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Cómo la BBC consiguió el video de ETA

El periodista Clive Myrie cuenta cómo el grupo separatista vasco le entregó la primicia mundial.

Alianza BBC
6 de septiembre de 2010

No había oído hablar de él durante alrededor de un año, hasta que de repente recibí un e-mail en el que me decía que había estado tratando de encontrarme.
 
Me decía que iba a estar en Londres la semana siguiente y que, tal vez, podríamos juntarnos a tomar un café.
 
"Por supuesto", le dije. Así que nos encontramos fuera de la estación de metro de Covent Garden y nos dirigimos a un café cercano.
 
Él no había cambiado mucho desde nuestro último encuentro. Quizás estaba un poco más canoso, aunque yo también.
 
"Tengo algo que contarle", me dijo en voz baja, mientras yo le echaba azúcar a mi café.
 
"ETA está considerando seriamente la posibilidad de llamar a un cese en su lucha armada por un Estado vasco. Si está interesado, puede darle la noticia al mundo".
 
"No es broma"
 
Mientras me decía aquello, yo estaba tomando un sorbo de café. Casi me ahogo.
 
"¿Cree que podría estar interesado?".
 
Era una primicia enorme que se me entregaba en bandeja.
 
"¿Está bromeando?", le pregunté.
 
"No, esto no es una broma", contestó.
 
Los nacionalistas vascos, me dijo, están frustrados.
 
La posibilidad de que se cree un Estado vasco independiente es tan remota ahora como lo ha sido en los últimos 50 años.
 
El pueblo de Cataluña acababa de conseguir una mayor autonomía de Madrid, y los separatistas de allí no tienen ningún ejército de personas que ponen bombas y llevan pistolas.
 
¿Podría ser -me dijo- que efectivamente ETA esté entorpeciendo la causa del nacionalismo vasco, en lugar de facilitarla?
 
Después de todo, los políticos de Madrid tenían una excusa lista para no permitir un referendo sobre la independencia.
 
Esa excusa era la violencia de ETA. ¿Y si esa excusa desapareciera?

Mensaje de texto
 
Estaba convencido de que su teléfono estaba intervenido, así que debía tener cuidado cuando quisiera comunicarme con él.
 
"Mientras tanto, no podemos hablarnos", me dijo. "Pero si ETA se pronuncia sobre un alto el fuego, grabaré la declaración en video, tal como lo hemos hecho en el pasado".
 
"Obviamente no puedo confirmarle esto por teléfono, pero si usted recibe un mensaje de texto diciendo 'fue bueno verlo en Londres' será la señal para que nos encontremos en unos días en París, fuera de la estación Gare du Nord, a las dos de la tarde, y tendré la cinta".
 
Terminamos nuestro café y nos despedimos.
 
La verdad es que yo no pensé que tuviera que ir a París y casi me olvidé del encuentro de aquella tarde.
 
Unos días después, fui a visitar a mi madre en la región central de Inglaterra y a la hora del almuerzo recibí un mensaje de texto.
 
Decía: "Fue bueno verte en Londres". Pero mi cerebro simplemente no lo registró.
 
No reconocí el número. El mensaje era críptico, no tenía sentido.
 
No fue hasta dos horas después que me di cuenta: "Dios mío, ¡me tengo que ir a París!".

Espera ansiosa
 
Llegué un poco temprano a la Gare du Nord.
 
Estaba nervioso. Como en una escena de una novela de espionaje barato, me quedé mirando a mi alrededor para ver si alguien me observaba.
 
Los minutos transcurrían: las dos, dos y cinco, y diez, y cuarto. Estaba retrasado.
 
Los peores pensamientos se me vinieron a la cabeza. Tal vez fue sorprendido con la cinta y se encuentra en alguna celda policial.
 
Quizás cambió de opinión acerca de nuestro encuentro. Tal vez me estuvo tomando el pelo todo el tiempo. ¡Quizás está en otra entrada de la estación!
 
Di vuelta a la esquina y miré hacia la calle. Ni rastros de él.
 
Pensé para mis adentros: "He venido en una búsqueda inútil".

Volví a la entrada principal y allí estaba.

Me dio la cinta y, como se suele decir, el resto es historia.