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A sus 67 años, Bundy es dueño de más de 500 cabezas de ganado y se niega a abandonar su rancho en Bunkerville.

PERSONAJE

El último ‘cowboy’

El vaquero que puso contra las cuerdas a Washington demuestra lo que pasa con los libertarios en Estados Unidos. Primero héroes, pero inevitablemente villanos.

3 de mayo de 2014

Las botas de Cliven Bundy no son las de un ranchero común. Sus pasos lo han llevado más lejos que cualquier vaquero del viejo oeste. Tan lejos, que ha llegado a incomodar incluso a Washington. Bundy, de 67, lleva 20 años metido en un pleito con el gobierno que le exige pagar más de un millón de dólares por utilizar ilegalmente terrenos públicos. Cuando los funcionarios de la Oficina de Gestión de Tierras intentaron confiscar su ganado para saldar la deuda, se atrincheró junto a sus 14 hijos y 52 nietos a defender lo que, según él, es el terreno de su familia desde hace más de un siglo. Bundy obligó al gobierno federal a retirarse y como en toda película de policías y vaqueros, se salió con la suya, pero no por mucho tiempo.

Las imágenes del “ranchero valiente” inundaron los periódicos. De repente, Bundy pasó de ser un simple ganadero de Nevada a símbolo de la libertad americana. Así fue como varios miembros de milicias armadas de ese y otros estados como Montana, Texas y Utah viajaron en sus camiones y se unieron al grito de independencia en su rancho en Bunkerville. “¡La guerra del rancho ha comenzado. Hay que tomarnos América de vuelta!” gritaban. La escena era épica. A un lado los vaqueros a caballo con sus botas y sombreros y al otro los representantes de la Oficia de Gestión de Tierras, que finalmente tuvieron que replegarse. Bundy se convirtió en pocos días en el hombre que desafió al federalismo a caballo y en el héroe de la derecha, que considera excesivo el control de Washington sobre Nevada, un estado donde el 85 por ciento de las tierras son federales. 

Pero su caída llegó tan rápido como su ascenso. La semana pasada, durante una entrevista el vaquero dijo que “los negros estaban mejor cuando eran esclavos”. La frase le costó el desprecio de muchos de sus seguidores, que dejaron de verlo como el nuevo hombre Marlboro, sinónimo de libertad. Lo cierto es que más allá de Bundy, lo que pasa en Nevada es una muestra de la profunda polarización que se vive en Estados Unidos, con el aumento del enfrentamiento de grupos de ultraderecha y de milicias urbanas con las autoridades federales, especialmente desde que Barack Obama llegó a la Casa Blanca. “En unas décadas los blancos serán minoría y a muchos eso les da terror. Por eso algunos llegan a coger armas para defender lo que creen es suyo”, señaló el experto en derechos humanos David Burghart a la BBC. 

Al mismo tiempo, el caso de este vaquero encarna el auge de personajes anarquistas que intentan rescatar a la fuerza los valores perdidos del sueño americano. Como le dijo a SEMANA Charles Cameron, profesor de Política y Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton: “Bundy puede usar sombrero de ranchero, pero sus valores no son los de la mayoría de vaqueros en Estados Unidos, sino más bien los de un neonazi”. El problema es que este ganadero logró poner en duda la autoridad de Washington y sentar un precedente peligroso. Por eso Bundy es lo que en Nevada llaman bronco buster: un vaquero que sabe domar caballos salvajes.

Aunque él sigue atrincherado cada vez con menos personas, las autoridades federales no han echado para atrás en su decisión de retomar los terrenos públicos ni de cobrarle la millonaria deuda. Sin embargo, muchos analistas sostienen que Bundy ha dejado un mensaje equivocado en la sociedad estadounidense, pues mientras por un lado se declara un patriota y ondea la bandera, por el otro, lleva dos décadas violando la ley. Todo un caso de héroe y villano.