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CAMBIO DE TERCIO

Distante de los gringos y coqueteando con la izquierda, Rodrigo Borja hereda de Febres profunda crisis económica en Ecuador.

5 de septiembre de 1988

Nuevos aires políticos surcarán los cielos del Ecuador a partir de este 10 de agosto, cuando asuma la presidencia del país el socialdemócrata Rodrigo Borja, en remplazo del derechista León Febres Cordero, en medio de una profunda crisis económica y una desgastada administración pública, señalada por sonados casos de corrupción.
Borja, ideólogo, fundador y militante desde hace 20 años del partido Izquierda Democrática, llegó a la presidencia para un periodo de cuatro años, tras dos intentos en que fue derrotado (1978 y 1984) y después de haber ganado el pasado 8 de mayo por 200 mil votos al político populista Abdalá Bucaram, controvertido líder actualmente residente en Panamá.
A la toma de posesión del presidente Borja habían confirmado su asistencia hasta el momento de este despacho los jefes de Estado de Argentina, Raúl Alfonsín; Colombia, Virgilio Barco; Costa Rica, Oscar Arias; Nicaragua, Daniel Ortega; Portugal, Mario Soares; Uruguay, Julio María Sanguinetti y Venezuela, Jaime Lusinchi. La sorpresa la constituiría la presencia (a último momento) del presidente de Cuba, Fidel Castro. Así mismo, vendrán los vicepresidentes de Bolivia, España, Guatemala y Perú, junto con delegaciones de más de cien países y 300 periodistas nacionales y extranjeros acreditados para el evento.
Pero esta fiesta difícilmente puede ocultar que el nuevo presidente recibe un país económicamente deteriorado, hecho que se refleja por los 50 millones de dólares existentes en las arcas fiscales como reserva monetaria internacional, intereses no pagados de la deuda externa -estimada en poco más de 10 mil millones de dólares- por dos mil millones de dólares, una tasa de desempleo del 15%, a la que se agrega un 50% de desempleados de la población económicamente activa, un déficit fiscal calculado en 200 mil millones de sucres (400 millones de dólares), una inflación anual del 60%, y una permanente devaluación de la moneda nacional, que en menos de un año cayó de 150 sucres a 540 sucres por dólar, cifras sin precedentes en la historia nacional.
Para hacer frente a la crisis, el programa de Borja plantea como eje central la participación y concertación entre los diversos sectores del país, así como un mayor control del Estado en la economía, sin estatizaciones, a través del fomento de las fuentes de trabajo, la selectividad de las importaciones y una refinanciación "soberana y adecuada" para el Ecuador de su deuda externa con la banca privada acreedora y los organismos financieros multilaterales.
Pero aparte de la plata, hay que recuperar la credibilidad en la administración pública, seriamente deteriorada estos últimos cuatro años por denuncias de corrupción por parte de altas autoridades del gobierno socialcristiano de Febres Cordero. En la actualidad continúan prófugos de la justicia los ex ministros de Industrias y Comercio e Integración, Xavier Neira y Joffrey Torbay, ex secretario general de la Administración, acusados de estar comprometidos en peculados.
Borja cuenta con algunas armas para enfrentar la crisis. Para empezar, es previsible que las pugnas entre el Ejecutivo y el Legislativo cesarán durante los próximos cuatro años tanto en lo formal, porque la Izquierda Democrática controla 30 de los 71 escaríos del Congreso, como por el carácter tranquilo de Borja, a diferencia del temperamento fuerte y compulsivo de su antecesor, que tantos líos le causó.
Borja, en coalición partidista de última hora con la Democracia Popular (del democratacristiano ex presidente Oswaldo Hurtado), tiene todas las posibilidades para efectuar, con la mayoría legislativa que controla con los siete diputados aportados por la DP, un gobierno sin mayores tropiezos opositores, a lo que se agrega el hecho que a la Izquierda Democrática pertenece gran parte de las dignidades por elección popular de los gobiernos seccionales.

GIRO EN LO INTERNACIONAL
En el frente externo, Ecuador buscará recobrar su imagen internacional. A diferencia de los últimos cuatro años, en que se privilegió el bilateralismo, se reforzará la presencia del país en los foros multilaterales, especialmente en el Movimiento de Paises No Alineados y en las iniciativas de paz para Centroamérica, entre otras.
Para estos efectos, Borja nombrará como canciller al prestigioso diplomático, Diego Cordovez, mediador que por las Naciones Unidas encontró el camino para la paz en Afganistán, hecho por el cual es candidato al Premio Nobel.
La presencia en Ecuador del presidente nicaraguense Daniel Ortega en la transmisión del mando, demuestra el nuevo estilo de las relaciones internacionales del gobierno socialdemócrata, pues uno de los primeros actos que efectuará Borja después de posesionarse en el cargo, será reanudar las relaciones diplomáticas con Nicaragua, rotas unilateralmente por Ecuador en octubre de 1985.
El nuevo nivel de las relaciones con Estados Unidos se evidencia, entre otros elementos, por el abrupto término de una reunión entre el mandatario electo y el nuevo embajador de la Casa Blanca en Quito, Richard N. Holwill. De acuerdo con informaciones confiables, SEMANA supo que Holwill salió de la oficina de Borja a los 15 minutos de iniciada la conversación, luego que el futuro presidente le recordara que Ecuador es un país soberano y que no acepta consejos foráneos de cómo manejar su política, después que el embajador pretendiera sugerirle que no siguiera los pasos del presidente del Perú, Alan García.
En medios parlamentarios se afirma que el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, se abstendrá de asistir a la transmisión del mando presidencial que se efectuará en el salón plenario del Congreso, porque en un mural inaugurado el viernes pasado, hecho por el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, se explicita a la CIA como elemento desestabilizador de algunos gobiernos ecuatorianos.
Borja se la jugará pues, a partir del día 10, con una política progresista e independiente, más moderada sin duda que la de su vecino Alan García, política que bien merece en Ecuador una oportunidad, después del estruendoso fracaso del derechismo desarrollista y pronorteamericano de su antecesor. El reto no es sencillo y muchos creen que en él, más que el gobierno de Borja, está comprometido el futuro de la democracia ecuatoriana.