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AL GATO Y AL RATON

A tiempo que comienza el embargo total contra Haití, crece en la isla la idea de que nada hará cambiar a los militares.

20 de junio de 1994

EL VIERNES DE LA SEMANA pasada entró en vigor el bloqueo total impuesto por la Organización de Naciones Unidas al gobierno de Haití, con el objetivo de forzar a los militares del país más pobre de América a que restauren en el poder al presidente constitucional Jean Bertrand Aristide.
Pero los últimos acontecimientos revelan que los enemigos de Aristide están convencidos de que la política hacia ellos del principal animador del asunto, Estados Unidos, carece de consistencia. Eso tiene el grave potencial de que el país del norte, perdida la credibilidad de su diplomacia, resuelva acudir a la única carta que parece quedarle: la intervención armada.
Los haitianos han jugado al gato y al ratón con el presidente Bill Clinton y su nuevo encargado de los asuntos haitianos, el congresista negro William H. Gray .
El último desafío fue la designación de un juez de la Corte Suprema de Justicia, Emile Jonassaint, para que asumiera provisionalmente la Presidencia. Los militares, encabezados por el general Raoul Cedras, desoyeron las advertencias hechas por el embajador William Swing, ante quienes actuaron con absoluto desprecio por la idea de que Aristide pueda siquiera regresar a Haití.
Lo cierto es que no puede decirse que el gobierno de Bill Clinton tenga una política definida acerca de la problemática de Haití, un asunto que aunque tendría menor importancia geopolítica, se vuelve un tema acuciante por los miles de haitianos que intentan, en las embarcaciones más inverosímiles, llegar a Estados Unidos para pedir asilo. Washington sabe que en la isla se violan todos los días los derechos humanos, sobre todo de los opositores, pero no ha logrado instrumentalizar un sistema de admisión que no resulte en la entrega de los refugiados a sus carniceros. El último intento ha sido buscar un tercer país que los reciba mientras se resuelve su solicitud de asilo, pero nadie ha dado hasta ahora la mano.
Los tumbos de la política ante Haití provienen de octubre pasado, cuando un embarque de militares estadounidenses que llegaban a ese país para iniciar el proceso de normalización acordado entre Aristide y sus enemigos, fue retirado apresuradamente luego de que una turba lanzara piedras contra el automóvil del embajador gringo.
Esa verguenza se repitió en noviembre, cuando funcionarios de Estados Unidos, Canadá, Venezuela y Franciá (los "Amigos de Haití ") visitaron a Cedras y advirtieron que si el 15 de enero no estaba Aristide en su puesto, "se impondran severas sanciones". Pero la fecha pasó sin que nada sucediera y, por el contrario, Estados Unidos, con su credibilidad perdida ante el propio Aristide, comenzó una disputa abierta con éste para tratar de sacarle nuevas concesiones, sin contar con que era el propio Aristide quien había (al contrario de los militares) cumplido su parte del pacto. Ahora el peligro es que los militares, envalentonados, usen a Jonassaint para convocar nuevas e lecci on es , y poner sobre el tapete una disputa de legitimidad que se convertiría en una verdadera cortina de humo para la situación.
A esa cortina se uniría la circunstancia de la fronteriza República Dominicana, donde parece haber sido reelegido el presidente Joaquín Balaguer, enemigo de Aristide y por ello poco interesado en el bloqueo. Eso haría que Estados Unidos, que no ha tenido éxito en tener respaldo internacional para una invasión, decida actuar por su cuenta. Y ya se saben las consecuencias de ese tipo de acciones para la paz en el continente. -