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CAE UN "DURO" POR SER "BLANDO"

La destitución de Enders es sólo la punta de un iceberg de cambios en la administración Reagan sobre Centroamérica.

La noticia de la destitución de Thomas Enders, encargado de los Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado, estuvo a punto de robarse el show de la cumbre de Williamsburg. La prensa norteamericana le dio, de hecho, a tal noticia un notable despliegue y la vinculó con la noción de un "endurecimiento" de la política de la Casa Blanca ante la crisis Centroamericana.
La mayoría de los diarios estadounidenses coincidieron en señalar que el relevo de Enders lo ocasionó el hecho de que él favorecía un cierto tipo de negociaciones con las guerrillas salvadoreñas. En verdad, parece irónico tildar a Enders de "blando" dada su trayectoria política. El fue traído a este ultimo cargo por Alexander Haig, dada su fama de rudo. Enders se había ganado ese prestigio desde 1969, cuando participó en la coordinación del bombardeo secreto a Camboya durante la guerra de Vietnam. Sin embargo, parece que al cabo de dos años de iniciada su gestión última, Enders entendió que una solución exclusivamente militar al problema de El Salvador no era lo ideal ni lo factible.
Tal punto de vista chocó con los de William Clark, asesor de Seguridad Nacional y con el Jane Kirkpatrick, embajadora norteamericana ante la ONU, ambos exponentes de la línea dura de la administración Reagan.
Esta última había estado vinculada también a la destitución del mismo Alexander Haig, el año pasado, por diferencias políticas.
Según el "Washington Post", la Kirkpatrick amenazó con renunciar, el pasado diciembre, si Enders no era removido. La oportunidad para lograrlo llegó cuando Shultz, el canciller norteamericano, regresó del Medio Oriente y quiso tomar el control del Consejo de Seguridad Nacional.
Clark, que cuenta con el apoyo del Presidente, pidió entonces el desplazamiento de Enders a otros menesteres.
Así fue como "le encontraron otro puesto".
En realidad, Enders era partidario de una política de "dos vias" ante el conflicto salvadoreño: apoyo militar y negociaciones con las fuerzas del Fara bundo Martí. Enders, además, se había opuesto a la publicación de un informe sobre Centroamérica en el que se denuncia una "intervención en gran escala" del bloque soviético en la región. Para él, tal papel era sólo un "montón de sobras recalentadas" que no decía nada nuevo sobre la región. Sus rivales también le achacaban la maraña de acuerdos entre los líderes del congreso y la administración sobre la aprobación de fondos militares para el gobierno salvadoreño, compromisos que incluyeron la condición de em prender "negociaciones incondicionales" con la guerrilla salvadoreña a cambio de otorgar tales creditos a Magaña.
Quien reemplazó a Enders, Langhorne Motley, embajador norteamericano en Brasil, es considerado como un conservador pragmático carente de experiencia en América Central, lo que lo hace ideal para el puesto ya que no podrá tener ideas propias sino expresar las de Clark y la Kirkpatrick.
Otro afectado con la remoción de Enders fue Hinton, el embajador norteamericano en El Salvador, quien apoyaba la vía de Enders.
Estos ajustes, que los observadores muestran como parte del endurecimiento de la posición de Reagan, se deben básicamente a que pese a 105 cambios tácticos en el ejército salvadoreño la situación sigue igual o peor que antes.
Dos hechos parecen haber precipitado este criterio. El atentado contra el asesor militar Albert Shaufelberger, en San Salvador, y la captura y destrucción por las fuerzas rebeldes de la base militar ubicada en el cerro Cacahutique, en Morazán, defendida por 250 soldados, y que era considerada como elemento clave para las comunicaciones en un amplio corredor de la zona.
Estas circunstancias hicieron recordar al noticiero ABC que Reagan al preguntársele si se enviarían tropas norteamericanas a El Salvador, contestó con un enigmático "no han sido pedidas". ¿Qué pasaría--inquirió un comentarista de la misma cadena estadounidense-si ,presionado por la Casa Blanca, el gobierno de Magaña pide la presencia de tropas de USA en su país? Reagan, así pues, estaría--según varios observadores--acercándose a la decisión más difícil de su mandato.
Al menos esto es lo que las grandes revistas norteamericanas reflejan.
Fuera de los informes especiales que "Newsweek" y "Time" dedican a estos hechos, el otro importante magazine "U.S. News & World Report" encabeza su informe con un sugestivo titulo: "Vuelta al dolor de cabeza número uno". En todas ellas se respira preocupación. Nadie sabe en realidad qué va a pasar en la región y existe el temor de que más militares norteamericanos sean asesinados, especialmente tras el anuncio del Frente Farabundo Martí de que continuará considerando como objetivo militar todo asesor, avión, helicoptero, ctc., norteamericano que se halle en suelo salvadoreño.
También inciden en estos pronósticos los informes conocidos recientemente sobre la decisión del Pentágono de instalar una base militar en Puerto Castilla, territorio hondureño, para entrenar tropas salvadoreñas. Tampoco escapa al análisis de los observadores la remoción de Wallace Nutting, veterano general que era el jefe del Comando Sur del ejército norteamericano en las bases militares en el Canal de Panamá y el nombramiento como su sucesor de Paul Gorman, un general que entrenó las Boínas Verdes que intervinieron en Vietnam.
A la tendencia que estas movidas dejan ver, de ampliación de la intervención de Washington en Centroamérica, se opone el "Grupo de Contadora" que logró reunir en Cartagena el pasado fin de semana, por primera vez, a los cancilleres de toda la región, tras 5 meses de negociaciones, rompiendo la cerrada negativa hondureña a dialogar con su vecina Nicaragua.
¿Se precipita, pues, una "solución militar" definitiva en Centroamérica? Probablemente. Lo que si sería incierto es el resultado final de esa acción. El prestigioso matutino de Boston, "Christian Science Monitor", lo decía en estas palabras la semana pasada: "El punto es que una solución militar no es posible. Lo es quizá en teoría, pero una victoria militar contra la revolución izquierdista en Centroamérica requeriría tan masivo y continuo compromiso de personal y ayuda norteamericana que seria insoportable políticamente".

"LOS PARTIDOS ESTAN VIVOS EN CHILE"
Otro activo dirigente de la oposición chilena visitó a Bogotá el 25 de mayo pasado. En declaraciones a SEMANA, Andrés Zaldívar, presidente de la Democracia Cristiana Internaciona (DCI), hablando sobre la situación del Cono Sur de América Latina, señaló que allí se está registrando un proceso de apertura democrática "del cual Chile no tiene por qué estar excluído". "Mi país regresará a la democracia más temprano que tarde, forzada por el reclamo del propio pueblo", agregó.
Zaldívar, ex ministro de Hacienda de Eduardo Frei, vive desde 1980 exiliado en España. Ese año, tras unas declaraciones que él hiciera en México a un importante diario de ese país, las cuales el gobierno de Santiago calificó de "inapropiadas". Le fue impedido por éste regresar a su patria.
"Para lograr ese retorno a la democracia son necesarias acciones, antes que palabras", dijo el líder de la Democracia Cristiana, aclarando que los métodos de su corriente política son los de "buscar una transición pacífica hacia la democracia, mediante la búsqueda de un consenso entre las fuerzas democráticas".
En ese sentido, se mostró inclinado a favorecer la conformación en Chile de una multipartidaria, semejante a la argentina, que de inicio a acciones de conjunto que "estructuren una altenativa para el país".
Sin embargo, su concepción de esa multipartidaria excluiría algunas de las fuerzas opositoras chilenas. "El Partido Comunista Chileno no será parte de esa multipartidaria, pues ese partido no impulsa soluciones democráticas sino dictatoriales" declaró.
Refiriéndose a los últimos acontecimientos ocurridos en Chile, donde estallaron protestas en las principales ciudades en desarrollo de una jornada de lucha organizada por diversos sindicatos, Zaldívar estimó que estas acciones "no son consecuencia únicamente de la más reciente coyuntura, sino que es una expresión de las realidades del país, de la crisis de los más diversos sectores sociales".
Chile, agregó por otra parte ha sido víctima de la escuela económica de Chicago. "Los liberales trasnochados han destruido el Cono Sur latinoamericano; esa es la lección que debemos sacar, para poder buscar soluciones nuestras, distintas, para la actual crisis económica en América Latina".
Zaldívar viajó a Bogotá para presentar al Presidente Betancur un mensaje de la DCI de apoyo a las gestiones del Grupo de Contadora, en relación con la crisis centroamericana. No obstante, no pudo evitar que las preguntas de los medios colombianos se centraran sobre la situación de Chile. Absolviendo una pregunta de SEMANA sobre el más reciente discurso del Presidente Pinochet en el que éste rechazó la posibilidad de que su régimen abra un proceso de transición hacia un gobierno civil Zaldívar declaró: "Pinochet podrá tener esa opinión, pero será la historia la que dirá la última palabra. Tal fue el ejemplo de España. Tras 40 años de dictadura reaparecieron los partidos con la misma fuerza que antes. Eso ocurrirá también en Chile, donde los partidos están vivos. Solo les faltaba un espacio para manifestarse".