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Boris Johnson y Ursula von der Leyen se reunieron para intentar destrabar las negociaciones. El brexit podría entrar en vigor el primero de enero de 2021 sin un acuerdo económico.

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Brexit: Unión Europea y Reino Unido se preparan para un difícil divorcio sin acuerdo

Las partes enfrentan diferencias irreconciliables a pocos días de que se selle el brexit. Si no se logra un acuerdo, las consecuencias podrían ser catastróficas.

12 de diciembre de 2020

Ya no hay más tiempo. Cuando el pasado 31 de enero el Reino Unido abandonó oficialmente la Unión Europea (UE), aún quedaba por delante un largo año de transición. El primero de enero de 2021 fue pactado como la fecha límite para que el territorio británico se separara definitivamente de la UE, dando espacio para varios meses de negociación. Pero a tan solo dos semanas de que el brexit entre en vigor, todavía no hay un acuerdo definitivo. Tras meses de estancamiento, las conversaciones se han reanudado en una semana crucial si se quiere comenzar con normalidad 2021. En caso de que no se logre un acuerdo en los próximos días, será difícil que lo pactado entre en funcionamiento. Las dos economías, de por sí debilitadas por la pandemia, están en serios problemas.

Ante la urgencia, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunieron en Bruselas. El británico viajó para “entender las posiciones” de cada uno, aunque ambos admitieron que sus posturas “continúan muy alejadas”. Con la soga al cuello, Johnson y Von der Leyen acordaron el 13 de diciembre como fecha límite para dar con un acuerdo. Sus equipos negociadores llevan semanas tratando de destrabar el asunto, pero nadie ha querido ceder. Con las conversaciones en un punto crítico, cobra más relevancia el hecho de que nada evitará que el primero de enero Londres salga de la unión aduanera de la UE. No valen extensiones ni concesiones de ningún tipo. Y si bien es cierto que la pandemia retrasó las negociaciones sensiblemente, las dos partes han sido obstinadas en cumplir los plazos y no dar el brazo a torcer.

Con la reunión reactivaron los diálogos, y el viaje de Johnson representó para muchos un gesto de buena voluntad del Reino Unido, que sabe que si se cierra a la banda ante la UE saldría perdiendo. Poco duró la dicha, porque al día siguiente Johnson advirtió a sus ministros sobre la “alta probabilidad” de no lograr un acuerdo, ya que, según él, no puede permitir un bloqueo total por parte de la UE.

El anuncio causó preocupación. Tobias Ellwood, presidente del Comité de Defensa británico, aseguró: “El mundo nos está viendo, por lo que está en juego nuestro prestigio internacional”, y agregó que, de no haber pacto, “podría haber repercusiones económicas, pero también en materia de seguridad. Nuestras rutas marítimas están siendo rodeadas por submarinos rusos, al igual que nuestro espacio aéreo. Necesitamos alianzas y Europa necesita trabajar unida. Si no acordamos nada, estaremos andando en otra dirección”.

Para muchos, el primer ministro británico no parece comprender las consecuencias de su postura obstinada. “Johnson pretende que el Reino Unido funcione como Canadá o Australia. Pero la relación del Reino Unido con la UE es radicalmente diferente. Está a un peldaño de Europa”, sentencia el periódico The Guardian en su editorial del 10 de diciembre, el cual añade que “la economía del Reino Unido ha estado integrada con la UE por 45 años. Por eso, la UE está en su derecho de ofrecer un acceso preferencial con el fin de mantener algunos lineamientos en subsidios, impuestos, empleos, estándares, reglas y garantías medioambientales”.

En todo caso, con la certeza de lo impostergable y con posturas encontradas, la UE busca curarse en salud ante un colapso de los diálogos. Por ello, la Comisión Europea presentó su plan de emergencia en materia de derechos pesqueros y transporte aéreo y terrestre. Como apuntó Von der Leyen, “no hay garantías de que el acuerdo alcanzado pueda entrar en vigencia a tiempo”.

El país sigue dividido por cuenta del brexit. Desde que se celebró el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea en 2016, son más los que piensan que la salida fue un error histórico.

Debido a que el Reino Unido saldría definitivamente de la UE y el mercado único europeo, el plan se concentra en cuatro puntos específicos sobre los que la UE negociará una regulación temporal: las conexiones aéreas fundamentales con el Reino Unido, la seguridad aérea, los transportes terrestres y un marco legal sobre pesca. En el caso de los de tipo aéreo y terrestre, las regulaciones, previstas para ser válidas por un plazo de seis meses, dependerán de que el Reino Unido “asegure” una reglamentación recíproca. A su vez, la Comisión también propondrá una regulación especial para acceso recíproco de navíos pesqueros británicos y europeos a sus aguas territoriales, el cual sería válido durante todo 2021.

La UE recuerda que el brexit todavía es considerado un desplante sin precedentes. En la nota de presentación del plan, la Comisión señaló que esta situación “es la consecuencia natural de la decisión del Reino Unido de abandonar la UE y no participar más del mercado común y la unión aduanera”.

En todo caso, el tiempo se está acabando, y cada parte sigue enrocada en sus posiciones de partida: el Reino Unido insiste en recuperar su plena independencia, y los europeos, en proteger su mercado único. Han logrado algunos avances claves, como acordar que facilitarán la circulación de bienes entre la isla de Gran Bretaña y la región británica de Irlanda del Norte de no llegar a un acuerdo comercial ‘posbrexit’. Esto le da tranquilidad a la transición, ya que el asunto ha sido un constante dolor de cabeza desde el inicio del proceso del brexit, por la necesidad de evitar el resurgimiento de una frontera física con la vecina República de Irlanda, miembro de la UE.

Las trabas siguen siendo múltiples. La UE está dispuesta a ofrecer al Reino Unido un acuerdo comercial sin derechos de aduana ni cuotas, pero no desea permitir que se desarrolle a sus puertas una economía desregulada, que le ocasionaría una competencia feroz. Por otro lado, el marco legal de un eventual pacto es fundamental para la UE, ya que la confianza quedó seriamente dañada después de que Londres intentó reescribir unilateralmente el Acuerdo de Retirada, lo que modificó detalles negociados relativos a controles aduaneros en Irlanda. Y también están los derechos de pesca, ya que durante décadas barcos pesqueros europeos han hecho capturas en aguas británicas, y Londres pretende cambiar ese mecanismo.

En definitiva, si no hay un acuerdo comercial para el primero de enero, el comercio entre Londres y los 27 miembros de la UE se llevará a cabo únicamente bajo las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que significa aranceles o cuotas y la amenaza de un nuevo choque para unas economías de capa caída por el coronavirus. Y aunque se selle el pacto, una cosa queda clara: las dos partes, pero sobre todo Reino Unido, entran en terreno desconocido.