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BUSH PRESIDENTE. ¿COMO LO HIZO?

El hombre que hace un año fue llamado "pelota" será el próximo presidente de EE.UU. SEMANA analiza este fenómeno político.

5 de diciembre de 1988

En octubre del año pasado, cuando la candidatura de George Bush era una carta en una baraja de posibilidades, la revista norteamericana Newsweek publicó una de sus ediciones con una carátula en la cual aparecía el entonces vicepresidente y precandidato republicano al mando de una embarcación y vestido de marinero. La foto, que parecía inofensiva, iba acompañada por un titular que haría poner los pelos de punta a cualquier político del mundo: Bush battles the wimp factor, cuya traducción no es fácil de encontrar en los diccionarios porque wimp pertenece al lenguaje de las aceras. En la práctica, su unica equivalencia correspondería en español a lo que los adolescentes en Colombia llamarian una "pelota". De esa forma, lo que Newsweek decía era "Bush combate el factor pelota". Hasta donde se tenga noticia, nadie se había atrevido a publicar una expresión de esa naturaleza para referirse a un hombre que, desde entonces, parecía firme en el camino de convertirse en el siguiente presidente de los Estados Unidos.
Esta semana, exactamente un año después, ese hombre está registrando una cotundente victoria electoral que lo llevará a la Casa Blanca. Se trata nada menos que del primer vicepresidente en 150 años en llegar a la presidencia por voto popular. Otros, como Johnson y Ford, accedieron por la falta absoluta del titular, en un caso por su muerte y en el otro por su renuncia. Nixon sólo logró ser presidente luego de perder las elecciones en que compitió con Kennedy mientras era el vicepresidente de Eisenhower. Pero por voto popular, ningún vicepresidente en ejercicio lo había logrado en siglo y medio.
La victoria de Bush es más sorprendente si se tiene en cuenta que hace unos pocos meses las encuestas señalaban que iba perdiendo frente al candidato demócrata Michael Dukakis, por la exorbitante cifra de 17 puntos. En el punto más bajo de sus posibilidades, la gente se desternillaba de risa ante el impactante discurso del senador Edward Kennedy quien en la Convención demócrata preguntaba, refiriéndose a los escándalos de la venta de armas a Irán para pasarle el dinero a los contras nicaragüenses, y a otros muchos episodios del gobierno de Reagan: ¿ Where was Ceorge?("¿Dónde estaba George?"). Todo parecía ir en su contra, y ni siquiera sus partidarios más acérrimos creían que su esfuerzo pudiera dar frutos. Hoy mucha gente se preguntas: ¿qué pasó? ¿Cómo logró que en apenas 100 días se invirtieran dramáticamente las tendencias de opinión de los norteamericanos? ¿En dónde quedó el famoso Wimp factor?
La impresión de que se trataba de una pelota nació para muchos del papel de segundón que jugó en la política desde que Richard Nixon lo nombró embajador ante las Naciones Unidas con la tarea específica de defender la permanencia en el organismo de la China Nacionalista -o Taiwan- mientras a sus espaldas el propio presidente maniobraba para el ingreso de la China Comunista. Tampoco contribuyó a mejorar su imagen el que hubiera asumido la dirección del Comité Nacional Republicano en el callejón sin salida de Wartegate ni haber aceptado la dirección de la CIA tras la desastrosa era de William Colby. Pero sobre todo sus ocho años en la vicepresidencia, donde las funciones más representativas se reducían a la asistencia a las posesiones y funerales de los jefes de Estado extranjeros, contribuyeron a reforzar la idea de que George Bush no podía ser más que un segundón. Lo que los gríngos llaman un yes man.
Pero si se mira un poco más adentro, se recuerda que en 1980, cuando su imagen política estaba en un punto bastante bajo, compitió por la candidatura republicana para ser derrotado sólo por Ronald Reagan, quien le nombró para que le acompañara en la vicepresidencia. La campaña de Bush en ese año se recuerda como una empresa combativa, en la que inventó el término Voo-doo economicos para ridiculizar la política económica de su competidor y en la que logró, por primera vez, ser considerado a nivel nacional con verdadero respeto.
Pero a pocos meses de las elecciones, el problema de imagen de George Bush parecía invencible. El peso de su educación de Yale, que le llevaba a usar una terminologla que a sus conciudadanos les sonaba demasiado "encopetada" solo era superado por su evidente falta de carisma ante las cámaras de televisión. Tras sus apariciones, los votantes quedaban siempre con la sensación de que Bush estaba allí porque lo habían colocado y no por méritos propios.
Poco después de la Convención Republicana, Bush resolvió cambiar de estrategia. Al fin y al cabo, pensaron sus asesores, era mucho mejor pasar por "S.O.B." que por wimp, lo que dicho en buen romance equivaldria a que es mejor un "H.P.", que una "pelota", aparte de que a un "H.P." jamás se le llama pelota. Ese cambio de actitud se reflejo en una campaña de agresividad sin precedentes, en la que los asuntos de fondo, que siempre habían estado a la zaga, pasaron definitivamente a un segundo plano. De ahí en adelante Bush, que apareció con una seguridad renovada -que se notó en la entrevista con el temido periodista Dan Rather- comenzo a atacar a su adversario Michael Dukakis mediante los argumentos más ofensivos, aún a despecho de que se tratara de la interpretación amañada de verdades conocidas. Lo primero fue la difusión de versiones según las cuales Dukakis había tenido problemas de estabilidad emocional y había requerido tratamiento siquiátrico, a lo que siguieron ataques en que desestimo el patriotismo del "Duke" y ridiculizó sus ejecutorias como gobernador de Massachusetts. Al final, llegó hasta a culpar a Dukakis por las violaciones cometidas por un criminal dentro de un programa de salidas temporales de la cárcel que el "Duke" había heredado de su antecesor en la gobernación del Estado.
Ese cambio de imagen fue seguido por la estrategia de mantener a Dukakis constantemente a la defensiva, algo que llegó a su extremo cuando logro convertir la expresion "liberal" en un término ofensivo para cualquier norteamericano decente. En eso también tuvo éxito, pues Dukakis, acorralado, picó el anzuelo al negar en primera instancia ese "cargo" para luego, sólo una semana antes de los comicios, dejar a un lado las evasivas y asumir, aunque en forma un poco vergonzante, su liberalismo "al lado de los padres de la patria norteamericana". Al contrario de lo que pasa en Colombia, donde ningun conservador podría llegar a la presidencia invocando su calidad de tal, en Estados Unidos el término liberal, por virtud de la campaña de Bush, se había convertido en un factor de derrota.
Una decisión que en un momento dado pareció complicarle la vida a Bush fue el nombramiento de Dan Quayle como su compañero de fórmula. Todo indica que los asesores del vicepresidente tenían la tesis de que un candidato de menor estatura política resultaría engrandeciendo la imagen de Bush pero se les fue la mano. Dan Quayle no sólo fue incapaz de atraer a la franja más joven del electorado, sino que resultó involucrado en varios escándalos, uno de ellos provocado cuando se descubrió que había evadido el servicio militar en Vietnam con el expediente de ingresar a un cuerpo de medio tiempo como la Guardia Nacional. Pero la nueva imagen de Bush ya estaba en marcha y el efecto negativo quedó oculto tras las bambalinas a las que enviaron a Quayle, luego de su desastroso debate televisado con Lloyd Bentsen.
Pero en lo que coinciden todos los analistas es en que Bush se benefició fundamentalmente de la prosperidad de la era de Reagan, ficticia o no. Pasando por alto la desastrosa balanza comercial, la bandera de "No más impuestos" resultó demasiado atractiva para un norteamericano que no se detiene a pensar si la bonanza -"la recuperación del orgullo norteamericano"- era o no al debe. Como quedo demostrado, las estrategias publicitarias de Bush dieron en el blanco, sus ataques contra Dukakis produjeron las brechas deseadas y el cambio de imagen no puede calificarse sino de exitoso.
Curiosamente, los medios de comunicación y buena parte de la opinión publica norteamericana al final comenzaron a rechazar los métodos de su campaña, pero era demasiado tarde. Varios de los diarios más influyentes del país entre ellos el New York Times publicaron en las dos últimas semanas editoriales en los que le daban su apoyo irrestricto a Dukakis contra los desafueros de quien ya se perfilaba como seguro ganador.
Esas corrientes de opinion reconocieron finalmente que Dukakis fue durante el curso de la campaña mucho más responsable que Bush. Pero esa responsabilidad fue un factor determinante de su derrota. Cuando comenzaron los ataques personales, era evidente que el equipo demócrata no estaba preparado para pelear en ese campo. Sus respuestas y contraataques resultaron siempre débiles. Pero además, Dukakis se vio en la difícil posición de sostener el "no se puede", contra el "castillo de naipes" armado por Bush, mientras trataba de convencer a los votantes sobre la fragilidad de esa construcción. Su posición calificada de realista, frente al armamentismo, sólo le gano que se le acusara de querer poner a los Estados Unidos en condiciones de inferioridad. Sobre todo lo demás, quedó demostrado que, a diferencia de la tendencia que se observa en casi todas partes del mundo, en Estados Unidos cuando un candidato ofrece la continuidad y el otro el cambio, se quedan con el primero.
Elegido George Bush como presidente de los Estados Unidos, deberá enfrentar la década final del siglo con todas las baterias cargadas. Hoy, los analistas políticos norteamericanos se preguntan como se retractará, si es que lo hace, de las afirmaciones que hizo durante la campaña, y en especial de aquella que tanto escozor creo entre sus adversarios: "No más impuestos". Pero Bush ha demostrado que es un hombre capaz de voltear las circunstancias adversas, aunque para ello deba sacrificar los medios en pos del fin.

BUSH Y LATINOAMERICA
El nuevo presidente de los norteamericanos no ha fijado aún una política definida sobre sus vecinos de la América Latina. Hasta el día de ayer estuvo preocupado por los votos de sus compatriotas, y las referencias que hizo de temas latinoamericanos se circunscribieron por lo general a situaciones que amenazan la seguridad y los intereses estadounidenses en el área. Pero, espulgando en sus discursos e intervenciones, se puede intentar un esbozo de sus propositos con respecto a esta parte de América, que consisten, a juicio de los observadores en terminar lo que no pudo Ronald Reagan.

AMERICA CENTRAL
Continuismo de Reagan. Ayuda a los contras. Disponibilidad para conversar con Daniel Ortega, pero ni una palabra con Fidel Castro. Su propósito, dice, será el de promover la paz, pero "no a costa de la libertad". En el caso de América Central, promete establecer y sostener a aquellos gobiernos "comprometidos con la libertad y la democracia, gobiernos que respeten los derechos humanos y la soberanía de sus vecinos. Una paz que no logre este objetivo es apenas sinónimo de rendición. Debemos continuar resistiendo los esfuerzos de los soviéticos y los cubanos que fomentan la revolución marxista a través de Centro y Sur América. Debemos seguir diciéndoles a los cubanos cómo es de verdad el mundo, y no como Castro les dice que es". (Hace más de una década, Richard Nixon expuso la tesis de que la Tercera Guerra Mundial ya había comenzado y que estaba siendo llevada a cabo por el comunismo internacional).
Sobre el papel, su programa para la América Central busca:
-Autodeterminación democrática de sus pueblos.
-Desarrollo económico y social.
-Respeto por los derechos humanos.
-Búsqueda de soluciones por la vía diplomática.
-Cooperación para combatir las amenazas a la seguridad y la paz.

DERECHOS HUMANOS
Bush asegura que luchará contra toda violación a los derechos humanos por parte de regímenes de derecha, como en Chile y Paraguay, o por las dictaduras de izquierda en el Caribe. "Tenemos que ser fieles a nuestro compromiso con la libertad y la democracia". Sobre la posibilidad de intervención ha dicho: "La amenaza a la vida de norteamericanos es suficiente razón para enviar tropas a cualquier parte".

DEUDA EXTERNA
Continuismo de Reagan. Apoyo del Plan Baker, que supone la refinanciacion de la deuda externa de América Latina, país por país. Fortalecimiento de esos mercados y saneamiento de sus economías, fundamentales para el pago de la deuda. "No quiero ver que los bancos no puedan cobrar el dinero que les deben".

ZONA LIBRE
El crecimiento económico como parte de su política exterior. Acuerdo con México para crear una zona libre de grandes dimensiones, como la que existe con el Canada.

DROGA
Tema prioritario de la política exterior en su administración. Ataque frontal a las drogas tanto en su suministro como en su consumo. Mantener la distribución de narcóticos fuera de las fronteras norteamericanas. Penas más duras. "Una persona que trafica con droga destruye los valores de la familia y de la sociedad ". A los capos del narcotrafico, a aquellos que cometan asesinatos relacionados con drogas, les promete la pena de muerte. Su vicepresidente, Dan Quayle, presidiría una especie de Consejo de Guerra contra las Drogas y un militar de alto rango comandará todas las estrategias militares."Utilizaremos todo nuestro poder contra los carteles del narcotráfico. Si es necesario, usaremos el Departamento de Defensa con nuestros activos militares".

BUSH Y LA CIA

En enero de 1976, George Bush remplazó a William Colby como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en medio de un escándalo que había revelado la participación directa o indirecta de esa organización en numerosas operaciones ilegales, dentro y fuera de los Estados Unidos.
Según fuentes cercanas, Bush ayudó en los primeros meses de su mandato como zar de la inteligencia norteamericana a restaurar la moral dañada de la central, restableció lazos de colaboración con otros cuerpos de inteligencia en el mundo y protegió a la CIA del escrutinio del Congreso, que en aquel entonces se habia dedicado con la prensa a destapar todas las ollas podridas de tanta guerra fría. Con la promesa de que él personalmente informaría a las dos cámaras sobre las actividades de la agencia, Bush convenció a los congresistas de que la razón de ser de su central obligaba a que no fueran ventilados todos sus problemas en público.
La luna de miel entre los legisladores y Bush duro hasta el día en que el Congreso escucho que la central enviaba armas a los rebeldes de Angola, después de que el Senado había prohibido toda ayuda a las fuerzas de Jonás Savimbi. Al principio, Bush lo nego, pero después admitió el error, ahadiendo que acababa de enterarse. Poco a poco, sin embargo, el mismo Bush fue llenando de datos a los congresistas sobre la expansión soviética y cubana en Africa del Sur hasta voltear la moneda y lograr que el Congreso aprobara nuevas operaciones en el área.Las relaciones entre ambas instancias de poder volvieron a ser cálidas. Pero esto no duró mucho.
En junio de 1976, cuatro grupos cubano-norteamericanos formaron el Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) con el fin de buscar apoyo político para tumbar al líder cubano Fidel Castro. Sus miembros comenzaron a trabajar directamente con los cuerpos secretos de Chile, Paraguay y Nicaragua. El CORU se atribuyo seis bombas colocadas en distintas partes del hemisferio, una de ellas en la misión cubana de las Naciones Unidas. Se estableció que veteranos de la CIA en retiro, algunos que aún recibían dinero de la central como informantes, participaron en esas acciones. Bush manifestó en su momento que ignoraba todo aquello, pero estuvo sin embargo al tanto cuando, también en el 76, la misma CIA colaboró en la detención del pediatra anticastrista Orlando Bosch en Costa Rica, quien planeaba asesinar a Henry Kissinger por comerciar e intentar mejorar las relaciones norteamericanas con Cuba. De igual manera, la CIA de Bush intervino cuando se entero que la agencia de inteligencia chilena DINA -a través de la llamada Operación Cóndor- intentaba dar muerte a varios izquierdistas de su país en el exilio, utilizando para ello personal retirado de la central norteamericana.
El 21 de septiembre, una bomba (como las que vendía el ex CIA Edwin Wilson) colocada bajo el sedán del ex embajador chileno en Washington, Orlando Letelier, acabó con su vida y la de Ronnie Moffill, un norteamericano que trabaja en una acción que se dijo formaba parte de la Operacion Cóndor, en la que agentes de un país hacían el trabajo sucio para los de otro. En aquella ocasión y frente a la investigación adelantada por la Procuraduría norteamericana, Bush dijo que la CIA quería ayudar pero recordo que por decreto le tenían prohibido inmiscuirse en los incidentes que ocurriesen dentro de los Estados Unidos. Bush, por lo tanto, solicitaba una protección especial, a nivel presidencial, para soltar la información que poseía. El Departamento de Justicia se la consiguió. De allí en adelante, la CIA podría manejar información relevante a nivel doméstico, siempre y cuando la entregara a ese departamento del Ejecutivo, para que el FBI actuara de frente. De todas formas, la CIA no dijo mucho sobre aquel episodio. Sólo después de salir Bush de la central, se supo por ejemplo que el embajador norteamericano en el Paraguay, George Landau, había avisado a la CIA, meses atrás, de las visas otorgadas a dos agentes chilenos que viajaban con pasaportes paraguayos falsos a la ciudad de Washington, seguramente con la intención de planear el asesinato de Letelier. Hace ocho años, en una entrevista, Bush negó su conocimiento de este hecho, alegando que se encontraba entonces en la China.
Bush abandono la dirección de la CIA, al asumir el presidente Carter y en medio de los múltiples cargos y peticiones de documentos que el Procurador General, Edward Levy, le seguía haciendo a su agencia. Antes de dejar su puesto, Bush intercedio ante el Departamento de Justicia para que abandonara el caso del ex director de la central, Richard Helms, por perjurar no haber participado en la caída de Allende. En cambio, insistió en que se llevara ante los tribunales al periodista Bob Woodward, quien seguía poniendo su dedo en las llagas de la CIA, orquestado por otros colegas de renombre, como Tad Szulc y Seymour Hersh.
George Bush se ha negado en repetidas ocasiones a ser entrevistado sobre estos asuntos de su época al frente de la CIA, blandiendo la misma defensa de su colega Helms: "Yo jure proteger los secrelos de la agencia". Y cuando algo ha salido a flote, ha insistido en que el no sabía nada, eslogan que repitió como vicepresidente, alrededor del escándalo IránContras. "La primera vez que me enteré de los detalles del escándalo fue cuando me lo contó el senador David Duremberg, en diciembre de 1986", un mes después de que el Procurador General, Edwin Meese se lo hubiera dicho al mundo entero, a través de una conferencia de prensa televisada. "Estaba en un partido de fútbol entre el Ejército y la Marina", respondió Bush sobre una reunión clave donde se habría discutido el intercambio. Y no recuerda haber escuchado otro día el agrio debate entre el Secretario de Estado, George Shultz y el de Defensa, Caspar Weinberger, sobre la venta de misiles a Irán. Sus asistentes dicen de manera ingenua para protegerlo, que seguramente en ese momento de la discusión, Bush estaba en el baño. Una investigación minuciosa del caso Irangate demuestra que entre los centenares de individuos involucrados en el affaire, solo ocho ignoraban los detalles del intercambio armas-rehenes y el dinero por debajo de cuerda para los contras. Uno, William Casey, de la CIA, está muerto. Robert McFarlane, John Poindexter, Oliver North, Richard Secord y Albert Hakim han sido declarados responsables. El séptimo, deja la presidencia de los Estados Unidos el próximo 20 de enero y el octavo y último George Bush, la recibe.
En numerosas ocasiones, el vicepresidente había manifestado que de todos los puestos ocupados por él, éste de la dirección de la CIA, fue el que mejor lo preparó para la presidencia de los Estados Unidos. El sabrá, muy en secreto, por qué.