Aquino está dispuesto a defender lo que considera su derecho a gobernar el país.
Varias consultas tendrían que ser hechas por Cory Aquino antes de decidir cuál será su actitud final. La primera será ante el enviado norteamericano. La segunda, será ante la Conferencia Episcopal y el cardenal Sin, para saber si ellos están dispuestos a apoyar la campaña de desobediencia civil. La tercera tendrá como interlocutor a los sectores del Ejército que simpatizan con ella y que podrían adoptar una postura de neutralidad ante la pugna por el poder.
En este último terreno la señora Aquino se mueve con habilidad. Sabe cuáles son las palabras claves en el momento clave. Dirigiéndose a "nuestros hermanos del Ejército y de la Policía", en la tarde del martes 11 de febrero, les decía esto: "La nación y yo misma sabemos que ustedes conocen la verdad. Será vuestra palabra pronunciada ahora y no más tarde la que hará que nuestro país viva en paz o que nuestro pueblo sea desgarrada por la guerra...". Por lo que se ve, el escenario filipino pronto se sacudirá de nuevo.