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Canadá echa la casa por la ventana para recibir a los dignatarios del G20

En total, Canadá ha gastado unos 1.000 millones de dólares en las cumbres del G20 y del G8, que se celebrará mañana y el sábado en Huntsville, a unos 200 kilómetros de Toronto.

24 de junio de 2010

Toronto, fortificada y con un dispositivo de seguridad sin precedentes, comienza a recibir hoy a los miles de funcionarios internacionales de alto rango que participarán este fin de semana en la cumbre del G20.

El Gobierno del primer ministro Stephen Harper, que instará a sus socios más endeudados del Grupo de los Veinte (G20) a apostar por la disciplina fiscal, no ha predicado con el ejemplo y ha echado la casa por la ventana para acoger el evento.

En total, Canadá ha gastado unos 1.000 millones de dólares en las cumbres del G20 y del G8, que se celebrará mañana y el sábado en Huntsville, en la región de Muskoka, una idílica zona de lagos a 200 kilómetros al norte de Toronto.

La cifra contrasta con los 18 millones de dólares que se gastaron durante la cumbre de jefes de Estado en septiembre pasado en Pittsburgh (EE.UU,) y los 30 millones que costó la que se celebró en Londres en abril del año pasado, según un informe de la Universidad de Toronto.

Criticado por la oposición y las páginas editoriales de los principales periódicos del país por sus excesos, Harper defiende el dispendio y sostiene que sería "irresponsable y censurable" que Canadá no hubiese adoptado las caras medidas de seguridad necesarias para proteger a los líderes mundiales.

Las medidas en cuestión incluyen desde una kilométrica valla de seguridad de tres metros de altura, reforzada con gigantescos bloques de cemento, hasta los llamados "cañones sonoros" para dispersar a los manifestantes y los 20.000 policías y guardias de seguridad que patrullarán la ciudad.

Pero lo que más parece haber indignado a los canadienses son los cerca de dos millones de dólares que ha costado el lago artificial y el pabellón turístico que se ha instalado en el centro de prensa desde donde trabajarán los periodistas que cubrirán el evento.

El lago, bordeado con canoas y sillas de reposo, imita a los que han hecho famoso Muskoka, cuyo acceso ha sido restringido a los periodistas que cubrirán la cumbre del G8 y a donde sólo se desplazarán unos 150 de los 3.000 periodistas internacionales llegados a Toronto.

Además, una pantalla gigante al fondo del lago proyecta imágenes de Muskoka para inspirar a los reporteros que no han podido desplazarse hasta la zona.

Harper se ha referido al centro que alojará a la prensa como un "pabellón de marketing", una idea que suscribe el ministro canadiense de Asuntos Exteriores, Lawrence Cannon.

"Para conseguir la publicidad que vamos a lograr (con el lago) no sé cuántos miles de millones de dólares tendríamos que pagar", afirmó el titular de Exteriores a principios de este mes.

Las ventajas a corto y largo plazo de auspiciar eventos de este calibre son motivo de acalorado debate estos días en Toronto y el resto del país.

Entre los claros beneficiados estará el sector hotelero, que ha colgado hace días el cartel de "repleto".

"Este es nuestro paquete de estímulo. Es un enorme impulso económico", dijo el 11 de junio el presidente de la Asociación Hotelera del Gran Toronto, Terry Mundell, al diario The Star.

Hoteles como el Park Hyatt, cobrarán este fin de semana 650 dólares por noche por una habitación doble, dos veces más de lo que costará el mismo cuarto una semana más tarde.

Y no ha faltado, tampoco, quien como Mirella Radman ganasen notoriedad en la prensa local, tras haber alquilado su apartamento, a siete minutos andando del Centro de Convenciones, por 8.400 dólares por dos semanas.

El inquilino, un periodista de la BBC, recibirá "en compensación" comida casera de la madre de Radman, según el periódico The Toronto Star.

Pero no todo el mundo aprovechará el filón del G20.

Muchos teatros locales, como el Princess of Wales y el Royal Alexandra, y museos como la Galería de Arte de Ontario, han decidido cerrar sus puertas ante la avalancha que se avecina, al igual que lo han hecho docenas de bancos y restaurantes.

Y en general, por lo demás, el Gobierno no ha convencido a la opinión pública de que los gastos de las cumbres son "una inversión a largo plazo" a juzgar por una encuesta de principios de junio.

El sondeo de Ipsos Reid indica que el 68 por ciento de los canadienses considera el gasto un despilfarro y sólo el 32 por ciento piensa que vale la pena.
 
EFE.