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El Presidente de Costa Rica da pataleos de ahogado para sacar adelante su propuesta de paz para Centroamérica

27 de julio de 1987

Dentro de unos diez días aproximadamente, el Presidente de Costa Rica iniciará una gira por los países centroamericanos, para escuchar críticas y sugerencias a su plan "Una hora para la paz" y para instar a sus colegas del área para que llegue a buen puerto la postergada cumbre de los cinco mandatarios istmeños.
Tanto el plan que lleva su apellido como la cumbre centroamericana a realizarse en Guatemala, parecían en peligro de muerte a mediados de este mes.
El 12 de junio, tras una gira altamente persuasiva del enviado especial del presidente Reagan, Philip Habib, el mandatario salvadoreño José Napoleón Duarte "pateaba el tablero" al proponer la cancelación de la reunión de Guatemala que debía realizarse los días 25 y 26 de junio. Veinticuatro horas después en uno de sus tradicionales virajes, matizaba su posición proponiendo que no se "cancelara" sino que se "suspendiera" hasta los días 10 y 11 de agosto y se la preparase con, al menos, tres reuniones preparatorias a nivel de cancilleres.
Honduras, otro país visitado por el señor Habib, también ponía su grano de arena para impedir el diálogo de los presidentes centroamericanos, al echarle la culpa a Guatemala de la postergación, "por haber mantenido diálogos bilaterales con Nicaragua".
El gobierno sandinista, a través del propio presidente nicaraguense Daniel Ortega, rechazaba la postergacion e insinuaba claramente que Duarte había actuado "bajo presión de Washington".
No parecía una acusación gratuita: desde el otro extremo del espectro ideológico, el dirigente ultraderechista salvadoreño Roberto D'Aubuisson afirmaba exactamente lo mismo.
Pero sería el propio Ronald Reagan el que se encargaría de confirmar las suspicacias de Managua al decirle al propio Arias en su cara que no estaba de acuerdo con el plan, porque éste plantea la eliminación de un diálogo con los contras.
Arias, para colmo, fue recibido por una puerta lateral de la Casa Blanca y por esa misma puerta se marchó tras la decepcionante entrevista, sin que se le permitiera tomar contacto con la prensa.
Christopher Dodd, senador demócrata por Connecticut y hombre muy influyente en el Senado, que hace unos meses sugirió a Arias algunas modificaciones en el texto original del plan, reaccionó con indignación afirmando que el mandatario norteamericano había "matado" la iniciativa de paz.
Arias, que ha hecho de este proyecto la mayor inversión política de su mandato, no se dio por vencido y se dedicó a entrevistar a otros funcionarios y legisladores para tratar de compensar el desaire de Reagan.
Simultáneamente Vinicio Cerezo, el anfitrión de Esquipulas, procuró no quedar desairado y realizó un viaje relámpago a Honduras, donde logró persuadir al presidente José Azcona Hoyos y al propio Duarte para que la cumbre centroamericana tuviera lugar el 6 y 7 de agosto próximo, aunque concediendo al gobernante salvadoreño que hubiera reuniones previas de los cancilleres.
El presidente Ortega se mantuvo duramente muchos días inflexible en su decisión de no aceptar la postergación y los encuentros previos de los ministros de relaciones exteriores, alegando que nada se lograría si Estados Unidos no tenía voluntad real de negociación y argumentando que los encuentros ministeriales sólo servirían para "enredar la situación".
Sin embargo, el 24 de este mes, tras una visita al mandatario panameño Eric Arturo del Valle terminó por ceder y anunció la participación nicaraguense en Esquipulas II.
Esta es la situación actual, que en cualquier momento puede ser alterada por nuevos exabruptos que hagan naufragar esta iniciativa pacificadora, así como lograron paralizar la acción negociadora de Contadora durante más de un año.
Como saldo queda claro que la administración estadounidense sigue pensando en una "solución militar" para Centroamérica aunque, por momentos, simule apoyar la negociación para no perder pie frente al Congreso, que está dominado por los demócratas y debe aprobar o rechazar en septiembre próximo, la ayuda de 105 millones de dólares a los contras.
Sin embargo, el panorama es inquietante pero no totalmente negativo: el bloque de Tegucigalpa, conformado por el Salvador, Honduras y Costa Rica, se ha fracturado. Costa Rica se alínea cada vez más junto a Guatemala en la lucha por una salida negociada. Las razones que se esgrimieron para presentar al Plan Arias como una alternativa más sencilla y viable que el acta de paz de Contadora han quedado barridas por la contundencia de los hechos.
Y los países centroamericanos han tenido que volver a dirigir los ojos hacia los ocho (Contadora y el Grupo de Apoyo) que pronto, en los primeros días de julio, intentarán en una reunión de cancilleres recuperar el protagonismo perdido.