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DE TODO, COMO EN BOTICA

La Asamblea de la ONU se pasea por todos los temas actuales: la deuda, Greenpeace y la "Guerra de las Galaxias".

Pocas asambleas generales de las Naciones Unidas han sido tan agitadas y maratónicas como la de la semana pasada. No uno, ni dos, sino tres grandes temas fueron los que campearon a lo largo de los discursos de los presidentes y cancilleres que concurrleron a dicha sesión para exponer inquietudes consideradas por ellos centrales. El primer asunto lo constituyó el diálogo norteamericano-soviético sobre desarme, a la luz de la cumbre en noviembre próximo entre Reagan y Gorbachev. Los textos leidos desde la tribuna de oradores por los ministros de Relaciones Exteriores, George Shultz por Estados Unidos y Eduardo Shevardnadze por la Unión Soviética, subrayaron la voluntad de los dos gobiernos de establecer un diálogo que permita poner freno al armamentismo.
Ambos rechazaron ser responsables del estancamiento de las negociaciones en Ginebra sobre el desarme nuclear y espacial. Shevardnadze, en discurso calculado para no herir susceptibilidades y demostrar al mismo tiempo la firmeza de Moscu ante los desafios planteados por Washington habló de contraponer una "Paz de las Estrellas" a la "Guerra de las Galaxias", plan calificado por él como "siniestro". También destacó que Estados Unidos "se equivoca profundamente" si piensa que "el Estado soviético y su potencial científico y tecnológico" no resistirá la carrera de armamentos en el espacio. Más tarde Shultz y Shevardnadze se reunieron en privado, mientras circulaban rumores en los pasillos de que Moscú estaba dispuesta a reducir en un 40% sus cohetes y cabezas nucleares a cambio de que Estados Unidos se abstenga de ir más allá de la fase teórica en sus investigaciones para desarrollar armas espaciales. Shultz habló el lunes y criticó a la URSS por sus declaraciones "unilaterales" contra el sistema de defensa espacial aunque declinó el ofrecimiento de los periodistas de comentar el discurso de su colega soviético.
Al lado de ese flujo de reproches Este-Oeste, el endeudamiento del Tercer Mundo, o sea las preocupaciones Norte-Sur, se abrieron paso como el segundo gran asunto de los trabajos de la 40 Asamblea General. Los mayores cañonazos en ese sentido fueron disparados por los presidentes Sarney de Brasil y Garcia de Perú, así como por los cancilleres Sepúlveda de México y Ramírez Ocampo de Colombia. Otra importante contribución al debate fue realizada por el presidente egipcio Hosni Moubarak, quien lanzó una seria advertencia a los poderes occidentales en relación con los peligros de la deuda de las naciones subdesarrolladas. "O superamos las dificultades actuales mediante fórmulas realistas y globales, teniendo en cuenta la situación en toda su extensión, o llegaremos a un deterioro de la situación actual y el drama será aún mayor", dijo el Mandatario egipcio. "Es totalmente injusto permitir que los países en vías de desarrollo sean dejados solos ante problemas que ellos de ninguna manera han creado", agregó.
El discurso del Presidente peruano estuvo impregnado de frases espectaculares, como aquella de que el derecho de veto de la ONU en el Consejo de Seguridad "es un baldón para la ONU" aunque su monopolio de los botones nucleares los hacen más reales.
Sin conseguir impresionar mucho a la prensa norteamericana preocupada más bien por lo que dijeran Shultz y Shevardnadze, las delegaciones de Brasil, Argentina, Colombia, México y Perú ratificaron que la deuda externa latinoamericana -que ya asciende a los 370 mil millones de dólares- es intolerable. García fue aún más lejos al condenar frontalmente al Fondo Monetario Internacional, del cual dijo "nos obliga afirmar cartas de sumisión colonial". Consecuente con ello, el peruano ratificó su decisión de sólo destinar el 10% de las exportaciones para pagar la deuda, y de trabajar para que Latinoamérica armonice su actitud ante los acreedores internacionales con la de los países endeudados de Asia y Africa.
Un buen número de delegados europeos se sintieron obligados a hacer referencia, algunos en forma extensa, al drama del endeudamiento del Tercer Mundo, sin avanzar fórmulas concretas para abordar el problema.
El tercer gran tema fue el hundimiento del Rainbow Warrior. El canciller de Nueva Zelandia, Geoffrey Palmer, se entrevistó con su colega francés Roland Dumas, lo que no le impidió estigmatizar públicamente con violencia la política nuclear de Francia en el Pacífico y advertir que su país podría tomar medidas contra Francia a raíz del atentado en Auckland. "Esta acción recuerda el terrorismo internacional", dijo Palmer, quien de todas maneras expresó su deseo de que los dos países conserven las tradicionales buenas relaciones que han existido hasta la fecha entre ambos.