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COMIENZA EL VIACRUCIS

Bush tendrá que moverse entre una bonanza al debe y un Congreso hostil.

12 de diciembre de 1988

En diez semanas que le faltan para mudarse a la Casa Blanca, George Bush deberá, entre otras cosas, memorizar las 35 palabras del juramento de su posesión, escoger el resto de su plana mayor, aprobar el nombramiento de unos 3 mil funcionarios de importancia, diseñar un plan de gobierno para sus 90 días iniciales y organizar con doña Bárbara su nuevo presupuesto familiar.
Tal vez por eso su primera decisión de la semana anterior no haya sido, como se cree, nombrar a James Baker como su Secretario de Estado, sino responderle a su cajero ejecutivo, Ron Beisler, cómo quería firmar de ahora en adelante sus documentos y dónde deseaba que le enviaran los cheques de su nuevo salario, que se ha elevado de 115 mil a 200 mil dólares anuales. Para ganarse ese aumento, George Bush no sólo tendrá que caminar la cuadra que separa en Washington a su vieja oficina de la que durante ocho años ocupó Reagan.
COMO LO HIZO
El martes 8 se ganó el puesto al derrotar por 426 votos electorales contra 112 a su oponente, Michael Dukakis, quien apenas le tomó ventaja en 10 Estados de la Unión y en el Distrito de Columbia, desde donde precisamente va mandar Bush a partir del 20 de enero próximo. A Dukakis le queda el consuelo de haber sido el demócrata que más votos ha conseguido desde 1968, pero recibió su puntillazo en Texas, el Estado de las definiciones electorales, a pesar de que Lloyd Betsen, su compañero de fórmula, es de allá.
Las encuestas no se equivocaron. La última, realizada por la CBS ese martes por la mañana, daba un porcentaje de 52-43 a favor de Bush. El resultado final, unas 12 horas después, fue de 54-46, lo que convirtió al ex director de la CIA en el 41 presidente de los Estados Unidos. Desde Martin Van Buren, en 1836, ningún vicepresidente en ejercicio había sido elegido presidente en este país, y desde la era demócrata de Franklin Roosevelt y Harry Truman, hace cuatro décadas, ningún partido había controlado la Casa Blanca por más de dos períodos consecutivos.
La abstención, de un 50%, fue la más fuerte de los últimos 64 años. Votaron 90 millones de norteamericanos: 47.6 millones por Bush, 40.7 millones por Dukakis. El vicepresidente gustó más a los hombres que a las mujeres, más a los conservadores que a los liberales, más a los blancos que a los negros (9 de cada 10 votaron por Dukakis) y más que a los hispanos (6-3 por los demócratas). Bush convenció más a los protestantes, que a los católicos y a los judíos, y recibió apoyo masivo de quienes ganan 30 mil dólares o más anualmente. En resumen, más pobres votaron por Dukakis y más ricos por George Bush, quien también obtuvo la mayoría de los dueños de fincas, los jóvenes profesionales, los veteranos militares y las mujeres casadas. En contra suya estuvieron, mientras tanto, la mayor parte de los feministas, los obreros, los propietarios de inmuebles, los que carecen de seguro médico y los defensores del medio ambiente. Estos, a pesar de su campaña contra la responsabilidad de Dukakis en la contaminación de la Bahía de Boston.
POR QUE GANO
Según el New York Times Bush ganó porque hizo una campaña más competente y dibujó una mejor agenda ideológica a la que respondieron los votantes, pero no cabe duda que su victoria se la debe en buena parte a Ronald Reagan, quien satisfizo a la vasta mayoría de su electorado. La mitad de todos los votantes seguían queriendo a Reagan, y de éstos un 84 por ciento votó por su segundo, Bush. Sólo una quinta parte de los votantes manifestó, según otra encuesta de la ABC, que se sentía peor que hace ocho años y que por eso votaba por Dukakis.
A Bush, de acuerdo con esa misma encuesta, lo eligieron por su experiencia y por la impresión de que sabría sortear mejor una crisis de Estado. Pero casi la mitad de los electores expresaron haber sufragado más en contra que a favor de un candidato lo que demuestra que el tono negativo de la campaña surtió efecto. No obstante, los temas que hicieron movilizar más gente hasta las urnas fueron el aborto, la pena de muerte, las drogas, la educación y la salud.
Y AHORA QUE
Según otro editorialista del Times, la próxima tarea de Bush será aprender la diferencia entre intentar ridiculizar a los demócratas durante la campaña y tener que trabajar con ellos. Porque Bush tampoco las ganó todas el día de las elecciones. Ese martes se pusieron en juego 33 escaños senatoriales (18 demócratas, 15 republicanos) y 435 asientos de la Cámara. Los democratas aumentaron su control de ambas cámaras. En el Senado pasaron de 54-46 a 55-45. En la Cámara baja lo hicieron de 257-178 a 262-173.
Por primera vez en 28 años, un partido que gana la presidencia pierde escaños en el Congreso y a Bush le tocará gobernar frente a legisladores hostiles, sino ofendidos por una campaña que los rotulaba negativamente como liberales. Una campaña "nauseabunda" que, según Lloyd Bentsen (perdedor con Dukakis, pero triunfador en el Senado por Texas), dirigió el hombre que acaba de nombrar Bush su Secretario de Estado James Baker.
"Los congresistas demócratas no le tendrán miedo ni lo respetarán", dijo un analista político de la Universidad de Columbia. Allí estará también, para criticar el más mínimo movimiento de su administración, entre otros, el representante por Indiana, Lee Hamilton, quien dirigió la investigación por el escándalo Irán-Contras. "Le ensenaremos una lección", se les escuchó decir a varios senadores demócratas la semana pasada. Y como si esto fuera poco, se rumoran las agrias diferencias de Bush con el senador de su propio partido republicano, Robert Dole, quien compitió contra él en las primarias y acaba de acusarlo de no haberse preocupado por conseguir también electoralmente un Congreso de mayoría republicana.
ENTRE LA DEUDA Y LOS IMPUESTOS
Su gran prueba de fuego frente a los legisladores la tendrá Bush alrededor de varios temas que tocan a la América Latina. De acuerdo con el fiscal de Nueva York, Rudolph Giuliani, Bush deberá comenzar su período presidencial anunciando que el tema de las drogas es tan prioritario para su política exterior como el de la deuda internacional del Tercer Mundo. El Congreso llamará antes de marzo al presidente para que certifique si los países donde se producen drogas colaboran totalmente con los Estados Unidos en esa lucha. Aquellos que no reciban la certificación del Primer Mandatario podrían perder el apoyo económico norteamericano. La situación más delicada es la de México. A más tardar también en marzo, el Congreso estará votando la ayuda a los contras de Nicaragua y ya para entonces, Bush habrá tenido que argumentar con claridad su posición al respecto. Los observadores entienden en ese sentido el rápido nombramiento de Baker en la Secretaría de Estado, un hombre que además de contarse entre los amigos íntimos de Bush, ha manejado todos esos temas en el gobierno de Reagan. Como entienden de igual manera su ambigua declaración sobre Nicaragua en la última rueda de prensa: "Estamo comprometidos con los defensores de la libertad y la democracia. Yo no conozco bien a Daniel Ortega, he hablado con él una o dos veces, pero voy a insistir para que se presione a los sandinistas a cumplir los compromiso que hicieron ante la OEA".
Pero eso no será todo. Bush deberá iniciar su prometido programa de educación, el otro de salud infantil, continuar el de desarrollo espacial modernizar la policía, mejorar el medio ambiente, conversar con Gorbachov sobre el arsenal nuclear y las esferas de influencia, resolver el problena de los rehenes en Irán y enfrentare sobre todo y no se sabe cómo, al norme déficit de la economía nacional, que llega a los 146 mil millones de dólares.
La gente se pregunta qué va a hacer Bush para poner en marcha todos esos ítem sin dinero, si se ha compronetido también con sus electores a no castigarlos con nuevos impuestos. De hacerlo, sobre todo al principio de su mandato, destruirá su credibilidad.
Todo parece indicar que, como dijera David Brinkler, presentador de la ABC hace unos días: "Los próximos cuatro años de Bush no van a ser seguramente nada felices".