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Contra la violencia

El descalabro del brazo político de la ETA es el resultado más sobresaliente de las elecciones vascas.

18 de junio de 2001

Si alguna vez tuvo legitimidad entre la sociedad vasca, el resultado de las elecciones autonómicas de la semana pasada demostró que la organización independentista ETA ya no cuenta con una base social importante en su tierra. El 13 de mayo la coalición nacionalista moderada PNV-EA (Partido Nacionalista Vasco y Eusko Alkartasuna) salió victoriosa con 33 escaños y un amplio margen, mientras Euskal Herritarrok (EH), el partido radical reconocido como el brazo político de la ETA, pasó de 14 a siete escaños en su peor derrota.

Eso sucedió a pesar de que la ETA intentó por todos los medios influenciar el resultado de las elecciones. A sólo cuatro días del final de la campaña, la organización asesinó al presidente del partido popular de Aragón, Manuel Jiménez Abad. En la víspera de las elecciones, una bomba explotó en Madrid. Y pasados los comicios, cuando la derrota electoral debía haber hecho reflexionar a ETA, una carta bomba escondida en una revista hirió gravemente al periodista Gorka Landaburu en la localidad guipuzcoana de Zarautz.

La condena a esos hechos de violencia no ha logrado disipar, sin embargo, los temores expresados por algunos analistas en el sentido de que los nacionalistas moderados se alíen con EH. Este temor se basa en que el candidato de éste, Arnaldo Otegui, se dirigió en varias oportunidades a la coalición PNV-EA para proponerle un pacto. Pero el vencedor, Juan José Ibarretxe se negó reiteradamente. “No hemos gobernado ni gobernaremos, ni directa ni indirectamente, con quien no se comprometa a defender sus ideas por vías pacíficas y democráticas”, dijo. Una afirmación que los partidos no nacionalistas (el Partido Popular y el Socialista) califican de mentira. Según ellos, fue gracias al apoyo de la ETA que anteriormente Ibarretxe logró hacerse a la presidencia del gobierno vasco. Y en este sentido, los rumores de relaciones peligrosas entre el nacionalismo vasco y la ETA no acaban.

En parte por esta razón es apresurado pensar que la derrota de EH significará el final de la violencia de la ETA y el paso a negociaciones democráticas, como dice pretender Ibarretxe. Como prueba de lo anterior, con los últimos atentados ETA ha dejado en claro que la realidad electoral no implicará un cambio en su forma de operar.

Otra lectura de los resultados indica que un gran derrotado fue el Partido Popular del presidente del gobierno José María Aznar, pues éste había enviado a Jaime Mayor Oreja para acabar con la hegemonía del PNV y ganar, por primera vez, unas elecciones autonómicas vascas para un partido no nacionalista. Lejos de conceder su derrota, Mayor Oreja celebró la de la“opción violenta”. De todas formas los resultados dejaron abierta la posibilidad de que, por primera vez, los partidos ‘constitucionalistas’ o ‘españolistas’, como el PP, con 19 bancas y el Psoe, con 13, podrían acceder al gobierno vasco por la vía de las alianzas.

En todo caso los resultados de las elecciones no dejan de ser interesantes, y le dan un cierto aire renovado al panorama político vasco. Y una sola cosa quedó en claro: aunque ganó la vía pacífica, las elecciones revelan que la mayoría de los votantes vascos desean que su país se independice de España.