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| Foto: A.F.P.

REINO UNIDO

Reino Unido y Europa: ni contigo ni sin ti

En cuestión de días, el país pasó del ‘brexit’ al ‘regretxit’ (arrepentimiento). Las consecuencias no fueron poderadas y el caos se tomó la política británica. SEMANA le explica las opciones para contener el desastre.

2 de julio de 2016

Mataron el tigre y se asustaron con el cuero. La cara pálida y las declaraciones insulsas del exalcalde de Londres Boris Johnson cuando supo que el brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea) había ganado el referendo del 23-J hablaron por sí mismas. Así como no plantearon un debate real en la campaña, los impulsores del “leave” (irse) no saben qué hacer ahora con la victoria.

Y ya empezaron a caer. Johnson, su principal abanderado, anunció que no se lanzará para reemplazar al primer ministro, David Cameron, cuando renuncie en octubre, o sea que no va a limpiar el desastre que ayudó a crear. El líder del nacionalista UKIP, Nigel Farage, no tiene ninguna intención de hacerlo, y entre los tories (conservadores) como la proeuropea Theresa May y el polémico euroescéptico Michael Gove, no se sabe quién podría enfrentar el caos. La crisis política tiene al Reino Unido en el atolladero.

El electorado británico no estaba preparado para tomar una decisión de semejante envergadura. Un sondeo de ComRes demostró que solo dos días después de votar, el 1 por ciento de quienes apoyaron el “leave” ya estaban arrepentidos. Nueve de cada diez economistas apoyaron la permanencia, las grandes universidades alertaron sobre los nefastos efectos de salir de la Unión (UE) y la mayoría de los analistas británicos insistió en la necesidad de quedarse. Pero el 52 por ciento prefirió la retórica populista al votar contra los expertos. Y su rechazo costó caro. Los mercados internacionales se desplomaron y la libra esterlina cayó a su nivel más bajo en tres décadas. La polarización se tomó las calles y los millennials británicos lloraron por la imperdonable decisión de sus padres, los baby boomers nostálgicos por el imperio.

Para hacer efectivo el brexit, el primer ministro debe invocar el artículo 50 de la UE y luego tiene dos años para negociar los términos. Pero Cameron aseguró que él no daría el paso histórico. Entonces, en teoría el Reino Unido tiene cuatro meses para decidir qué hacer con el referendo del 23-J. Los británicos están hablando de “regretxit” (arrepentimiento por la salida) y evalúan formas de echarse para atrás. Estas son sus opciones.

Opción 1: como si nada

Legalmente el gobierno no está obligado a obedecer el resultado del referendo. Así que los diputados, en su mayoría eurófilos, podrían pasar por encima de la votación. Sin embargo, esta opción es peligrosa. De hecho, 17,4 millones de británicos votaron por el “leave” y desconocer su voluntad daría un fuerte golpe a los valores democráticos británicos, de los cuales se han vanagloriado. Y pisotear los resultados del referendo aumentaría la ira extremista –que en la última semana impresionó al Reino Unido con ataques racistas y xenófobos–. El futuro ya es lo suficientemente incierto para los diputados británicos, y es poco probable que cometan semejante suicidio político.

Opción 2: sí pero no

Esta opción plantea que el Reino Unido haga efectiva su salida de la UE y negocie un acuerdo como el de Noruega, que hace parte del mercado único pero no del proyecto de integración. Sin embargo, para el 10 de Downing Street sería quedarse exactamente en el mismo punto: tendría que pagar los costos de ser miembro del mercado común, recibir migrantes por la libre circulación y, además, no tendrían voz ni voto en la toma de decisiones. Básicamente, habrían perdido mucho y ganado nada.

Opción 3: vuelve y juega

Los antecedentes le dan una luz de esperanza a repetir el referendo. En 1992, los daneses le dijeron No a uno de los tratados de la UE, pero un año más tarde, tras conseguir concesiones adicionales, repitieron la consulta y ganó el Sí. En Irlanda sucedió lo mismo en 2001 y 2008. En el Reino Unido, un día después de saberse los resultados, más de 4 millones de personas firmaron una petición online para volver a hacer el referendo. Pero esta vez los europeos no estarían dispuestos a ceder, pues el Reino Unido ya tiene condiciones excepcionales. No obstante, como dijo a SEMANA Paul Craig, de la Universidad de Oxford, “legal y políticamente sería posible si, por ejemplo, el gobierno consigue un acuerdo de retiro al estilo noruego. En ese caso sería legítimo preguntar a los votantes si de verdad creen que esto es mejor que permanecer en la UE.” Sobre ambas opciones gravita el hecho de que Bruselas quiere desincentivar las iniciativas euroescépticas en otros países (ver siguiente artículo) con un mensaje claro: irse de la UE no representa beneficios, sino un divorcio difícil y doloroso.

Opción 4: Escocia salve a la reina

La mejor opción para el reversazo estaría en manos del veto escocés. En abril, la Cámara de los Lores anunció que los parlamentos de Escocia, Irlanda del Norte y Gales tendrían que aprobar también la decisión de irse de la UE. En el caso de la segunda, aunque los norirlandeses votaron por permanecer, su partido de gobierno es favorable a la salida, y en el de Gales, los ciudadanos votaron por el brexit. En cambio, los escoceses votaron masivamente por la permanencia y su primera ministra, Nicola Sturgeon, amenazó desde el comienzo con un segundo referendo independentista si el Reino Unido decidía salir de la UE. Esta sería la mejor oportunidad para dar marcha atrás, pues Londres podría sostener, sin perder credenciales democráticas, que mantener la unidad del Reino está por encima de todo.

Un mar de promesas incumplidas

La campaña del “leave” se basó más en emociones primarias que en un debate político. Lo que prometieron sus partidarios resultó ser solo una ilusión. 

El exalcalde conservador de Londres Boris Johnson y el líder del partido nacionalista UKIP, Nigel Farage, recorrieron el Reino Unido en un bus rojo que promocionaba su campaña por el “leave” (irse de la UE). Ahora, tras la victoria que esperaban, sus promesas comenzaron a derrumbarse.

Su eslogan fue “Vamos a retomar el control”, con el que prometían recuperar la soberanía sin las presiones de la burocracia europea, cosa que en el actual caos parece una utopía. Además, los partidarios del brexit prometieron entregar al sistema de salud (NHS) los 350 millones de libras semanales que se pagan por la membresía de la UE. Pero la cifra fue desmentida. Por otro lado, prometieron que “un voto por la salida será un voto para parar la inmigración”.

Sin embargo, cuando le preguntaron a Farage, se limitó a decir que tendrían más control. Por último, otra de sus banderas era que debían retirarse antes de que 5 millones de migrantes entren al país en 2030 cuando Turquía, Macedonia, Montenegro, Serbia y Albania ingresen a la UE. No obstante, a pesar de que Ankara solicita ser miembro de la Unión desde 1963, esta posibilidad es remota por el momento –y aún más para el resto de Estados–.

Así, una a una se cayeron las falsas promesas. Pero el referendo no puede ser declarado inválido pues no es un contrato comercial donde es posible demandar por publicidad engañosa, sino de una consulta política que, como dijo el editor de asuntos domésticos de The Guardian, Alan Travis, no requiere que sus declaraciones sean “legales, honestas y verídicas”. Deberán atenerse a las consecuencias.