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Un truco para conseguir armas es pasando por un país tercero. | Foto: ONU

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Armas: este es el negocio

El comercio de armas está menos regulado que el del banano. La próxima semana la ONU se reunirá para tratar de poner en cintura este negocio multimillonario en el que cualquier tirano consigue fusiles sin problema.

Nathan Jaccard, periodista de SEMANA
29 de junio de 2012

¿Necesitan empezar una guerra? No hay problema. En medio de una de las peores crisis económicas, con bolsas en rojo, países en bancarrota y negocios quebrados, hay una industria que sigue boyante: las armas. Tan solo en 2011 se movieron 22.000 millones de dólares en un negocio que está menos regulado que el comercio de banano. Para un señor de guerra, un dictador o un mercenario es sencillo conseguir fusiles, pistolas y lanzagranadas legalmente. Después solo falta encontrar una razón para pelear. Pero eso no es tan difícil.

Para reglamentar este tipo de negocios, los 193 miembros de la ONU se reunirán entre el 2 y el 27 de julio para negociar el Tratado de Comercio de Armas (ATT en inglés). La idea no es prohibir el negocio, sino ponerlo en cintura. Como le dijo a SEMANA Zeray Yihdego, autor de The Arms Trade and International Law y profesor de la universidad Brookes en Oxford, “los países se van a poner de acuerdo para aplicar el derecho internacional a las transacciones de armas, se van a prohibir las prácticas corruptas y regular la actividad de los vendedores. No se va a prohibir la venta a actores no estatales, y no es claro que se vayan a imponer frases como ‘debe’ en lugar de ‘debería’. Es posible que el acuerdo llegue a ser bastante modesto”.

Hace 10 días en París se reunieron 1.400 expositores de 53 países en el salón Eurosatory. No era una feria cualquiera, era un hipermercado de armas que visitaron ministros, generales e industriales de todo el mundo para ver y comprar lo último en tecnología militar. Entre las empresas presentes estaba Rosoboronexport, uno de los grandes fabricantes de armas ruso, que es el principal proveedor de la dictadura de Bashar Al Assad en Siria. A pesar de las masacres, la ONU no ha podido imponer un embargo al régimen, pues Moscú sistemáticamente bloquea la iniciativa en el Consejo de Seguridad. Como dicen los británicos, “business as usual” (hacer negocios como siempre).

Las cifras que mueven el negocio, y quiénes están detrás, explican por qué va a ser tan difícil meterle mano. Según la ONG británica Oxfam, en 2011 el mercado de las armas representó 2.200 millones de dólares, un mercado que en los últimos años ha crecido 24 por ciento. Hay 1.135 fabricantes de armas en 98 países, un gremio que se ha multiplicado por seis desde 1960. Para Zerago, “el comercio de armas es un negocio muy rentable. No ha sido afectado por la crisis global, pues ni los gobiernos ni los otros actores han reducido sus compras”.

Cada año se producen ocho millones de nuevas armas “ligeras” (pistolas, fusiles, revólveres, ametralladoras) y por lo menos 16.000 millones de municiones. Dos por cada habitante del mundo. Y los principales productores son los países más poderosos del mundo: Estados Unidos (35%), Rusia (15%), Alemania (7,5%), el Reino Unido (6,5%), China (6,3%) y Francia (4%). Todos menos Alemania son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Patrice Bouveret, cofundador y director del Observatorio del armamento, le explicó a SEMANA que “en el mercado del armamento se cruzan lógicas e intereses a veces contradictorios, la industria, la política, el comercio, la investigación y lo social. Es un sector que jala el tejido industrial, con inversiones tecnológicas, donde el Estado tiene un poder de intervención fuerte”.
 
Cuando le preguntaron a Tony Blair, entonces primer ministro del Reino Unido, por qué le vendían a Israel partes para sus cazas F-16, que han sido usados contra civiles, se limitó a responder que “si nosotros no les vendemos, no quiere decir que no conseguirían las partes, encontrarían otras empresas en el mundo que se precipitarían a quitarnos el puesto”.

Y aunque existen algunos mecanismos para controlar y limitar el acceso a las armas, no es difícil venderlas a diestra y siniestra.

La industria es opaca, y muchas veces se escudan en el secreto de Estado para ocultar informaciones. En realidad, según la ONG Transparencia Internacional, es el segundo sector en el mundo más corrupto. Tienen además un lobby fuerte conectado a los ministerios y parlamentos. Y como este sector está muy ligado a intereses geopolíticos, muchas veces las conveniencias del momento pasan por encima del sentido común. Los embarques de armas rusas a Siria son el caso más reciente, pero Estados Unidos armó el Irak de Sadam Husein en su guerra contra Irán. Al mejor estilo “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Otro truco para conseguir armas es pasando por un país tercero. Intermediarios compran los arsenales desde un país “limpio” y con leyes más flexibles, y después lo reexportan a cualquier lado. En los noventa, el gobierno de Canadá prohibió venderle armas a Colombia por las violaciones de derechos humanos en el conflicto. Pero 33 helicópteros Huey canadienses llegaron a Colombia después de hacer una parada técnica en Estados Unidos, donde los adaptaron y los reexportaron. En Ruanda se exportan armas que simplemente desaparecen y son reenviadas al Congo o a otros países africanos sin mayor control.

Y si en últimas hay algún problema, los mercaderes no exportan las armas, sino la tecnología para hacerlas, sobre la cual hay pocas normas. Así es como grandes compañías como Kalashnikov le venden una licencia a otro país para fabricar sus propios fusiles o pistolas. Después no hay ningún control sobre estas fábricas. Así es como en Bulgaria, muchos años después de que la licencia expirara, se siguieron fabricando fusiles AK-47.

Como afirmó Bouveret, “a partir del momento en el que ninguna reglamentación existe, la noción de armas legales o ilegales no es pertinente. Casi todas las armas son producidas en conformidad a la ley, pero esta es muy débil”.

También se exportan armas a países poco confiables, con Ejércitos corruptos e incontrolables. Los fusiles para el régimen amigo terminan fácilmente en las manos equivocadas. En la República Democrática del Congo, que lleva décadas en guerra, no hay restricciones para vender armas al Ejército oficial. El problema no solo es que altos oficiales de este ejército le venden su material a jefes de guerra, sino que las tropas regulares están aliadas con guerrillas que se benefician de sus armas. Hay casos frecuentes de corrupción y ningún control sobre los arsenales. Así las armas proliferan en paz.

En este negocio todos son cómplices. También grandes empresas de transporte de países que pretenden ceñirse a las leyes internacionales. Navieras alemanas, empresas británicas o transportistas franceses llevan armas, a sabiendas del impacto que van a tener. Un piloto británico que volaba entre Ruanda y Uganda le explicó a Amnistía Internacional: “llevábamos más que todo, fusiles AKs nuevos. Estaban todos empacados en bolsas plásticas y en excelente condición. Fue un operativo normal. Sabíamos que había una guerra, pero no éramos parte, solo éramos pilotos. Cada mes volábamos 80 o 90 horas. Era muy fácil. Nos íbamos del hotel, volábamos una hora y volvíamos justo a tiempo para la comida”.

En otros casos, las empresas se las arreglan con gobiernos “limpios”, que les hacen falsos certificados de compras de armas. Los arsenales terminan después en manos de algún violador de derechos humanos. Fue lo que pasó con los 10.000 fusiles que las FARC recibieron de manos del peruano Vladimiro Montesinos, que oficialmente era una transacción entre Perú y Jordania.

Para rematar, la multiplicación de empresas privadas de seguridad, contratadas por los Estados y que en la práctica hacen el mismo trabajo que los soldados, han impulsado el mercado, pues tienen facilidades para importar armas en contextos particularmente riesgosos.

La batalla en la ONU promete ser complicada. Como explica Yihdego, “Alemania o Gran Bretaña están dispuestos a respaldar un tratado, mientras Rusia y China no parecen muy serios, incluso se oponen, a la regulación. La industria armamentista tampoco parece muy favorable al ATT”. En todo caso, en Nueva York el debate del mes de julio es fundamental. No hay que olvidar que cada minuto, en alguna parte del mundo, alguien muere de un balazo.