Home

Mundo

Artículo

ANIVERSARIO EN MOSCU

A un año del golpe parlamentario en su contra, Boris Yeltsin ve complicar las críticas a su gestión con acusaciones de alcoholismo.

7 de noviembre de 1994

LA SEMANA PASADA MOSCU recordaba los trágicos hechos del 3 y el 4 de octubre de 1993, cuando el enfrentamiento entre el Parlamento y el presidente Boris Yeltsin concluyó con un saldo sangriento de 149 muertos, la toma de la torre de la televisión y el asalto a la Casa Blanca, sede congresional. En ese momento, la actitud aguerrida del presidente se entendió como un síntoma de su fuerza para llevar al país por el camino de las reformas económicas.

Pero un año después, una columna de 10.000 manifestantes que siguió el mismo recorrido fatal, gritando, como entonces, "Abajo Yeltsin", se convirtió en síntoma de los malos tiempos que vive Yeltsin, a quien no sólo se acusa de ser inepto y personalista, sino de estar en el último grado de alcoholismo.

No acababa de enfriarse la memoria de los muertos de la Casa Blanca, cuando las elecciones de diciembre arrojaron una contundente derrota de los partidarios de Yeltsin, encabezados por Yegor Gaidar, y un importante triunfo del nacionalista Vladimir Zhirinovski.

Yeltsin no tuvo más remedio que saborear el amargo trago de la derrota, y conformarse con jugar el rol de jefe de Estado alejado del verdadero poder, que cayó en manos del primer ministro Victor Chernomyrdin y su gabinete. Los industriales, los dirigentes agrarios y del Partido Comunista, amigos todos del viejo Soviet Supremo, ingresaron al gabinete.

Con todo, la oposición intransigente también se moderó. El Partido Comunista y el Partido Agrario, ahora con una legítima representación parlamentaria -el presidende de la Duma, Ivan Ribkin, pertenece a este último- han asumido su cuota de poder.

Por eso, el éxito más contundente del gobierno en este año, bajar la inflación y contener la devaluación del rublo, no son propiamente victorias de Yeltsin, sino de sus adversarios.

Pero el inicio del nuevo año laboral en septiembre arrojó inquietantes sombras sobre la economía. La inflación subió al 7.7 por ciento, y el dólar se disparó, pasando de 2.200 rublos a principios de mes, a 2.800 a finales del mismo.

Luego de la calma veraniega, el ambiente político empieza a calentarse nuevamente, y en el centro se encuentra la perspectiva de la campaña electoral. La oposición propone adelantar las elecciones presidenciales, mientras que Victor Shumeiko, presidente del Consejo Federal, la Cámara alta del Parlamento, propone aplazar tanto las elecciones presidenciales como las parlamentarias, fijadas para 1996.

También se habla de grietas en el entorno presidencial. En la víspera de su viaje a Estados Unidos para entrevistarse con Bill Clinton y hablar ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Yeltsin dejó en casa a significativos colaboradores del ala reformista, como el secretario de Prensa, Viacheslav Kostikov, e invitó a viajar con él a representantes del poder más conservador y centrista.

Y lo peor vino en el viaje. Yeltsin no atendió el recibimiento que le tenía preparado el presidente de Irlanda Albert Reynolds en Dublín, en una escala de su vuelo a Nueva York, y luego se le vio ebrio en varias ceremonias. Tanto fue el escándalo, que en Moscú, un parlamentario comunista, Victor Ilyukin, pidió que se conformara una comisión para verificar el estado de salud de Yeltsin, a quien calificó de "alcohólico, incapaz de gobernar al país".

La idea no prosperó, pero el daño está hecho. El fuego de la hoguera se atizará o moderará al vaivén de la situación económica, que si es buena, hará que los moscovitas, muy inclinados al vodka, conviertan el alcoholismo del Presidente en un pecadillo de menor cuantía.