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CORAZON DE FUEGO

La presidenta filipina declara la guerra y corta de un tajo el proceso de paz en su país

27 de abril de 1987

"Tregua","diálogo","proceso e paz", "amnistía", fueron palabras que durante el último año se escucharon tan repetidamente en la prensa colombiana como en la filipina. Desde su llegada al poder en marzo del año pasado, Corazón Aquino, con estilo un tanto belisaresco, se propuso como meta lograr una paz negociada con las guerrillas comunistas que durante dos décadas han combatido en las Filipinas. Pero la semana pasada, los dos procesos de paz que, guardadas las proporciones, parecían seguir caminos tan similares, empezaron a distanciarse enormemente el uno del otro.
Mientras en Colombia la tregua sigue aguantando a pesar de sus continuas violaciones y tanto el gobierno como la guerrilla continúan expresando, por lo menos en público, su voluntad política de lograr la paz, Cory Aquino se acaba de lanzar a la guerra. Su afirmación de que "la respuesta al terrorismo de izquierda y de derecha no son reformas económicas y sociales sino acciones policivas y militares", en la ceremonia de graduación de la Academia Militar Filipina, marcó lo que se podría catalogar como el fin de su política de reconciliación y el comienzo de la de confrontación. Hablando desde la misma tarima donde pocos días antes, durante un ensayo de la ceremonia, explotó una bomba que mató 4 personas e hirió a 30, Cory reconoció el fracaso de su propuesta de paz.
Después de una semana que tuvo el dudoso honor de ser la más violenta desde que se rompió la tregua con las guerrillas comunistas en febrero (108 víctimas en más de 30 enfrentamientos) y de la escasa acogida que obtuvo el ofrecimiento de una amnistía a los rebeldes que depusieran las armas, al parecer el buen corazón de la Presidenta llegó a su límite. Aunque en su declaratoria de guerra, Cory manifestó que combatiría por igual a los sectores de izquierda o de derecha que se empeñaran en debilitar su gobierno, respaldado masivamente por el pueblo en el reciente plebiscito, su actitud constituye en realidad un triunfo de los sectores más reaccionarios. Bajo la amenaza constante de golpe de Estado y ante las numerosas críticas de Estados Unidos por su falta de mano dura, la Presidenta en últimas no tuvo más opción que escoger entre dos males, el que consideró menor.
La guerra, sin embargo, no será nada fácil. En los 18 años que lleva operando el Nuevo Ejército del Pueblo (NEP), si bien no ha logrado vencer tampoco ha resultado vencido. Sus 12 mil hombres se enfrentan a una tropa de cerca de 60 mil soldados, cuya ventaja en número se debilita notoriamente cuando se trata de combates en zonas inhóspitas, que los guerrilleros conocen al dedillo y en las que por consiguiente son más diestros. Lentamente, el NEP, según estimativos militares, ha extendido su influencia a cerca de un 20% en las 41.200 poblaciones diseminadas por el adusto territorio filipino.
Por debilidad, por convicción o por cansancio, lo cierto es que Cory terminó por agotar la única alternativa política que tenía y ya no le queda más camino que el tortuoso e incierto del militarismo. Frente a lo cual, si antes los ojos de los filipinos estuvieron puestos en el experimento colombiano del proceso de paz, ahora son los ojos de los colombianos los que tienen que seguir de cerca cómo les va a ellos en su experimento de guerra.--