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CON LAS MANOS VACIAS

Luego de tres giras en siete semanas, Baker regresa a Washington sin esperanzas de paz para el Medio Oriente.

3 de junio de 1991


EL VIERNES DE LA SEMANA anterior, la muerte de su madre interrumpió el último de tres viajes al Medio Oriente del secretario de Estado norteamericano James Baker, destinados a promover la Conferencia de Paz impulsada por el presidente George Bush. Al partir, el semblante sombrío del funcionario no se debía solamente a la mala noticia, sino al balance pesimista de su gestión.

Los analistas anotaron que el fracaso de Baker se debió sobre todo a la escasa voluntad de las partes en conflicto para llegar a un acuerdo. Para empezar, los israelíes pusieron condiciones imposibles para asistir. Primero, se empeñaron en aceptar sólo una corta reunión de naturaleza únicamente formal, que debería dar paso a conversaciones bilaterales. Por otro lado, exigieron que los palestinos renunciaran a la representatividad de la OLP, y que los residentes palestinos de Jerusalén se mantuvieran al margen, para subrayar que nada de lo concerniente a esa capital sería negociable. Pero además, el gobierno de Yitzhak Shamir se mantuvo en la posición de seguir construyendo asentamientos israelíes en los territorios disputados.
Los árabes, por su parte, parecen asumir una posición más favorable. Sin embargo, quieren que Israel acepte la posibilidad de negociar tierras a cambio de una paz garantizada, pero se han negado reiteradamente a definir los términos de esa paz.

En esas condiciones, solamente queda una cosa en claro: que la derrota de Irak en la guerra del golfo Pérsico no cambió para nada las posiciones de árabes y judíos sobre el Medio Oriente. Israel no parece dispuesto a perdonarles a los palestinos su posición pro iraquí, y los árabes antiiraquíes, que coquetearon con Israel durante la crisis, no quieren repetir ese gesto, que es dinamita pura frente a sus propias comunidades. Como dijo un analista,