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ATOMICA LATINA

Al sur del continente también se mueve el militarismo nuclear.

10 de diciembre de 1990


En un plazo de pocos años, el sur del continente americano podría temblar sacudido por la explosión de la primera bomba atómica latinoamericana. Y si no es por la explosión en su propia tierra, podría ser por las consecuencias de la venta de ella a un país tercero, por qué no del Medio Oriente, como Libia, Irak o Siria. Esa al menos parece ser la mayor preocupación de los Estados Unidos con respecto a la carrera armamentista nuclear del subcontinente.

El pronóstico que podría resultar fantástico, no está tan lejos de la realidad. El sueño secreto de países como Argentina y Brasil, de construir la bomba nuclear, se fue concretando en secreto en estos últimos dos años. Tanto, que los expertos de la Federation of American Scientists, David Albright y William Higginbothan, estiman que "cualquiera de los dos países podría construir la bomba atómica si cuenta con la decisión política y los recursos financieros necesarios" .

El presidente Fernando Collor de Mello le había prometido a su colega norteamericano George Bush, que su país no se embarcaría en ninguna clase de proyecto nuclear, ni realizaría explosiones atómicas ni aún con fines pacíficos. Pero unos pocos días después respondió a periodistas alemanes con una ambigua pero significativa pregunta: "¿Energía nuclear para qué? ¿Para qué construir la bomba atómica?"
La respuesta del presidente sacaba a relucir una de las mayores preocupaciones de muchos medios locales. Inquietudes surgidas desde que los militares brasileños pasaron a tutelar las actividades nucleares en los años 70. En esos años, los organismos castrenses empezaron a controlar, incluso, las principales instalaciones como la fábrica de Aramar, en Ipero, al interior de San Paulo, donde actualmente dominan en secreto el ciclo del combustible.

El joven gobernante brasileño persiste en asegurar que no existe una voluntad o decisión política en relación con la bomba nuclear y que es un asunto que no está dentro de las prioridades de un país con problemas mucho más urgentes (el proyecto exige entre 10 y 20 mil millones de dólares). Pero permanece el misterio acerca de lo que sucederá con las investigaciones nucleares desarrolladas por las tres armas hasta ahora.

La Marina tiene un proyecto que busca el enriquecimiento del uranio por un método tradicional llamado centrifugación, y ya logró un enriquecimiento del 20% -para producir la bomba se necesita el 90%-. Su objetivo público es desarrollar un submarino que en vez de ser movido por acumuladores eléctricos y motores diesel, utilice energía atómica, como los de los países ricos. Por su parte, las investigaciones de la Aeronáutica tienen como finalidad el enriquecimiento de rayos laser que podrían ser utilizados por satélites. El Ejército, por su parte, trabaja en un proyecto de construcción de un reactor a "grafite" .

En Argentina y en Chile
La misma problemática y las mismas especulaciones han surgido con respecto a Argentina. Al igual que su colega brasileño, el presidente Carlos Menem le garantizó al presidente Bush que desmantelará sus antiguos proyectos militares atómicos. Anunció además que "desactivó" el programa del misil nuclear de alcance medio, "Cóndor". Este fue desarrollado en secreto por los gobiernos militares (1976-1983), fabricado conjuntamente con Egipto y profusamente vendido a Irak.

Desde hace 7 años, Argentina es capaz de enriquecer uranio, aparentemente al 20% -según declaraciones oficiales- pero está lejos del 90% necesario para producir el combustible de una bomba atómica. Para reactivar el programa con fines militares -se prevé la construcción de un reactor para submarinos nucleares, a la brasileña- necesitaría un aporte presupuestario bastante difícil de conseguir en la actual coyuntura del país. Sin embargo, la política nuclear es tal vez el único tema sobre el cual existe un consenso tácito entre todos los sectores políticos, motivados tal vez, según algunos, por la competencia con los brasileños.
Además de su tradicional rivalidad como potencias regionales, los dos países han estado empecinados en la carrera armamentista inaugurada durante los regímenes militares. Con esos costos elevadísimos (en Brasil las inversiones en proyectos nucleares llegaron a 2 mil millones de dólares), esa carrera refleja la de los países industrializados del primer mundo, pero con las limitaciones obvias de los países del Tercer Mundo. Esas limitaciones se cifran, por ejemplo, en la falta de "control", así sea precario por parte de las distintas comisiones nacionales de energía nuclear. También en la ausencia de información sobre los proyectos y sobre el envío de uranio e información tecnológica para otros países. Ese aspecto ha resultado especialmente sensible, sobre todo por las ventas a Irak por Brasil durante los gobiernos anteriores, y que ahora son motivo de polémica y verguenza para el actual gobierno.

Otro factor de preocupación es una poderosa bomba chilena desarrollada por la industria Cardoen, la llamada "Bomba Explosiva de Aire Combustible". La bomba de los pobres como la llaman, y que tiene una potencia similar a la de un artefacto nuclear táctico, está originando muchas inquietudes entre los países latinoamericanos, por las consecuencias que puede derivar una carrera armamentista, convencional o no, en América del Sur.

Basurero atómico
Y como un problema trae siempre otro, además de la proliferación de material nuclear en el continente también están proliferando sus residuos tóxicos. Un problema hasta ahora no resuelto por ningún país del mundo y que podría convertir a América Latina en una especie de basurero nuclear, donde se almacenarían residuos tóxicos propios y de los países ricos. La basura tóxica del mundo está siendo almacenada en depósitos provisionales mientras se construyen las instalaciones a prueba de infiltraciones, cataclismos y altas temperaturas por millones de años. De ahí que haya suscitado muchas polémicas y algunas protestas en Argentina, la propuesta de una empresa francesa de construir el primer depósito de basura atómica del mundo en Patagonia.

La exportación de residuos tóxicos de países desarrollados para países subdesarrollados ha sido una práctica frecuente y poco divulgada. Toneladas han pasado por el canal de Panamá sin que nadie protestara. El año pasado Argentina tuvo dos propuestas para recibir residuos, como se sabe, pueden provocar cáncer, deformaciones congénitas a varias generaciones y hasta la propia muerte. La radiactividad del neptunio 287 necesita dos millones de años para llegar a niveles aceptables para el ser humano. Para entonces pueda que América Latina ya ni exista. O al menos esa parece ser la mentalidad de sus dirigentes de hoy, que se niegan a firmar cualquier acuerdo de no proliferación de armas nucleares. -