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DESASTRE ANUNCIADO

Triunfa el NO en el plebiscito constitucional de Ecuador, y el gobierno de Durán-Ballén se queda sin instrumentos para su proyecto político.

1 de enero de 1996

LA SEMANA PASADA, EL gobierno ecuatoriano del presidente Sixto Durán-Ballén sufrió el peor revés desde que asumió la conducción del Estado en agosto de 1992. Un plebiscito celebrado para conocer la opinión popular sobre su proyecto de reforma de la Constitución dio como resultado una apabullante mayoría para el NO. De un tajo, la administración quedó privada de los instrumentos para consolidar su proyecto político, a menos de un año del cambio de presidente.
El grueso de la propuesta estaba constituido por las reformas de carácter económico, como la posibilidad de que los presupuestos se elaboraran independientemente por provincias, la privatización de los servicios públicos, y la de que operadores privados pudieran entrar a prestar los servicios de seguridad social. En materia política, estaba incluida una reforma al sistema de elecciones del Congreso, la garantía de la independencia del poder jurisdiccional y la potestad para el jefe del Estado de cerrar el Congreso por una sola vez durante su período. Por otra parte, el proyecto prohibía la suspensión por huelga de la prestación de los servicios públicos.
Sin embargo, el proyecto estaba destinado al fracaso en una forma tal vez demasiado evidente. En primer lugar, el gobierno venía en una espiral descendente en cuanto a su prestigio, motivada por una serie de escándalos que tienen al ex vicepresidente Alberto Dahik y al ex canciller Diego Paredes en fuga. Dahik era considerado el verdadero hombre fuerte y el responsable de la gestión económica, muy criticada por los sectores sociales, para los cuales la aplicación de un programa económico de corte neoliberal había tenido el único efecto de empobrecer a la mayoría de la población.
En segundo lugar, el gobierno intentó por todos los medios de deslindar su deteriorada imagen de la reforma, y para ello lanzó una campaña propagandística sin precedentes en el país, con el apoyo de los mayores interesados en el éxito del SI, esto es, los empresarios. Pero la andanada de publicidad en los medios masivos fue tan grande y tan mal diseñada que produjo el efecto contrario. La gente, que antes del inicio de la campaña reflejaba un apoyo de más de 40 por ciento al SI, fue asumiendo una desconfianza que echó por la borda toda posibilidad de triunfo de la reforma.
Si a ello se añade la complejidad de las 11 preguntas, es fácil entender por qué el NO era inevitable. Y una razón fundamental de la derrota señalada por muchos es que en el cuestionario estaba incluida la reforma a la seguridad social, algo que casi nunca es bien recibido por la opinión. Eso se ve claro en el ejemplo de Francia, atravesada por una crisis que nació de la intención del primer ministro Alain Juppé de desmontar el sistema heredado del gobierno socialista, o en el de Uruguay, donde un plebiscito semejante fracasó estruendosamente.
Una y otra razón se combinaron para dar al traste con un instrumento vital para que el sector privado solucionara el problema que más acosa a Ecuador, es decir, la producción de energía. Porque, dicho sea de paso, se requiere mucha audacia política, o una miopía cercana a la ceguera, para pedirle a la opinión que le firme un cheque en blanco al gobierno, cuando la gente tiene que soportar diariamente ocho horas de apagón.