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AL FONDO Y A LA DERECHA

Con sus declaraciones sobre el holocausto judío, el líder nacionalista francés Jean Marie Le Pen pierde puntos

19 de octubre de 1987

En política, hay errores y hay metidas de pata, y Jean-Marie Le Pen, el abanderado de la ultra derecha francesa, está aprendiendo esa lección en carne propia. Error es ponerse a hablar de historia sin saber y metida de pata es decir que la eliminación masiva de judíos en las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial "es un punto de detalle en (esa) historia".
Sin embargo, esa fue la perla que el diputado y candidato a la presidencia por el Frente Nacional -el partido de la derecha en el país galo- soltó la semana pasada en un programa de radio. Haciéndole eco a algunos historiadores llamados "revisionistas" que afirman que la guerra no sucedió como se ha contado, Le Pen volvió a poner sobre el tapete la hipótesis de que "no hay pruebas" de que los sacrificios en masa, que tuvieron lugar en los campos de concentración instaurados por los nazis, se hicieran en las cámaras de gas. En cambio, el polémico dirigente le hizo eco tácitamente a aquellos que insisten que este sistema de eliminación en masa fue un montaje publicitario de los aliados para desprestigiar a los nazis.
Como es de suponer, semejantes declaraciones produjeron hondas repercusiones a lo largo y ancho de un continente europeo, que no ha olvidado la guerra que terminó hace 42 años. Desde un minuto de silencio en el Parlamento europeo en honor a las víctimas del racismo, hasta peticiones en Inglaterra para que le prohíba la entrada al país a Le Pen, fueron algunas de las reacciones que produjeron las opiniones del político.
Pero esas expresiones de repudio palidecieron ante la tempestad que se armó en Francia, un país donde el ambiente ya ha comenzado a calentarse debido a la celebración de elecciones presidenciales durante el primer semestre del próximo año. El hecho de que el partido de Le Pen obtuvo el 10% de la votación en los comicios legislativos de marzo de 1986 lo ha colocado en ciertos casos, y a pesar de ser minoritario, en el papel de fiel de la balanza cuando se enfrentan la izquierda y la derecha. Tal es la situación en algunas regiones de Francia donde el RPR, el partido gaullista del Primer Ministro Jacques Chirac, ha tenido que hacer coalición con el Frente Nacional para imponerse sobre el Partido Socialista, la colectividad más importante y a la cual pertenece el presidente de la República, Francois Miterrand.
Sin embargo, la alianza del RPR con Le Pen puede acabar resultando costosa. Tal como están las cosas, la carrera hacia la presidencia de la República está muy competida y cualquier error -como una mala amistad- puede resultar caro. Eso es lo que debe estar pensando Chirac, quien ya ha anunciado su intención de ocupar el Palacio del Elíseo. A pesar de ocupar la jefatura del gobierno, la alcaldía de París y ser Primer Ministro (ejerce ambos puestos) está lejos de tener el triunfo asegurado.
Por una parte, Chirac debe convertirse en el candidato más fuerte de los partidos de centro derecha. Tal como es el sistema francés, todos los aspirantes presidenciales se presentan a una primera vuelta y los dos con mayor votación -tradicionalmente uno salido de la izquierda y otro de la derecha- se enfrentan por segunda vez una semana más tarde. Por lo tanto, para sobrevivir hasta el segundo round, el actual Primer Ministro debe imponerse a sus contendores y ocupar, por lo menos, uno de los dos primeros lugares en la votación inicial. Según pintan las cosas, la pelea va a estar dura, por lo menos para Chirac. A pesar de su experiencia en el terreno político y de tener a su favor el protagonismo que da el ser jefe del gobierno, el dirigente del RPR levanta muchas ampollas. Golpes publicitarios como el de ser "hincha" de la cantante Madonna o aparecer en el Tour de Francia no le han bastado para superar en las encuestas a Raymond Barré, el catedrático que ocupara el primer ministerio de la nación entre 1976 y 1981. Aunque es un personaje sensiblemente más aburrido, la imagen de Barré es lo suficientemente moderada como para ganarle adeptos entre los votantes de centro.
Pero aun si Chirac logra sortear ese primer escollo, queda todavía el de ganarle al candidato de la izquierda. Por ahora todo depende del presidente de la República. En efecto, el jefe del Estado francés no ha decidido si se presentara para otro período de 7 años a la edad de 71 años cumplidos.
Si lo hace, Miterrand representará al Partido Socialista, el movimiento más importante de la izquierda. Si no lo hace, hay gente dispuesta a ocupar ese puesto y por lo menos un par de dirigentes del PS han anunciado desde ya su "precandidatura". Claro que todo se despejará cuando Mitterrand dé su respuesta definitiva la cual, todo parece indicarlo, se va a demorar. El jueves pasado en un programa de televisión transmitido por TFI, el jefe de Estado francés dejó en claro que todavía faltan muchos meses para anunciar su decisión.
En el intermedio, los demás aspirantes confían en consolidar su imagen ante los electores. Es por esa razón que unas declaraciones como las de Le Pen pueden variar sustancialmente el perfil de los comicios. Aparte de asegurar que sus posibilidades presidenciales son nulas, la flojedad de lengua del jefe del Frente Nacional puede ocasionar que su electorado se le aleje en favor de otros partidos de derecha. Esa circunstancia, unida al hecho de que la semana pasada socialistas y gaullistas empezaron ya a sacarse los trapos al sol sobre diversos aspectos de sus respectivas gestiones, indica que las hostilidades empiezan y que la competencia presidencial va a ser apasionada y ardiente, tal como le gusta a los franceses.