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COMPAÑERO GORBACHOV

Al menos de dientes para afuera, Gorbachov acepta la rebeldía de Fidel

8 de mayo de 1989


Aunque los cubanos los conocen muy bien por separado, casi nunca ven juntos a Fidel y Raúl, los hermanos Castro. Pero la ocasión lo ameritaba y allí estaban además del vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez (completando el trío más poderoso de la isla) al pie de la escalerilla del avión del que descendería el primer líder soviético en visitar la isla en 15 años, Mijail Gorbachov.

La presencia de la cúpula del poder y el extraordinario recibimiento que el pueblo habanero le brindó al Presidente soviético, no resultaban desproporcionados ante la enorme expectativa que, dentro y fuera de Cuba, había despertado el primer viaje de Gorbachov a América Latina. Las diferencias evidentes entre la posición conciliatoria y reformista de Gorbachov y la intrasigencia doctrinaria de Castro, hacían que los observadores internacionales se preguntaran sobre la existencia de roces al interior de la alianza cubano-soviética, y sobre la forma como Gorbachov vendría a poner a Fidel a tono con los nuevos aires del socialismo.

Por otro lado, las expectativas incluían la posibilidad, comentada ampliamente, de que Gorbachov se presentara con un plan de paz para Centroamérica y con el mensaje inequívoco para Castro de que la exportación de la revolución y los ataques virulentos contra los Estados Unidos debían cesar, para dar paso al nuevo orden mundial que está empeñado en organizar con sus maneras de presidente de empresa. Eso, y el espinoso tema de la deuda externa, sobre el que se esperaba la espectacular postura de condonar la totalidad de la deuda de Cuba, completaban un panorama que, sin lugar a dudas, haría de la visita de Gorbachov a Cuba el episodio histórico más importante del año.

Sin embargo, poco o nada de eso sucedió. Los diferentes enfoques nacionales frente al cambio, fueron justificados por ambos líderes por las "diferencias abismales de los procesos de los dos países". La perestroika, que tiende a la privatización de algunas actividades y al estímulo de la iniciativa privada, con el atractivo de un mayor ingreso personal para los soviéticos, tiene una contraparte cubana denominada "Rectificación de errores y tendencias negativas," que, lejos de promover la descentralización de la economía y la iniciativa privada, insiste en mejorar la productividad de los cubanos con acicates morales del estilo de los "heroes del trabajo".

Es difícil imaginar enfoques más divergentes y, sin embargo, Castro y Gorbachov se las arreglaron para plantearlos como caminos paralelos en busca del mismo fin. Gorbachov señaló en su discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (el primero que un mandatario extranjero pronuncia allí desde su creación en 1978), que "las relaciones con Cuba no están sujetas a coyunturas transitorias, sino que están sólidamente aseguradas por una comunidad de intereses e ideas", y más tarde, al referirse a las diferencias con Castro, dijo que "aunque los problemas de los países socialistas pueden ser similares, los enfoques soviéticos no pretenden convertirse en una receta universal para resolverlos". Fidel, por su parte, dijo en la misma ocasión que el triunfo de la perestroika era una necesidad para Cuba y para el resto del Tercer Mundo, en un evidente movimiento para poner tierra entre la perestroika y su régimen, y elogió en Gorbachov su "respeto al principio de igualdad" y por la inexistencia de "actitudes paternalistas y hegemónicas" de parte del líder soviético.

Tampoco llenó las expectativas la actitud de Gorbachov ante el problema de la deuda externa del Tercer Mundo. Aunque reiteró su disposición para decretar una moratoria unilateral de sus acreencias, estuvo lejos de anunciar la cancelación de la de Cuba, que asciende, según estimativos occidentales, a unos US$20 mil millones. "La explicación que dieron los analistas tiene dos cabezas. Por una parte, porque no sólo Cuba, sino varios países de Africa, e incluso Afganistán, podrían aspirar inmediatamente a recibir semejante beneficio, lo que no tiene sentido en una economía desvencijada como la soviética. Por la otra, porque el gobierno de Moscú trata de conseguir un lugar de respetabilidad en la exigente comunidad financiera internacional, que vería con muy malos ojos una posición extrema sobre la deuda externa.

La situación centroamericana tampoco tuvo la importancia esperada. Una carta que el presidente norteamericano George Bush le había enviado a Gorbachov, en la que lo urgía para usar sus buenos oficios en Cuba con el fin de que ésta dejara de prestar su apoyo a los sandinistas y al FMLN de El Salvador, no sólo no tuvo eco alguno, sino que fue respondida tácitamente con la condena a Estados Unidos por la nueva política bipartidista de ayuda a los contras.

Todo lo anterior hace pensar que el gran vencedor en la confrontación de los dos líderes resultó ser Fidel Castro. Sin que se movieran un ápice sus monolíticas concepciones geopolíticas, Castro logró colocar a Cuba en una posición en la que la "no injerencia" se convirtió en la clave de las relaciones cubano-soviéticas. Aunque esa es precisamente la actitud gorbachoviana en las relaciones internacionales, muchos esperaban que, al menos, el líder soviético hubiera tratado de persuadir "por las buenas" a su aliado caribeño de que las cosas son distintas en las postrimerías del siglo.

Pero sea como fuere, Gorbachov pareció opacado por la figura agresiva y excluyente de Fidel Castro. No se sabe cuál haya sido el resultado de las conversaciones privadas que mantuvieron los dos líderes, ni si de repente allí se arreglaron las cargas de las relaciones bilaterales. Sin embargo, resultó evidente que las calidades que han hecho famoso a Gorbachov, su manejo y carisma, parecieron abrumadas por la exuberancia tropical de su famoso anfitrión. En todas las oportunidades, Castro tuvo la fuerza hasta para quitarle la palabra a Gorbachov, con el objeto de dejar en claro su punto de vista de que la liberalización es un lujo que sólo se pueden dar los países grandes, que no han sido objeto del "colonialismo capitalista". Muchos observadores internacionales opinaron que Gorbachov, aunque no perdió nada, tampoco pareció ganar nada. Y que la siguiente etapa de su viaje, para entrevistarse con la Dama de Hierro, seguramente le devolvió el alma al cuerpo.--

Un comunista en Windsor
De regreso de Cuba, Mijail Gorbachov pasó dos noches en Londres, en la primera visita oficial que hace al Reino Unido como Jefe de Estado. El pasado miércoles en la noche, cargado de agentes de la KGE y dos aviones de Aeroflot llenos de periodistas y una media docena de ministros, fue recibido en el aeropuerto de Heathrow por la señora Thatcher, quien había pronosticado "una calurosa bienvenida para el hombre con quien se puede negociar".

El líder soviético trajo en sus maletas cinco tratados económicos que firmaron sus ministros con los homólogos ingleses: dos de ellos son la construcción de 20 escuelas en Armenia, y la utilización de las antiguas destilerías de vodka alrededor de Moscú, para que la cadena Sainburg's inglesa, utilice los granos y azúcares amontonados, y haga cereales como el cornflakes.

Por otro lado, la propuesta social más significativa es una invitación a la Reina Isabel II para que visite Moscú, cuando "tenga tiempo", ya que el apretado horario real, implica un planeamiento con uno y hasta dos años de anticipación. La invitación, que había sido el chisme periodístico-político más sobresaliente de la visita, la hizo Gorbachov a la reina, en el almuerzo privado al que los Gorbachov estaban invitados el pasado viernes, en el Palacio de Windsor.

En la mañana de ese mismo día, Gorbachov pronunció en el Guildhall en la City de Londres, quizá el discurso más importante de su liderazgo, por lo menos en lo que al Oeste se refiere. Prometió deshacerse del uranio con el que se fabrican las armas nucleares, desmantelar los arsenales existentes, e invitó a los dos lados más importantes del mundo Este-Oeste, a "cerrar el capítulo de la guerra fría".

Recomendó a la señora Thatcher "olvidarse de la modernización del arsenal nuclear", ya que de no ser así, "todos los avances hechos en la continua lucha por el desarme, se podrían ir a tierra y con ello una nueva carrera armamentista adornaría fatalmente el camino de la paz mundial".