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De noviembre en noviembre...

Un año después de la ofensiva de San Salvador y de los asesinatos de los jesuítas, el FMLN lanza un nuevo ataque masivo.

24 de diciembre de 1990

Los fuerzas insurgentes de El Salvador parecen tener una predilección por el mes de noviembre. Era apenas un poco más de las dos de la madrugada del martes 20 de noviembre, cuando las fuerzas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional "FMLN" iniciaron su ataque. Las primeras acciones se presentaron en las guarniciones situadas al este de Usulután y San Francisco, que resultaron literalmente copadas por el fuego de morteros, granadas y ametralladoras. Hace un año, la situación era semejante.
El ataque resultó ser uno de los múltip!es lanzados por el FMLN en esa fecha, y el inicio de varios días de intensos combates. Mientras tanto, la dirigencia del movimiento anunciaba que las operaciones formaban parte de una campaña de "objetivos limitados" denominada "Castigo a las fuerzas armadas antidemocráticas". El anuncio incluyó la afirmación de que el ala militar del FMLN se convertiría en el ejército.
Esta ofensiva, calificada por el gobierno de los Estados Unidos como la más violenta de este año, tiene varios objetivos. En el plano político el FMLN busca abrir los espacios que permitan una negociación del conflicto salvadoreño y de paso demostrarle al ejército que este movimento guerrillero no está derrotado a pesar del desgaste que significan diez años de guerra contínua. En cuanto al plano militar, la guerrilla salvadoreña pretende disminuir la capacidad de resistencia del ejército salvadoreño con el fin de que ambas partes se puedan sentar a la mesa de negociaciones en igualdad de condiciones y por fin logren llegar a un acuerdo.
Ese proceso de negociación, para buscar la paz de un país que se consume en una guerra sin fin que ha dejado cerca de 80 mil muertos, comenzó en abril pasado. La idea nació de la Organización de las Naciones Unidas que auspició el acercamiento entre el gobierno salvadoreño que orienta Alfredo Cristiani y los representantes del grupo guerrillero FMLN. Pero lo que parecía ser la solución al conflicto armado, terminó por agravarlo. La razón: ninguna de las dos partes cede terreno cuando se toca el tema militar. El FMLN propugna por la reforma a fondo de las fuerzas armadas del país, un punto que los representantes castrenses se niegan siquiera a considerar.
Y en estos ires y venires de los miembros de la comisión negociadora de la ONU, estalló de nuevo la guerra. El FMLN justifica su acción militar como una respuesta a la impunidad de la que siguen gozando en El Salvador los miembros de las Fuerzas Armadas que participaron en el asesinato de seis sacerdotes jesuitas y quienes reprimen a los dirigentes de masas y opositores políticos.
La ofensiva lanzada el martes, permitió que la guerrilla se apoderara de seis de los 14 departamentos que conforman este país. El miércoles en la noche, los guerrilleros tomaron la población de San Miguel, la principal ciudad del oriente de El Salvador, donde atacaron con morteros las instalaciones de la III Brigada de Infantería. Luego, continuaron con el sabotaje de la red de energía eléctrica que dejó por fuera del servicio a ocho líneas primarias que ocasionó serios problemas en el suministro de agua potable a las localidades aledañas a la capital salvadoreña.
Durante el resto de la semana los combates continuaron pero no en la misma intensidad de los primeros días. Los dirigentes del FMLN sentaron su posición frente a esta nueva ofensiva y manifestaron que están dispuestos a que continúe el proceso de pacificación y exigen del gobierno que se regrese a la mesa de negociación. Pero esa negociación deberá ser equitativa para ambos bandos y de una vez por todas deberá solucionar el problema militar que ha sido la espina de todo este proceso. Por lo pronto, los representantes de la ONU realizan esfuerzos para que los dos bandos dejen a un lado las armas y retomen al diálogo franco que conduzca a la pacificación de uno de los países más pobres del continente.
La ofensiva llega en un momento en que el presidente Alfredo Cristiani trata por todos los medios de cambiar la imagen de su gobierno y de alejarse de sus correligionarios del partido ARENA, dentro de los cuales destaca el ex coronel Alfredo D'Abouisson, considerado el responsable por la ola de asesinatos de los primeros años 80, y entre ellos el del cardenal Oscar Arnulfo Romero.
El FMLN, por su parte, se halla empeñado en la modificación de su imagen. Para sus dirigentes, el esquema marxista ya no tiene cabida en una época en que la polarización ideológica ha perdido vigencia. En un mundo así, nadie debería extrañarse de que un grupo que nació en los años de la exportación revolucionaria, se presente como pluralista y democrático. Pero en El Salvador se comprueba que en la política, no sólo es necesaria la contrición de corazón, sino el propósito de la enmienda. Una enmienda que espera con ansia el pueblo salvadoreño, desangrado en una guerra que parece no tener fin. -