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Contra las sogas

El presidente Hugo Chávez superó a duras penas la peor semana de su mandato. Ahora se enfrenta la poderosa amenaza de los empleados de la petrolera estatal.

7 de diciembre de 2002

La huelga general indefinida decretada por la oposición puso en jaque la semana pasada al presidente venezolano Hugo Chávez. El punto culminante llegó cuando el país quedó literalmente contra las sogas con el bloqueo de los buques tanqueros en todos los puertos y centros de distribución de carburantes y de gas. Ni siquiera el 11 de abril pasado, cuando fue derrocado por 48 horas con un paro cívico que se inició con la protesta de los ejecutivos de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), el mandatario sintió que por segunda vez se le iba el control de las manos.

Lo más significativo es que, según algunos, Chávez al comienzo de la semana tenía la situación casi controlada. El presidente parecía haber aprendido la lección de tres paros en menos de un año. Su gobierno se preparó hasta en los mínimos detalles para hacer fracasar el movimiento convocado, como en las otras ocasiones, por la Coordinadora Democrática, las cúpulas de la sindical Confederación de Trabajadores de Venezuela y la patronal Fedecámaras.

La táctica presidencial fue endurecer su postura, lo que provocó igual respuesta por parte de sus adversarios. El gobierno se negó a sentarse en la Mesa de Negociación y Acuerdos, presidida por el secretario general de la OEA, César Gaviria, hasta que la oposición no suspendiera su paro, aunque ésta se cansara de esperar en la mesa a que el oficialismo se dignara reanudar el diálogo. La oposición pedía al compromisario internacional un convenio en el cual el gobierno garantizara los recursos para realizar el referéndum consultivo. Con el certamen fijado para el 2 de febrero por el Consejo Nacional Electoral, el paro parecía relativamente inofensivo.

Pero, de nuevo, la enorme torpeza del gobierno despertó la ira de los opositores. El detonante fue la represión brutal desplegada por la Guardia Nacional, que arremetió contra una concentración pacífica convocada en la plaza 'Meritocracia' de Chuao, al este de Caracas, frente a uno de los edificios de Pdvsa. Los disparos de perdigones a quemarropa, peinillazos y gases lacrimógenos dejaron más de una docena de manifestantes y periodistas heridos.

Los tanques y tropas de la Fuerza Armada Nacional volvieron a tomar las calles de la capital venezolana como si fuera un estado de sitio. El mismo Chávez ordenó la militarización de las instalaciones y edificios de Pdvsa y el arresto de los capitanes de los buques petroleros por parar la flota en franca actitud de rebeldía.

El presidente Chávez, en alocución televisada, sostuvo que el paro había fracasado. Calificó de sabotaje las acciones emprendidas por algunos trabajadores de Pdvsa. "Los golpistas de nuevo están atentando contra el corazón de nuestra economía", dijo.

El mandatario denunció un presunto "golpe" para derrocarlo y la privatización de la principal industria del país. "El Estado garantiza la operatividad de Pdvsa. Hemos tomado medidas como la de destituir a los funcionarios golpistas, que son los mismos del 11 de abril. El Ejército se sumará a la Guardia Nacional para proteger las instalaciones de Pdvsa y la Armada abordará los buques petroleros parados para 'meter en prisión' a los capitanes 'saboteadores".

"Desde la época de Guzmán Blanco, 1871-90, no ha habido un presidente en Venezuela que haya confrontado tantos conflictos armados como Hugo Chávez. Así como Guzmán, Chávez ha pasado sus años en el poder sofocando golpes, conspiraciones, paros, manifestaciones sin que sus adversarios hayan podido derrocarlo, dijo a SEMANA el escritor y articulista Domingo Alberto Rangel. Pronosticó que Chávez va a salir airoso una vez más de esta prueba de fuego. Por una razón: porque no hay quién lo reemplace en la oposición".

No es el único que piensa que el fin no está cerca.

Teodoro Petkoff, director del diario Tal Cual y un crítico moderado de Chávez, dijo a SEMANA que "este paro termina siendo una expresión más del malestar que existe en el país y el gobierno en lugar de continuar con la absurda polémica de los porcentajes del paro debería tener en cuenta que no se puede gobernar con una permanente confrontación entre los sectores del paro que básicamente son económicos y laborales, declaró a SEMANA. Petkoff no da crédito a la huelga indefinida. El paro no tiene claros sus objetivos ni duración. Es el último cartucho de la oposición. Creo que hubo apresuramiento e improvisación en la convocatoria porque el Consejo Nacional Electoral ratificó la consulta popular para el 2 de febrero".

El endurecimiento del régimen, la otra cara que mostró el mandatario durante el paro, es "la restitución de la autoridad", justificó Eliécer Otayza, ex jefe de la Disip (Policía Política), para quien "hay que meter presos a los golpistas como a los militares 'delincuentes' (disidentes en la Plaza Altamira), los que dirigieron el paro y periodistas como Patricia Poleo, la directora de El Nuevo País".

En medio de la confusión muchos creen que la situación ha llegado a convertirse en un callejón sin salida tanto para la oposición como para el gobierno. Según esta tesis, ni éste puede ceder a dialogar bajo la presión de un paro, ni aquella está en condiciones de levantarlo, pues es el único medio de presión que tiene. De ahí que las miradas se vuelvan hacia el secretario Gaviria. En manos de éste reposaría la solución, que no podría ser otra que la celebración anticipada de elecciones. Chávez podría jugársela por esa posibilidad, que le daría tiempo para reconstituir sus mayorías mediante un amplio gasto social. Lo que quiere decir que, como desde hace tanto en Venezuela, las opciones, y las apuestas, están abiertas.