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Bajo control

10 de abril de 2000

El canciller alemán Gerhard Schroeder se ha caracterizado por ser un bon-vivant. Pero el buen Gerhard está desde hace algunos días menos exuberante y ha comenzado a presentar incluso síntomas de circunspección. Lo que pasa es que su mujer, Doris Schroeder-Krepf, motivada por un examen médico que lo encontró pasado de peso, lo tiene a dieta rigurosa. Schroeder ha tenido que dejar de consumir licor durante el día e incluso su amado vino tinto de la cena. Doris, quien a los 35 años tiene 20 menos que su marido y es su cuarta esposa, sostiene que “el propio Gerhard ha decidido comer más saludablemente, ya no come sus salchichas en curry a las 10 de la noche”. Todo lo cual demuestra que ni siquiera el hombre más poderoso de Europa es capaz de sobreponerse a los cuidados de una esposa acuciosa.