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Costa de Marfil: "Estamos viendo agonizar a la gente"

Yehni Djidji es una de las blogueras más activas de Costa de Marfil. Le contó a Semana.com el día a día de los civiles del país africano, atrapados en la guerra.

Nathan Jaccard, especial para Semana.com
8 de abril de 2011

Yehni Djidji, joven escritora, vive en Abidján, la capital económica de Costa de Marfil, país del oeste de África de más de 20 millones de habitantes. La ciudad es hoy el principal campo de batalla de la guerra entre Laurent Gbagbo y Allassane Ouattara por la presidencia.
 
En las calles de Abidjan los dos bandos se enfrentan en medio de la población. Los cadáveres de soldados muertos se pudren en las aceras, las balas perdidas están al acecho y muchos habitantes están huyendo la ciudad.
 
En el oeste del país la Cruz Roja y la ONU denunciaron la masacre de más de 800 pesonas.
 
Las elecciones de 2010, las primeras en una década, entrenaron el país en una conflicto cuyo resultado todavía es incierto. Gbabgo, en el poder desde 2000, no quiso reconocer la victoria de Ouattara, que cuenta con la legitimidad internacional.
 
A pesar de ser independiente de 1960 de Francia, Costa de Marfil tiene estrechas relaciones con París a nivel diplomático, político y militar. Esta semana los dos mil soldados franceses presentes en el país africano bombardearon varias bases de Gbagbo.
 
Detrás de la guerra, que ya deja más de 1000 muertos, también hay profundas divisiones religiosas, étnicas y económicas. En Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo, cohabitaban en paz hasta el 2002 musulmanes, cristianos y animistas. El bando de Gbagbo se apoya en el sur, cristiano y animista, mientras que las abses de Outtara están implantadas en el norte, donde la mayoría es musulmana.
 
Viven cinco grandes etnias y cerca de dos millones de inmigrantes de todo el oeste de África que vinieron en la época de la bonanza del cacao. 

El blog de Yehni Djidji (yehnidjidji.blogspot.com – en francés) cuenta como los civiles se esconden en sus casas, aterrorizados por las balas y los cañones, a la espera de un ganador para retomar un símil de vida normal.

Semana.com: ¿Cuál es la situación en Abidjan?

Yehni Djidji: Antes del 4 de abril, la situación era más bien tranquila. Escuchábamos tiros y cañonazos, pero era lejos. Hasta que los franceses bombardearon la base de Akuedo, que está a menos de dos kilómetros de donde yo vivo.

El martes en la tarde estaba con mi padre en la terraza, aprovechando uno de los pocos momentos de tranquilidad.

De pronto dos deflagraciones ensordecedoras estallaron en el cielo. Muy cerca, muy fuerte. Vimos dos helicópteros y una humareda que se elevaba. Antes de que nos diéramos cuenta, era el Apocalipsis, una lluvia de fuego que cayó sobre los barrios cercanos a la base militar de Akuedo.
 
Parece que bombardearon el depósito de pólvora, y las municiones volaron por todas partes. Nos refugiamos en el corredor de la casa, lejos de las puertas y ventanas, amontonados como en una caja de sardinas.

Según los militares, nadie está en seguridad. Claro, ya todos los franceses habían sido evacuados, para que el ejército francés pudiera bombardear. Eso lo pone a uno a pensar sobre la importancia que le dan a la vida de los marfileños.
 
Semana.com: ¿Cómo se organizan en esas condiciones?
 
Y.D.: Salimos muy temprano de nuestras casas para buscar comida y volvemos a nuestros domicilios lo más rápido posible. Compramos todo lo que encontramos, hasta si no es útil, porque nadie sabe cuando va a terminar esto. Los precios se multiplicaron por tres, por cuatro en los mercados, pero hacemos lo que podemos hasta que alcancen la poca plata que nos queda. Los bancos están cerrados. También cambiamos nuestra alimentación, comemos una o dos veces por día, racionándonos.

Las filas delante de las pocas tiendas abiertas son interminables y subastan algunos productos.
Nos refugiamos en el rezo, y en la fe de que todo esto sea un plan de Dios para nuestro país para que Costa de Marfil salga engrandecida de esta crisis.

Semana.com: ¿Como analiza la situación?

Y.D.: Estamos viendo agonizar la gente, porque dos personas, que fueron elegidos por una porción ínfima de marfileños, quieren sentarse sobre el mismo sillón. Cada uno estima que debe resistir, así sea escalando sobre una montaña de muertos para llegar a la presidencia. Está mal.

Por el amor del pueblo que los eligió, podrían privilegiar el diálogo. Pero hoy ya no podemos ser imparciales, tener palabras que federen. No tenemos derecho a denunciar lo que el LMP (el partido de del presidente Gbagbo) o el RHDP (el partido de Alassane Ouattara que reclama la presidencia) está haciendo mal. Hay que escoger su campo y quedarse ahí como estúpidos hasta el final.

Es frustrante saber que nuestras voces nunca serán lo suficientemente fuerte para cubrir las de los fanáticos de los dos bandos que se expresan en todas las cadenas nacionales e internacionales.

Semana.com: ¿Qué es lo que más le hace falta ahora a los Marfileños?

Y.D.: Yo diría la paz, pero al marfileño todo le hace falta y lo más risible es que le dicen que lo hacen sufrir por su propio bien.

El agua potable falta. Tenemos cortes de electricidad, los alimentos se pudren. Los electrodomésticos se dañan.

No tenemos dinero. El sistema bancario está paralizado. No tenemos drogas, comida. Las escuelas están cerradas.

En realidad nos hace falta la consideración de los ojos del mundo, ya que todos vienen a nuestro país, y hacen lo que quieren impunemente. Se le niega a los marfileños los derechos más elementales que se le reconocen a cualquier ser humano.

Semana.com: ¿Cuáles son los principales miedos de los marfileños?

Y.D.: Se resumen en uno solo: el miedo a la muerte. Que nos muramos de hambre, por falta de drogas, falta de dinero, falta de un vehículo para ir al hospital, por las balas....al final es lo mismo. Y frente a la muerte, no hay pro Gbagbo o pro Alassane. El ataque francés contra la base de Akuedo dejó claro una cosa: los proyectiles volaron por todas partes, sin escoger bando político.

Semana.com: ¿Qué tan dividido está el país?

Y.D.: Yo diría que es una ruptura irreparable, salvo una intervención divina, pero Dios es fiel.
Los dos protagonistas abrieron la caja de Pandora. Nos preguntamos a qué habrán servido los millones gastados en foros y caravanas de reconciliación. Una cosa es segura, durante mucho tiempo los marfileños se mirarán con hostilidad. La confianza y la unidad van a ser más difíciles de traer que la paz.

Los franceses con sus actos están cavando los surcos de un odio contra ellos. Las acciones de la Onu también son polémicas.

Semana.com: ¿Qué salida puede tener la grave crisis?

Y.D.: El resultado ya está acá. Miles de muertos inútiles, una fractura social, étnica y religiosa. Si no se hace nada, las consecuencias sólo se van a reforzar.

Semana.com: ¿Qué papel juegan los medios?

Y.D.: Ya no se publican la mayoría de los periódicos impresos. La RTI y la TCI (canales de televisión) no son canales de televisión creíbles, tienen una visión simplista y maniqueísta de la crisis, cuando en los dos bandos se han cometido exacciones y abusos.

También hay mucha parcialidad en los medios internacionales. No es sólo que Gbagbo se rehusé a dejar el poder, pero también hasta donde Alassane Ouattara y la comunidad internacional, con Francia a la cabeza, están dispuestas a ir para instalar a Ouattara. Y eso no se ha dicho lo suficiente.