AIRES DE GRAN REVUELTA
Los incidentes anti apartheid, antes esporádicos, ahora se multiplican.
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Cuatro mil negros avanzan lentamente por una calle del pueblito segregado de Uitenhage, Sudáfrica, tras un servicio funerario en honor de 13 personas negras que habían sido ultimadas durante los desórdenes de los nueve días anteriores. De repente, un pelotón de la policía bloquea la vía. Antes de que la multitud se disperse, un disparo al aire es hecho por el jefe de los gendarmes. A manera de respuesta, los jóvenes negros arrojan piedras e insultos sólo para recibir una granizada de balazos de los uniformados. Segundos después en la calle quedan los cuerpos de 39 negros, los gritos de los heridos y un pesado olor a pólvora. Cuando las ambulancias entran en acción, 19 de esos cuerpos son ya cadáveres. El 21 de marzo de 1960 una manifestación pacífica en Sharpeville, que protestaba contra el porte obligatorio del "pase", un libro en el que se anota toda la información concerniente a la vida cotidiana de los negros, terminaba asímismo en masacre. El saldo en esa ocasión, según fuentes oficiales, fue de 69 muertos. Veinticinco años después, la manifestación de Uitenhage era sellada con un baño de sangre.
Según el ministro de Justicia sudafricano, Louis Le Grange, el "lamentable incidente" del jueves pasado, fue producido por los manifestantes, quienes arrojaron a la policía "piedras y cocteles molotov". Pero una investigación adelantada por el opositor Partido Federal Progresista (PFP) reveló que la versión del Ministro era falsa. "Se trataba de una marcha política", dijo Helen Zuzman, parlamentaria por el PFP. "No hubo evidencia de bombas de petróleo". "La policía debe estar lejos de los negros cuando ellos están enterrando a sus muertos. La presencia de policías en ocasiones como esa siempre es una provocación", concluyó.
El escándalo, la coincidencia de fechas, la evidencia incuestionable de esa represión brutal contra la población negra, que constituye los dos tercios de la población del país, -métodos que no han cedido un milímetro pese a las promesas de reforma expresadas por Botha- inicia de nuevo el flujo de protestas de los países europeos. Esta vez también los Estados Unidos se manifestaron en contra del sistema de apartheid de segregación racial y exigieron cambios. Sin embargo, el gobierno de Botha parece estar llegando finalmente a la conclusión que esas frases de rechazo no son cosas para tomar en serio. El jefe de Estado ha dicho que los problemas que se propagan ahora por todo el país, son el resultado de un "complot comunista", y ha advertido: "Voy a mantener el orden en este país y nadie en el mundo va a impedírmelo". Pero los hechos recientes son señal de la debilidad de Botha en el seno del poder sudafricano. La reforma emprendida por él, que ha permitido desde el año pasado el ejercicio del poder a mestizos e hindúes (aunque estas minorías no disponen todavía más que de un papel de consulta), estaría siendo frenada por la acción de sectores de derecha y por la policía. Para algunos analistas lo sucedido no es más que una triste demostración de que la famosa reforma de Botha no ha sido nunca más que tinta sobre papel. El periódico inglés The Guardian señalaba: "En menos de siete meses, desde que la nueva constitución comenzó a operar, excluyendo a la mayoría negra pero dando a otros grupos no blancos un papel subordinado en el poder, 200 africanos han sido asesinados por la policía en disturbios demasiado numerosos para ser contados".
Lo cierto es que el dominio blanco en Sudáfrica sigue siendo mantenido por la fuerza. La población no blanca es la más golpeada por la crisis económica, y los 23 millones de negros y gente "de color" se encuentran enfrentados a graves problemas de supervivencia. La mortalidad infantil entre los negros es seis veces mayor que entre blancos. La expectativa de vida es 15 años menor. Hay 300 médicos negros o sea uno por cada 90.000 habitantes (la relación es de 390 entre los blancos). Enfermedades prácticamente erradicadas en las ciudades blancas son todavía normales entre los negros: fiebre tifoidea, malaria, cólera, tuberculosis. No en vano el epicentro de los actuales disturbios se encuentra en el sector de Port Elizabeth, donde se concentra la industria automovilística, una de las más golpeadas por la crisis. Hace poco una huelga general paralizó el sector durante tres días. El mes pasado, una manifestación en la ciudad de Crossroad en la misma provincia, terminaba con la muerte de 18 personas. El año pasado, según Le Monde, "ciento sesenta y tres mil personas fueron arrestadas por infracción a las leyes que reglamentan la libertad de ir y venir, o sea un promedio de 450 personas por día, o una cada tres minutos ".
En este momento algunas ciudades negras se mantienen cerradas a la prensa. Todas las entradas son controladas por la policía y hay helicopteros sobrevolando constantemente las áreas en "estado de sitio". Varios rumores insisten en que el número de víctimas ha sido mucho más elevado que el admitido por el gobierno. Solamente en lo que respecta a la manifestación del jueves, mientras el gobierno reconoce 19 muertos, el PFP asegura que las víctimas ascienden a 53 por lo menos, ó a 70, según los datos del Frente Democrático. Después de ese jueves, treinta personas más han muerto y se han reportado 24 desaparecidos. De hecho, pese a las dificultades de recoger información en el exterior, la impresión general es que "los vientos de revuelta han llegado a las zonas más alejadas". No obstante, las autoridades se muestran seguras y a la espera de que termine siendo un "huracán de paso". Un comunicado de la policía en Pretoria afirmaba en días pasados: "No hay ninguna razón para inquietarse por el momento. La policía vigila la situación de cerca (...) y ha tomado las riendas de la situación en las ciudades". Temporalmente, es probable. Pero para todo el mundo se hace evidente que el nivel de aguante de la población negra esta llegando a su límite.