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Las críticas contra la presidenta, Dilma Rousseff, y contra el Partido de los Trabajadores (PT) han alcanzado a Lula, a quien algunos manifestantes retratan con traje de prisionero. | Foto: A.F.P. / A.P.

BRASIL

Lula da Silva regresa a la política para defenderse

Preocupado por el desgaste de su partido y por la aparición de su nombre en procesos por corrupción, el expresidente socialista vuelve a la política para recuperar su legado.

5 de septiembre de 2015

El escenario era idóneo y la compañía inmejorable. En un auditorio en São Bernardo do Campo, la cuna del Partido de los Trabajadores (PT), donde centenares de militantes se habían reunido para asistir a un foro sobre participación ciudadana, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva anunció que regresaba a la política y le dio alas a las especulaciones sobre su candidatura a las elecciones de 2018. A su lado estaba nada menos que su amigo el expresidente uruguayo Pepe Mujica, uno de los políticos más populares de hoy y uno de los pocos mandatarios de izquierda cuyo legado no se ha visto afectado por escándalos de corrupción.

Aunque aún faltan 37 meses para los próximos comicios presidenciales, la decisión de Lula parece llegar tarde si se tiene en cuenta el desgaste crónico del PT, que durante años fue de lejos la agrupación más exitosa de las reñidas contiendas electorales brasileñas y que hoy atraviesa una debacle política. De hecho, por cuenta de una situación económica que no deja de empeorar –y sobre todo por la implicación de varios de sus miembros en los escándalos del mensalão y del petrolão– su popularidad se ha evaporado.

Según un sondeo realizado por Datafolha a mediados de junio, aunque el PT sigue siendo el partido preferido de los brasileños, ha perdido más del 60 por ciento de sus simpatizantes desde principios de 2013. Mientras tanto, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), liderado por el derechista Aécio Neves, duplicó en 2015 supopularidad.

De hecho, el objetivo explícito de Lula es enfrentar la oleada de “odio y rabia irracional” que se ha abatido sobre su partido en general, y sobre Rousseff en particular. Según sus palabras, su vuelta al escenario político serviría para que sus detractores puedan “enojarse” con él y le den a ella “un poco de respiro”. Y en efecto, con una popularidad de apenas el 8 por ciento, manifestaciones multitudinarias pidiendo su renuncia y un Congreso decidido a bloquear todas sus iniciativas, a la presidenta no le sobra la ayuda del líder que sacó a 40 millones de personas de la pobreza.

Sin embargo, Lula también tiene sus propios problemas. Por un lado, el desgaste de su partido ha afectado profundamente su popularidad. Si durante su mandato gobernó sin sombra e impulsado por unas encuestas muy favorables, hoy los sondeos pintan un panorama mucho menos halagador. Una encuesta publicada el 27 de agosto por Ibope-Brasil mostró que Neves le sacaría 19 puntos, José Serra –a quien Rousseff derrotó en primera vuelta en 2010– lo aventajaría por siete, y Geraldo Alckmin –a quien el propio Lula derrotó en el balotaje en 2006– lo vencería por cuatro.

Por otro lado, su nombre ha sido vinculado por la revista brasileña Época a operaciones indebidas de cabildeo a favor de Odebrecht, la mayor firma de ingeniería del país, en la construcción del puerto de Mariel en Cuba. A su vez, la Policía detuvo a José Dirceu, su exjefe de gabinete, y la Fiscalía les está ofreciendo acuerdos a los ejecutivos de Odebrecht para que colaboren con la investigación.

El propio Lula dijo en una entrevista hacia el final de su mandato que, por sus orígenes humildes y por su carrera como representante obrero, él tenía una “mayor responsabilidad que un presidente de clase alta o que un empresario”. Y aunque es loable que el mandatario que le dio a Brasil su justo protagonismo mundial defienda su legado, su regreso a la política está lleno de trampas y obstáculos, que no necesariamente provienen de sus opositores. Como le recordó el propio Mujica en el foro de São Bernardo do Campo: “No se debe confundir a un presidente con un monarca. No hay hombres imprescindibles, hay causas imprescindibles”.