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El complot descubierto la semana pasada en el Reino Unido podría ser una retaliación contra la política exterior del primer Ministro, Tony Blair, y su alianza con Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo. El caos se tomó los principales aeropuertos de ese país, pues algunos terroristas que pretendían hacer explotar entre 10 y 12 aviones seguían libres

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Casi lo logran

Los terroristas de Al Qaeda estuvieron a punto de superar los ataques del 11 de septiembre. Esta es la historia de cómo se evitó esa tragedia.

12 de agosto de 2006

Los viajeros que llega-ron el jueves en la madrugada al aeropuerto de Heathrow, en las afueras de Londres, se llevaron una enorme sorpresa. Las autoridades habían montado un enorme operativo de seguridad y, sobre todo, habían impuesto nuevas reglas para abordar las aeronaves. Los equipajes de mano quedaron prohibidos y los objetos indispensables, como billeteras, pasaportes y medicamentos debían ser llevados en bolsas plásticas transparentes, mientras todos los frascos con líquidos o sustancias gelatinosas debían ser desechados en canecas enormes. Sólo se salvaron los teteros de los bebés, pero con una condición: sus madres debían probar la leche en frente de un funcionario del aeropuerto antes de que se le permitiera seguir en la fila.

Mientras las colas adquirían dimensiones totalmente fuera de lo normal, los rumores se fueron confirmando. La decisión de poner al Reino Unido en alerta 'crítica' había sido tomada a las 2 de la mañana del jueves, cuando el servicio secreto, o MI5, llegó a la conclusión de que era inminente la posibilidad de un ataque terrorista. Se trataba de la reacción de las autoridades británicas ante un siniestro complot de fundamentalistas islámicos destinado a causar, como dijo el secretario del Interior del gobierno británico, John Reid, "un asesinato en masa de una escala inimaginable".

Como se fue conociendo a lo largo de esa mañana, el complot consistía en hacer estallar en pleno vuelo a un número de entre seis y 12 aviones de pasajeros pertenecientes a las empresas American, Continental y United que salieran de ese aeropuerto (el más transitado del mundo) con destino a Estados Unidos. La novedad es que los militantes usarían para confeccionar las bombas explosivos líquidos basados en peróxido, que podrían ser fácilmente introducidos a la cabina de pasajeros sin que fueran detectados por los controles. Más tarde se sabría que el plan era hacerlos pasar por bebidas deportivas hidratantes que mezcladas adecuadamente con otros componentes, se podrían convertir en un explosivo capaz al menos de romper el fuselaje y causar una despresurización catastrófica. Para detonar el compuesto esperaban usar algún dispositivo electrónico del tipo de teléfonos celulares, cámaras desechables o reproductores de música mp3. Según dijeron las autoridades, este esquema habría producido una tragedia aun más sangrienta que la del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center de Nueva York.

Esa misma mañana, en la propia Londres, y en las localidades vecinas de High Wycombe y Birmingham, los efectivos de Scotland Yard detuvieron a 24 personas, de edades de entre 17 y 35 años, acusadas de hacer parte de la conspiración. ?

Cómo lo lograron

A pesar de que el asunto tomó a todo el mundo por sorpresa, las autoridades británicas venían investigando al grupo desde casi un año atrás, en lo que llamaron la operación Overt. Poco después de los atentados de 7 de julio de 2005 en el sistema de transporte masivo de Londres, una persona hizo una llamada a las autoridades para advertir sobre las actitudes sospechosas de algunos de sus vecinos. Según los primeros reportes, se trata de hombres jóvenes (el menor tiene 17 años y el mayor 35) de barrios de clase media y que, según sus vecinos, se habían vuelto cada vez más religiosos en los últimos años, otra característica en común con los atacantes de julio del año pasado. Como en aquella ocasión, varios de los sospechosos de la semana pasada habrían viajado a Pakistán a estudiar en madrassas, o escuelas islámicas, de donde volvieron aun más radicales.

Una de las líneas de investigación apunta a que esta célula estaría relacionada con una secta local de Walthamstow, barrio en donde fueron capturados al menos nueve de los hombres. Sería una ramificac ión del dispersado grupo radical al-Muhajiroun, que se basaba en Tottenham y que llegó a las primeras planas después de elogiar los ataques sobre Estados Unidos del 11 de septiembre.

Un ejemplo del nivel de adoctrinamiento al que habían llegado estos jóvenes es Oliver Savant, hijo de madre inglesa y padre iraní a quien los vecinos recuerdan como un adolescente normal amante del fútbol, que repentinamente se convirtió al Islam y cambió su nombre por Ibrahim. Se dejó crecer la barba y empezó a vestir túnicas al estilo musulmán. Se cree que al menos otros dos de sus compañeros son anglosajones conversos al Islam. Don Steward Whyte, de 21 años, cambió su nombre por Abdul Waheed, y Brian Young, por Umar Islam.

Según un testimonio recogido por ABC, los vecinos de Assad Sarwar, sospechoso de 26 años, recuerdan que empezó a llamar la atención porque después del 7 de julio de 2005 comenzó a decir que actos como ese estaban justificados. Comportamientos como estos pusieron sobre aviso a las autoridades desde los atentados del año pasado.

Al menos desde diciembre pasado comenzaron los seguimientos y la vigilancia de sus entradas y salidas del país, mientras sus comunicaciones tanto por teléfono como por Internet eran vigiladas muy de cerca. Según informaron diarios norteamericanos, los servicios secretos del Reino Unido lograron, incluso, infiltrar un agente suyo en el grupo compuesto por al menos 30 conspiradores.

Esas pesquisas habían permitido a las autoridades británicas conocer a fondo la estructura de la organización y rastrear los vínculos de la misma con sospechosos de pertenecer a Al Qaeda en Pakistán, por lo que venían trabajando conjuntamente con los organismos de seguridad de ese país. Pero no tenían suficiente información acerca de la oportunidad en la que se podrían presentar los ataques. Todo se desencadenó cuando el gobierno pakistaní capturó el miércoles en Karachi al presunto cabecilla de la operación, Rashid Rauf, junto con Mohamed al Ghandra y Ahmed al Khan, dos de sus cómplices. Esa captura fue seguida de la intercepción de un mensaje escalofriante que alguien envió a los demás integrantes de la célula: "Lleven a cabo sus ataques ya".

Los organismos de inteligencia habían rastreado los movimientos de Rauf en Pakistán desde su llegada desde Londres e investigaron transferencias bancarias que se cree tenían como finalidad pagar los tiquetes de avión y los demás gastos de los atentados. Pero si bien el cabecilla británico quedó en manos de los jueces pakistaníes, su contacto en ese país, considerado el verdadero cerebro detrás de toda la operación, sigue libre. Se trata de un hombre de 29 años llamado Matiur Rehman, quien es considerado el enlace entre Al Qaeda y los miles de pakistaníes que están dispuestos a todo para atacar al 'Gran Satán'. Este hombre habría hecho giros al grupo y sería el hombre que planeaba conmemorar con sangre el 11 de septiembre. El mismo que, al ver que se produjeron las capturas en Karachi, envió el mensaje de urgencia que puso en 'alarma crítica' a las autoridades británicas.

Afortunadamente las detenciones se produjeron antes de que los destinatarios pudieran cumplir sus instrucciones. Varios de los sospechosos habían hecho reservas para volar a Estados Unidos en esos días, e incluso habían grabado los mensajes de video conocidos como 'cintas del martirio', dirigidos a sus familias. Los investigadores creen que por ahora estaban preparándose para hacer un 'ensayo general' antes de los ataques verdaderos, que podrían haber tenido lugar en unos cuantos días, incluso en el propio 11 de septiembre. Lo que motivó a Londres a tomar las medidas extremas de seguridad en sus aeropuertos es que no lograron capturar a todos los integrantes. Al menos cinco terroristas habrían quedado libres y, tal vez, dispuestos a todo para salvar al menos algo de la operación.

El ataque estaba diseñado para producir el máximo de tensión mundial. Se cree que iba a comprender tres oleadas de ataques simultáneos en los que al menos tres aviones iban a ser destruidos al mismo tiempo mientras viajaban por sobre el Atlántico. Habría sido un golpe demoledor por el cual Al Qaeda habría conseguido aprovechar la guerra del Líbano para crear un frente islámico contra Occidente. Al fin y al cabo, hace pocas semanas el segundo de Osama Ben Laden, Ayman al Zawahiri, anunció que su organización no se quedaría de brazos cruzados ante la tragedia de Líbano (ver siguiente artículo). Esa fue una manifestación que, vista ahora, resulta casi un anuncio, pues Al Qaeda es sunita y tradicionalmente ha sido enemiga mortal de los grupos chiítas, como el libanés Hezbolá.

Ello llevaría a que el intento de ataque de la semana pasada se podría repetir en cualquier momento. Como dijo a SEMANA Milan Rai, autor del libro Las bombas de Londres, Islam y la guerra de Irak, "si son de Al Qaeda, los atentados tendrían que estar vinculados con la sangría de Gaza y Líbano. Y nada evitaría que estemos a las puertas de un nuevo intento, en la medida en que las causas para vengarse sigan estando vigentes".