CONTADORA CONTRA EL MURO
Con excesivo recelo reacciona Washington ante el plan de paz propuesto en Cancún por los Presidentes del Grupo
Cuando, en la noche del domingo 17 de julio, Miguel de la Madrid, Belisario Betancur, Luis Herrera Campins, y Ricardo de la Espriella, alzaron sus copas de champagne en el "lobby-bar" del Sheraton de Cancún, no brindaban solamente por los futuros alcances del encuentro de Contadora. También celebraban la superación de diferencias internas que podían haber puesto en peligro la unidad y hasta la subsistencia misma del Grupo.
Los escollos habían sido, en primer lugar,la agresiva diplomacia norteamericana, especialmente activa en las últimas semanas, y los problemas internos surgidos en el seno del Grupo, sobre todo desde que el general Rubén Darío Paredes, jefe de la Guardia Nacional de Panamá, amenazó a Cuba y Nicaragua con una ruptura de relaciones "si no moderan su actuación".
Sin embargo, Betancur y de la Madrid, quizás los más enérgicos censores de una intervención norteamericana en Centroamérica, pudieron subrayar el respaldo internacional con que cuenta actualmente el Grupo, particularmente por parte de los países europeos gobernados por la socialdemocracia.
El anfitrión, por otra parte, pudo regocijarse legítimamente: al congregar a sus tres colegas en las hermosas playas del Caribe mexicano, logró recuperar una capacidad de maniobra que últimamente parecía haber disminuido, al punto que Costa Rica, ajena al Grupo, había logrado arrebatarle a México la iniciativa del frustrado diálogo entre Richard Stone y el FMLN salvadoreño.
Por ello, los resultados de la reunión -que para algunos observadores siguen siendo bastante limitados deben evaluarse a la luz de las ingentes dificultades que el Grupo debió sortear para realizarla.
Cancún goza de renombre como foro internacional desde septiembre de 1981, cuando fue sede del Diálogo Norte-Sur. Esta fama no es necesariamente sinónimo de eficacia y concreción, después de aquel diálogo que concluyó en el doble monólogo de los "ricos" y los "pobres". Tal vez ese mal recuerdo, pero sobre todo las críticas de lentitud que Contadora recibió a derecha e izquierda, obligaron a los cuatro Presidentes a proponer un programa de "acuerdos y compromisos políticos" que eludiera la retórica e ingresara en el campo de las acciones concretas.
Fuentes que obviamente no desean ser identificadas, revelaron a SEMANA en México que esas propuestas, que serán discutidas ahora con los gobiernos centroamericanos, tuvieron origen en un "documento base" elaborado por la cancillería mexicana.
El programa establece, como se sabe, diez posibles acuerdos a suscribir por los países de la región, tendientes a: poner término a toda situación de beligerancia prevaleciente; congelar el nivel de armamentos ofensivos existentes. negociar la reducción del inventario bélico actual, creando mecanismos adecuados de supervisión; proscribir la existencia de instalaciones militares foráneas en el propio territorio. dar aviso previo de los movimientos de tropa en zonas fronterizas; efectuar patrullajes fronterizos conjuntos y aceptar la supervisión de observadores internacionales; controlar el trasiego de armas desde el territorio de cualquier país de la región hacia otro; constituir comisiones mixtas para prevenir y eventualmente resolver conflictos fronterizos; promover un clima de distensión en el área, evitando declaraciones y otras acciones que pongan en peligro la confianza de los países; y coordinar sistemas de comunicación directa entre los gobiernos a fin de preveer conflictos armados.
Algunos analistas estiman que estas iniciativas de ser aprobadas por los gobiernos del Istmo bastarían para desactivar el peligro de incendio generalizado que existe en la región. Otros, en cambio, opinan que siguen siendo muy genéricas, tanto que pueden ser acogidas por todos los involucrados sin que ese gesto suponga un compromiso real y efectivo de abandonar propósitos bélicos. Los críticos de la declaración sostienen, además, que ésta ni menciona el caso clave de El Salvador y establece una simetría injusta y peligrosa que puede terminar por arrinconar a Nicaragua. Este país -sostienen sufre a diario las agresiones de Honduras y responde con cautela y concesiones, pero puede llegar a un punto en el cual no tenga más nada que ceder. Acorralada, la diplomacia sandinista se vería obligada a mostrarse intransigente y a convertir en realidad lo que por ahora son meras acusaciones de la administración Reagan.
Tal crítica tiene asidero, pero no toma en cuenta otros factores En primer lugar, los países de Contadora deben hacerse concesiones recíprocas o se fractura su unidad; en segundo lugar, el Grupo no puede condenar ni presionar abiertamente a una sola de las partes en litigio, a riesgo de perder su calidad de "árbitro imparcial".
Los cuestionamientos tampoco toman en cuenta un aspecto sustantivo de la Declaración de Cancún, que el canciller mexicano Bernardo Sepúlveda leyó con unción la noche del 17 y es que ésta subraya el origen económico y social de los conflictos que aquejan a Centroamérica, afirmación que constituye un desmentido tácito a las teorías de la "conspiración de Moscú" del presidente norteamericano.
Y que este diagnóstico lo suscriban los mandatarios de cuatro naciones agobiadas por la crisis y compelidas a negociar su deuda con los grandes centros del poder económico, no es poco mérito, especialmente si esas palabras se avalan con hechos, como la ratificación del tratado de San José (entre México y Venezuela) que obliga a ambos a suministrar petróleo a bajos precios y con grandes facilidades de pago a los países centroamericanos y del Caribe (exceptúando a Haití) y que, de hecho, ha resultado más efectivo que el "mini-Marshall" de la Casa Blanca.
BLOQUEO NAVAL GIGANTESCO
Pero aún los críticos más recalcitrantes del Grupo deben contabilizar a su favor el apoyo logrado en la ONU, lo cual ha obligado a Estados Unidos y sus aliados continentales a intentar reflotar el foro de la OEA, un organismo que -según declarara a SEMANA el ex presidente costarricense Daniel Odúber (ver la edición del 1218 de julio)- se "murió " tras el episodio de las Malvinas. La respuesta de Reagan indica también cuán poco agradaron a Washington las propuestas de Cancún. Mediante un durísimo discurso, en el que lanzó acusaciones tremendas contra el gobierno sandinista e ignoró olímpicamente la declaración de Contadora, el jefe de la Casa Blanca resucitó la doctrina Monroe y anunció el nombramiento de Henry Kissinger para presidir una comisión que elaborará recomendaciones para Washington sobre Centroamérica.
A tal decisión, vista por muchos como un intento de Reagan por contrarrestar en la práctica las gestiones de Contadora, diluyendo de hecho su respaldo verbal al Grupo, se sumaron dos hechos más, que contradicen frontalmente las sugerencias de los cuatro Presidentes reunidos en Cancún: el anuncio de que enviará durante cinco o seis meses dos grandes flotas navales, una por aguas del Pacífico y otra por el Mar Caribe, con la intención de probar su capacidad para imponer un bloqueo a Cuba y Nicaragua.
A éstas se sumará la realización en agosto próximo de maniobras militares de tierra y aire en territorio hondureño, entre USA-Honduras, en las cuales participarán entre cinco y seis mil soldados norteamericanos.
Y en la misma dinámica de tensionar aún más la cuerda, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Larry Speakes, rechazó las propuestas de la dirección sandinista, (ver recuadro) que abrirían la posibilidad de una solución a los problemas regionales.
Esto ha hecho exclamar con cierta amargura a la equilibrada prensa mexicana, en forma unánime, que Washington ha hecho saber claramente que no desea diálogo ni la solucion pacífica de la crisis centroamericana. "Después del discurso pronunciado por Reagan en Florida -constata sin vacilar el "Excelsior"- el escenario de la guerra en América Central está completo".
LA OFERTA SANDINISTA
La propuesta de seis puntos lanzada el pasado martes 19 de julio por Daniel Ortega, a nombre de la dirección sandinista, y que incluye la eventualidad de una negociación global sobre la situación centroamericana, así como la suscripción de un pacto de no agresión con Honduras, planteó a juicio de los observadores, la interrogante de si habrá aún espacio para la paz en Centroamérica.
La novedad de la propuesta estriba básicamente en que Nicaragua renuncia a su principio de negociación bilateral y de que, en respuesta a la exhortación de los países del Grupo de Contadora, está dispuesta a sentarse en una mesa de negociaciones sobre lo que denomina "el paquete centroamericano".
Otra novedad de la propuesta radica en que reconoce importancia a la iniciativa que hace dos semanas formularon los obispos de Honduras, una instancia que hasta la fecha no había sido tomada en cuenta por el gobierno hondureño.
Los seis puntos de Ortega, que incluyen la suscripcion de un acuerdo de todos los países involucrados, incluyendo a los Estados Unidos, de no dar más armas a los beligerantes salvadoreños y dejar "que ese pueblo decida por sí sólo sin injerencia externa", se produjo 24 horas después de conocerse el nombramiento de Henry Kissinger, como jefe de una comisión bipartidista que estudiará la situación centroamericana. Hablando en León, ante más de cien mil personas en los actos de celebración del cuarto aníversario de la victoria sandinista, Ortega dio abiertamente apoyo al Grupo de Contadora diciendo que era "prácticamente la única salida pacífica al conflicto", y explicó por qué Managua cambió su linea diplomática de diálogo bilateral: "Se trata de ver si aquellos que con cientos de excusas se niegan a dialogar, pueden ahora esgrimir algún argumento", dijo, después de pedir que sea el Consejo de Seguridad de la ONU el que supervice los acuerdos.
Sin embargo, no se hacen ellos ilusiones sobre la apertura que significa su propuesta. Uno de los dirigentes sandinistas señaló, por ejemplo, que Honduras se encontrará en una dificil situación al discutirse el punto que prevé "no permitir bases militares extranjeras en su territorio". También dijo que ese país podría enfrentar problemas a la hora de aceptar una supervisión de la ONU, ya que su gobierno ha insistido en que sea la OEA, o una fuerza interamericana de esa organización la que lo haga. Lo mismo podría suceder con el compromiso de "no entrenar, armar y prestar territorio para atacar a sus vecinos" .
En todo caso, Managua considera que su propuesta abre las puertas para que "se deshiele un poco el ambiente y se creen condiciones propicias para una discusión regional". "Queremos evitar la guerra -dijo Ortega- pero si nos la imponen crearemos una muralla de patriotismo y de fusiles para defendernos", a la par que anunciaba la voluntad del FSLN y del gobierno de entregar todas las armas al pueblo organizado "hasta las más recónditas comarcas del país" .