Home

Mundo

Artículo

DIFICIL COMIENZO

La masacre en la cárcel de Sao Pablo y el gabinete del nuevo presidente han levantado ampolla en Brasil

9 de noviembre de 1992


TODO PARECE INDICAR QUE el nuevo presidente del Brasil, Itamar Franco, comenzó a gobernar con el pie izquierdo. Y no sólo porque llegó a la presidencia por vías indirectas, sino porque a tan sólo unos días del "impeachment,, que alejara a Fernando Collor de Mello del Palacio de Planalto, Brasil fue el escenario de una de las mayores masacres que se hayan registrado en los últimos años.
En la Casa de Detención de Sao Paulo se produjo un enfrentamiento en el pabellón nueve, que albergaba a dos bandos enemigos. Los sobrevivientes aseguran que se trataba de una pelea por un paquete de droga, pero la situación pasó de castaño a oscuro cuando más de 2.000 reclusos se unieron al motín. En pocos minutos la Policía Militar de Sao Paulo había rodeado la cárcel, con el apoyo de helicópteros y comandos especializados. Poco después del primer enfrentamiento las autoridades cortaron la luz del recinto y un escuadrón de 340 hombres irrumpió en la prisión entre gases lacrimógenos y granadas de humo.
Nadie sabe a ciencia cierta qué fue exactamente lo que sucedió. Inicialmente las versiones oficiales hablaban de un contratiempo de menor importancia, y poco a poco los testimonios de los sobrevivientes fueron destapando la verdadera dimensión del episodio. Sin embargo fue necesario esperar hasta que el gobierno local de Sao Paulo constara el final de las elecciones municipales para que las verdaderas informaciones llegaran a oídos de la opinión pública.
Los primeros informes oficiales revelaron que 111 reclusos del pabellón nueve habían muerto en el enfrentamiento, muchos de ellos a manos de sus propios compañeros de celda. Pero, según versiones de varios de los involucrados en el motín, fueron más de 280 reclusos los que murieron en el incidente, y no propiamente a manos de sus companeros sino como resultado de una respuesta desmesurada y brutal por parte de las autoridades. Muchos fueron ametrallados, otros mutilados por golpes y mordeduras de perros polícia, y un sin número de víctimas fueron el blanco de un tiro de misericordia.

EFECTO DOMINO
A raíz de los hechos ocurridos en la prisión se desencadenó una serie de conflictos entre los gobiernos federal y provincial. El actual presidente Itamar Franco suspendió una audiencia que tenía programada con el gobernador de Sao Paulo, Antonio Fleury Filho. Fleury, el principal blanco de las reacciones políticas desencadenadas por la masacre, es acusado de haber tenido conocimiento previo de lo que sucedía y de haber autorizado el operativo.
Pero no sólo ese hecho de la masacre el que condena a Fleury. La opinión pública y los políticos brasileños lo critican por haber tomado la decisión de mantener en su cargo al secretario de Seguridad Pública, Pedro Franco Campos, responsable por la actuación de la policía, quien en sus declaraciones tuvo imprecisiones que rayan más con el ocultamiento de información que con la confusión que estos casos producen. Sin embargo, cinco días después de la masacre Campos se vio forzado a renunciar, aunque ni asi logró apaciguar la ya candente controversia.

POLEMICOS NOMBRAMIENTOS
Como si fuera poco, a la inestabilidad producida por la masacre se ha sumado la incertidumbre de los pronósticos que expertos le atribuyen al gobierno multipartidista y antimilitar de Itamar Franco. Y aunque el mandatario interino ganó puntos frente a la opinión al cumplir su promesa de formar un gabinete que consolidara fuerzas de todos los espectros políticos, persisten las dudas respecto al margen de maniobra y a la capacidad de trabajo en grupo de este "collage" ideológico.
La ratificación de varios ministros, especialmente aquella del desconocido profesor Murillo de Avelar Hingel para la cartera de Educación y la del abogado Gustavo Krause para el pivotal y estratégico Ministerio de Hacienda, hacen pensar que Franco se ha rodeado de amigos íntimos más que de expertos tecnócratas y políticos.
Franco deberá manejar con suma delicadeza su imposibilidad para introducir reformas radicales. El mandatario y sus asesores son promodernización como lo era Collor de Mello y reconocen que el abrupto cambio de capitán sufrido por la nave brasileña no implica un cambio de políticas. Las reformas introducidas por el destituido presidente son, en general, consideradas válidas para aliviar algunos de los más profundos problemas que acosan a los brasileños.
Con la convicción de que los nombres de los ocho ministros que faltan por posesionarse serán ratificados a principios de esta semana, a Franco sólo le queda esperar que su controvertido gabinete gane el apoyo del Congreso. Así, el mandatario y sus seguidores se enfrentan al elefante blanco que sorpresivamente heredaron, conscientes de que sacar a Collor de Mello de la silla presidencial fue más fácil que lograr que la joven y apaleada democracia brasileña levante vuelo nuevamente.