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BORRAR CON EL CODO...

Los acuerdos comerciales entre Gran Bretaña y la URSS se complican por expulsión de espías.

26 de junio de 1989

Hace unas pocas semanas, el mundo asistía al encuentro entre la primera ministro de Inglaterra Margaret Thatcher y el líder Mijail Gorbachov, en la primera visita de un premier soviético a la Gran Bretaña. Las sonrisas y el intercambio de elogios daban la impresión de que las relaciones de los dos países habían entrado en un proceso de acercamiento impensable en el pasado. Sin embargo, la procesión iba por dentro.
Las autoridades británicas ya habían expresado su preocupación sobre las actividades de la KGB (el servicio secreto soviético) en la Gran Bretaña y el canciller Geoffrey Howe había comentado su deseo de que la inteligencia soviética aminorara sus actividades en el país. Por eso, la luna de miel anglo-soviética duró poco. El sábado 13, en medio de un secreto absoluto, el gobierno inglés expulsó 11 diplomáticos soviéticos con la acusación de que se dedicaban al espionaje, término que se reemplaza en el argot diplomático inglés con el de "actividades impropias de su cargo".Los once funcionarios, según declaraciones del canciller, "han sido descubiertos en actividades totalmente ajenas y hay evidencia incontrovertida de ello". En esas condiciones, según Howe, no había más remedio que proceder a su expulsión.
Sin que aún los medios de comunicación supieran la noticia, el gobierno de Gorbachov comunicó a 11 británicos residentes en Moscú que deberían también abandonar el país en menos de dos semanas. En la comunicación, que responde a la figura que los medios ingleses llaman "tit for tat" (ojo por ojo), se incluyeron diplomáticos y periodistas,entre ellos el corresponsal de la BBC. Sólo hasta ese momento se supo en la Gran Bretaña sobre la expulsión de los soviéticos que produjo la reacción.
El episodio demuestra que, en materia de expulsiones, el régimen de Gorbachov no es ni mucho menos benigno. Si en 1971, 105 funcionarios y periodistas rusos fueron deportados de Gran Bretaña, mientras sólo 25 ingleses salieron de la Unión Soviética, desde la llegada de Gorbachov al poder se advirtió que esa desigualdad numérica no sería tolerada en el futuro. Aún sin tener en cuenta que esa declaración admitía la continuidad de las labores de espionaje, lo cierto es que en 1985 la Gran Bretaña expulsó a 25 soviéticos tras la deserción de Oleg Gordievski, miembro de la KGB. Acto seguido, 25 británicos salieron de la URSS, en la primera expresión del "tit for tat", que ha sido aplicado en los casos de espionaje con los Estados Unidos, Francia y Canadá.
El intercambio de expulsiones por parte de dos países que hasta hace poco declaraban sus relaciones como "excelentes", enturbia ese calificativo. Las últimas noticias hablaban de que el número de expulsados británicos subiría a 105, para igualar el número de soviéticos permitidos en Gran Bretaña.
Se trata de malas noticias para las relaciones comerciales de los dos países. El número mayor de británicos en la URSS obedece al aumento de inversiones inglesas en este país y las medidas del Kremlin implican un proceso regresivo en los intercambios que apenas comenzaban a florecer. Ahora en Moscú hay varias actividades de futuro incierto, sobre todo por que nadie sabe dónde caerá el hachazo de los próximos recortes.
Entre tanto, en Londres, la oposición laborista acusa a la señora Thatcher de iniciar un "hostigamiento deliberado para enfriar las relaciones anglosoviéticas y justificar su propio aislamiento", detrás de lo cual se adivina el resentimiento contra la posición de línea dura asumida por la Primera Ministra contra las ofertas unilaterales de desarme nuclear hechas por Gorbachov la semana pasada. Al parecer, los abrazos de los dos líderes en la reunión del mes pasado fueron más muestra de cortesía que pruebas de confianza.