Home

Mundo

Artículo

Brasil

Amazonia en llamas

En medio de una situación social que causó el asesinato de una misionera, el gobierno de Lula levanta la prohibición de talar el mayor pulmón del mundo.

20 de febrero de 2005

La hermana Dorothy Stang corrió el destino del legendario Chico Mendes. Como él, defendía el medio ambiente y los derechos de los sin tierra. Y como él, fue acribillada en el estado brasileño de Pará por su trabajo social. De 73 años, norteamericana nacionalizada en Brasil, fue asesinada, según la percepción generalizada, por latifundistas que defienden a sangre y fuego sus propiedades y privilegios.

El crimen agitó aún más a los activistas ambientales brasileños. Acababan de sufrir un golpe cuando el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, incumpliendo sus promesas,, dio marcha atrás a la prohibición de talar en el Amazonas. América Latina pierde sus bosques. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en los 90 se perdieron 46 millones de hectáreas A diferencia del norte, donde el problema son las emisiones de bióxido de carbono, América Latina, que sólo produce un 4,3 por ciento, es responsable de un 48,3 por ciento de las causadas por la transformación de bosques en campos de siembra.

Brasil vive la más gigantesca deforestación. Según el informe 'Cambio climático en América Latina y el Caribe' presentado la semana pasada por el Pnuma, la tala en 10 años aumentó más de 18.000 kilómetros cuadrados por año. Desde 1990 el país ha perdido un 16,5 por ciento de sus bosques.

La deforestación comenzó en los 60 con carreteras que permitieron el ingreso de personas y la instalación de aserraderos. Los militares promovieron la deforestación para extender la frontera agrícola ante la desigual distribución de la tierra..

SEMANA se comunicó telefónicamente con el diputado paranaense Joao Batista Oliveira Babá, mientras estaba en el funeral de la misionera. "Pará tiene uno de los más altos índices de violencia rural, por el avance de los aserraderos, de los grandes cultivos y de los 'grilleros' que ocupan tierras baldías, las deforestan con grandes incendios y van expulsando a los pequeños agricultores", dijo. Anapu pasó en cinco años de 7.000 a 20.000 habitantes, y las madereras, que eran cinco, ahora son 34. Menos de 20 personas son propietarias de las tierras. Allí Stang montó un proyecto para transformar a trabajadores sin tierra en productores rurales, una idea maldita por los latifundistas.

En los días previos al Carnaval, con el país concentrado en el samba, Lula cedió a la presión de los madereros, que bloquearon la carretera BR-163 que cruza la selva, quemaron buses y tomaron un aeropuerto. El gobierno restauró las licencias de explotación de madera suspendidas el año pasado. "Tenemos miedo de que grandes áreas puedan ser entregadas a los 'grilleros", comentó Baba.

Al tiempo que la violencia gana la Amazonia, entró en vigor el Protocolo de Kyoto. Roque Pedace, de Amigos de la Tierra, celebró el hecho, pero dijo a SEMANA que la decisión de Lula es "grave, porque la velocidad a la cual desaparece la selva es un factor en el cambio climático".

Con su medida Lula le da fuerza, sin quererlo, a la controversia sobre quién debe manejar los recursos estratégicos de la humanidad. Distintos grupos en el hemisferio norte impulsan la iniciativa de convertir la Amazonia en un jardín botánico del mundo, sin uso económico. El gobierno brasileño se opone, como es obvio. "Es importante preservar la soberanía de los estados sobre sus recursos naturales. Hay una gran presión de las naciones más ricas que ya utilizaron en forma desmedida su biodiversidad para limitar la utilización de los recursos en países en desarrollo. La Amazonia no será un jardín botánico del mundo", declaró el ministro Everton Vargas, director del Departamento de Medio Ambiente.

El tema es delicado: si bien es cierto que los gobiernos amazónicos han sido incapaces de frenar la deforestación del pulmón del mundo, nada garantiza que los países desarrollados, cuyas empresas transnacionales se lucran de las riquezas sean mejores guardianes. Lo único claro es que actitudes como la de Lula sólo acrecientan el desconcierto.