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Los pasaportes para los cubanos cuestan unos 100 dólares. | Foto: AFP

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Cuba: con pasaporte pero sin salida

Aunque gracias a la reforma migratoria los cubanos ya pueden salir de su isla sin permiso del régimen, la oportunidad de migrar sigue siendo para unos pocos.

Andrea Novoa
21 de enero de 2013

“A partir del 14 de enero de 2013 solo se exigirá para salir de Cuba la presentación del pasaporte corriente actualizado y la visa del país del destino”. Con estas palabras, del periódico oficial Granma, se levantaron los cubanos el 16 de octubre pasado. Llevaban más de 50 años esperando la noticia. Hasta ahora solo había dos formas de salir de la isla: construyendo una balsa y lanzándose al Caribe infestado de tiburones u obteniendo la codiciada Carta Blanca, un permiso que el régimen otorgaba a unos pocos. La semana pasada llegó el anhelado 14 de enero, con el derecho para todos de salir sin autorización hasta dos años de Cuba. Pero los cubanos pronto descubrieron que en el reino de los Castro no basta con modificar una ley para que la vida cambie.

Según le dijo a SEMANA Marisel Trespalacios, cubana exiliada e internacionalista de la Universidad de Washington, “hay mucha alegría en Cuba y unas larguísimas colas en los consulados. El último, que apague el Morro (el famoso faro que domina La Habana)”. Pero no basta un pasaporte para irse, pues falta ver si obtienen la visa de Estados Unidos o de la Unión Europea, donde el temor es que se queden para siempre.

Por lo pronto, quienes quieran viajar podrán irse a Ecuador, las Antillas, Bielorrusia, Serbia, Singapur, Rusia y unas cuantas islas más en el Pacífico. Solo estos países no les piden vida para entrar. “En realidad se liberaron ciertas restricciones, más que para viajar, para emigrar”, agregó Trespalacios. Además, si bien esta es una de las reformas más profundas de Raúl Castro, porque antes quien se iba de Cuba era tildado de traidor a la revolución, el régimen sigue teniendo el poder de decidir a quién le da el pasaporte y a quién no.

Así, ninguna persona podrá salir cuando el gobierno considere razones de seguridad nacional que lo impidan o cuestiones de interés público. Pero quizá, la excepción que más despierta frustración es la que le impide a algunos profesionales más calificados salir de la isla. Esto quiere decir que médicos, deportistas, militares, científicos y demás personajes con importante trayectoria estarán en un listado que cada sector le entregará al gobierno y que les obliga a quedarse porque son considerados “vitales”.

Armando Torrijo es un cubano que vive en Miami, pero que tuvo que dejar a su familia en la isla. Según le dijo a esta revista, “mi hija sabe que allá especializarse no vale la pena. ¿Para qué, si entre más estudies peor te va? Ella dice que ya no estudia más, que mejor le va si se dedica a un trabajo más informal”.

Y este es precisamente el sinsabor actual entre las personas que trabajan en el sector de la salud. Los médicos cubanos, que están entre los mejor formados del continente, aportan cerca de 5.000 millones de dólares cada año a la isla, tanto dentro como fuera, por lo que un éxodo masivo de ellos generaría consecuencias profundas en la economía del país.

El gobierno cubano dijo que no le preocupaba una salida en masa de sus doctores, pues cada año 5.000 estudiantes se gradúan de medicina. Pero, contrario a lo que ocurre en el resto del mundo, los más especializados y exitosos jamás obtendrán su pasaporte. “Por eso es que apenas hay chance, uno sale. Gracias a un intercambio de artistas al que me envió el Estado pude irme. Donde yo fuera un gran neurocirujano, allá me tendrían amarrado. Es como si les debieras tu vida por haber tenido acceso al estudio”, afirma Tejuca.

Ahora bien, si se habla de las posibilidades reales que tendría cualquier ciudadano autorizado para salir del país, aparece un nuevo obstáculo: los ingresos de un cubano promedio no son suficientes para cubrir los costos de un viaje. El salario mínimo mensual es de 19 dólares y un pasaporte cuesta alrededor de 100 dólares, el segundo más caro de América Latina.

Pero la reforma no solo concierne a quienes se encuentran dentro de la isla. También trae buenas y malas noticias a los miles de cubanos que residen actualmente en otros países, sobre todo en Estados Unidos. Aunque por un lado les permitirá volver a su tierra natal, donde dejaron a sus familiares y amigos, todavía hay muchas trabas burocráticas para que vuelvan con tranquilidad. Los que se fueron antes de 1994 no pueden volver, los que migraron después tienen que esperar como mínimo ocho años desde su huida para reencontrarse con su tierra natal. Y si logran reunir todos esos requisitos, de todos modos no los dejan quedarse más que un par de semanas.

La norma responde al acuerdo firmado entre Fidel Castro y Bill Clinton durante la “crisis de los balseros” en los noventa, cuando por lo menos unas 30.000 personas se lanzaron al Atlántico intentando alcanzar Norteamérica. Cuba se comprometió a controlar la emigración masiva y Estados Unidos a expedir visas para los inmigrantes.

Por todo lo anterior, el avance constituye un acto político pues favorece no solo a los ciudadanos, sino también al gobierno. Según le dijo a SEMANA Arturo López-Levy, del Colegio de Estudios Internacionales Josef Korbel en la Universidad de Denver, “las dinámicas que han impulsado los cambios de la política migratoria” no solo le da “legitimidad al gobierno”, sino que son vitales para su economía pues en los últimos meses miles de personas han sido despedidas del sector estatal.

Así, la reforma abre las puertas a los sectores más irritados por las políticas castristas, descongestiona la isla, aumenta el flujo de remesas. Sin duda, la política migratoria se encuentra bastante sincronizada con las reformas económicas planteadas durante el VI congreso del Partido Comunista de 2011.

Aunque la reforma puede engendrar nuevos abusos de poder, es un avance no solo en materia psicológica para los cubanos, sino que resulta favorable para los sectores moderados. Se reducirán las odiseas de los balseros y sus ciudadanos podrán volver, así decidan irse a buscar suerte en otro lugar.

La libertad de viajar multiplica los derechos de los cubanos y les permite sentirse parte de un mundo al que antes no tenían acceso. Según le dijo a este medio el exprisionero político Tony Díaz Sánchez, “finalmente, el mismo gobierno, que ha manipulado la libertad de movimiento de un pueblo, una vez más se encarga de utilizar como propagando a su favor, lo que siempre debió ser un derecho de cada ciudadano”.

Ahora falta ver cuántos cubanos harán realidad su sueño de salir de la isla. Al fin y al cabo, muy pocos lograrán reunir el dinero del pasaporte, lo del pasaje, la visa y el visto bueno del régimen. Definitivamente, un exilio masivo de cubanos en los próximos meses es muy poco probable.