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CAMBIO DE GUARDIA

El triunfo del laborismo en Israel abre nuevas esperanzas de paz para el Medio Oriente.

27 de julio de 1992

LA VICTORIA DEL PARTIDO LABORISTA Y SU líder: Yitzhak Rabin en Israel sorprendió a todo el mundo, comenzando por los israelíes. Tras 15 años en el poder, el partido Likud fue víctima de sus disputas internas y del desgaste de su líder Yitzhak Shamir, de 76 años. La consecuencia más importante es que el Laborismo favorece el concepto de "tierra por paz" para resolver el conflicto con los habitantes palestinos que viven en Israel y las zonas ocupadas hace 25 años. Ese es precisamente el principio en que se basan las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como marco para un eventual acuerdo de paz de Israel y sus vecinos.
Por esa razón, el resultado de las elecciones del martes pasado era ansiosamente esperado en varias capitales y, sobre todo, en la de Estados Unidos. Las relaciones entre Washington y Jerusalén estaban en el punto más bajo desde que el gobierno de George Bush bloqueó garantías a Israel por 10 mil millones de dólares, por la negativa de Shamir a suspender la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. Como era de esperarse, el próximo Primer Ministro declaró que sus prioridades se dirigirían hacia las negociaciones de paz para otorgar autonomía a los territorios de la Franja de Gaza y la ribera oeste del Jordán, y suspender lo que llamó "asentamientos políticos" de judíos en esos sectores, dentro del criterio de que "una paz que no contribuya a la seguridad ni tiene sentido ni merece ese nombre".
Rabin es un antiguo general de 70 años de escasísimas palabras y quien a pesar de las apariencias, es mucho más "halcón" (o guerrerista) que muchos de sus copartidarios, sobre todo su archirrival Shimon Peres.
Esa calidad le sirvió para ser elegido, porque sus estrategas pudieron vender la idea de que al votar por Rabin se podía salir del Likud sin caer en manos de las "palomas" del Laborismo.
A pesar de la amplitud de su victoria, que le significó una bancada parlamentaria de 45 escaños contra 32 del Likud, Rabin deberá efectuar alianzas para alcanzar el mínimo de 61 necesarios para formar un gobierno viable. En ellas deberá incluir a su aliado natural, el Partido Meretz, que con 12 escaños se inclina hacia la extrema izquierda y no tendría inconveniente en que se constituyera un estado palestino. Para completar la cifra tendrá que buscar la alianza de los partidos de ortodoxia religiosa, que fueron, después del Likud, los más afectados por la inserción de los 400 mil rusos que han inmigrado en los últimos tres años, y quienes en su gran mayoría carecen de vínculos fuertes con la práctica religiosa.
Pero el manejo político interno y el problema de los palestinos y los vecinos árabes, es apenas una parte de los enormes problemas que deberá enfrentar Rabin.
El nuevo Primer Ministro tendrá que manejar la recuperación de una economía prácticamente en quiebra, que soporta una deuda externa que no deja de crecer y que ahora alcanza la no despreciable suma de 66 mil millones de dólares.
A juicio del analista israelí Barry Chamish, el gobierno de George Bush apoyó calladamente a Rabin al no levantar su exigencia de suspender los asentamientos para otorgar los famosos 10 mil millones de dólares en garantía, pero tampoco extenderá un cheque en blanco a su nuevo aliado. Un borrador de propuesta de reforma de la economía israelí, redactado por el Departamento de Estado de EE.UU. y publicado por la prensa de Tel Aviv, contempla entre otras la reducción de los ministerios, la reducción de la inflación a través de la privatización de los bancos y las industrias estatales, así como la liberación de las tierras del Estado, que alcanzan el 93 por ciento del territorio anterior a 1967.
Si ese plan fuera adoptado, los observadores estiman que el Partido Laborista estaría volviendo la espalda a su pasado socialista para abrazar un ajuste económico que incluso los gobiernos de derecha del Likud fueron renuentes a hacer.
Pero el premio mayor podría ser demasiado atractivo como dejarlo de lado. Los analistas consideran que Washington quiere terminar con la "malsana dependencia" de Israel de la ayuda externa, y podría anular la deuda directa de 25 mil millones a cambio de la aplicación de los ajustes económicos que, a juicio del experto estadounidense Herbert Stein -asesor especial de Washington para la economía israelí- podría ser suficiente para terminar con la masiva ayuda norteamericana.
Rabin fue primer ministro entre 1974 y 1977, en un período en el que aunque carecía de experiencia política, fue catapultado al poder para llenar el vacío dejado por la renuncia de Golda Meir.
No fue una buena época ni para él ni para su país, plagado entonces de disputas internas agravadas por la impaciencia de Rabin para lidiar a los políticos y por un escándalo relacionado con una cuenta corriente que su esposa mantenía en Estados Unidos, un asunto que finalmente le sacó del poder. Pero él sostiene que ha aprendido de sus errores y, para la mayoría de sus conciudadanos, eso debe ser verdad.