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Trump hizo su jugada más controvertida de la semana cuando anunció el retiro de las tropas norteamericanas de Siria. | Foto: AFP

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Donald Trump: Entre el impeachment y la reelección

Donald Trump termina el año acorralado por una avalancha de problemas que lo tienen con el agua al cuello. Pero si se salva, podría obtener un segundo round en la Casa Blanca.

22 de diciembre de 2018

Decir que la Casa Blanca de Trump es un desastre diplomático, ya suena a obviedad. A Trump le bastaron cerca de dos años como su inquilino para patear el tablero en diversos escenarios. Tiene a la Unión Europea con los pelos de punta por cuenta de su cercanía con el régimen ruso de Vladímir Putin y gran parte del mundo ya siente las consecuencias de la escalada comercial que mantiene con China.

Su política de ‘Estados Unidos primero’ lo ha llevado solo a disputas globales que han destruido un andamiaje esencial para la estabilidad política del planeta. Y a nivel interno, en cambio, le sirve para acumular capital electoral, aun cuando las investigaciones en su contra abarcan diversos escenarios, desde la financiación de su campaña, los fondos que aceptó para su posesión, los cuestionados personajes que elige como escuderos, sus negocios y la conexión de ese conjunto con la llamada ‘trama rusa’.

Los escándalos han creado la expectativa de su destitución, pero todavía lo apoyó el 90 por ciento de los republicanos.

Lidera esa investigación el fiscal Robert Mueller, exdirector del FBI, quien cada semana está en la mira de la prensa internacional porque ahora mismo es el único con el poder de establecer un caso sólido contra Trump. Han pasado 18 meses desde que Mueller se hizo cargo de la investigación y aún nadie sabe realmente cómo terminará. Medios estadounidenses informan que las sentencias para algunos de los antiguos colaboradores de Trump –como Michael Cohen, Paul Manafort y Michael Flynn– ahora testigos esenciales de Mueller, podrían indicar que la investigación está llegando al final. Incluso en Washington se especula que la falta de cargos contra la campaña de Trump en sí puede significar que no ha encontrado algo que valga la pena.

Sin embargo, el magnate aún no puede dormir tranquilo. La semana pasada ya había sido caótica por cuenta de que su exabogado, Michael Cohen, fue condenado a tres años de cárcel por evasión fiscal y por los pagos a dos mujeres para que callaran sobre sus relaciones con Trump, caso que configura una violación a las leyes sobre financiamiento de campañas. Después se enteró de que un fiscal de Manhattan abrió una investigación en su contra por los gastos de su posesión en 2017.

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Al parecer, cada día irrumpe en el escenario político de Washington un hecho que pone en tela de juicio su controvertido mandato. Este martes, la fiscal general de Nueva York, Barbara Underwood, tomó la decisión de disolver la Fundación Donald J. Trump, que ya se encontraba bajo supervisión judicial desde 2016. Según la fiscal, la fundación operó durante mucho tiempo como una empresa más de Trump, además de funcionar como plataforma para su campaña política.

Ese mismo día, el juez federal Emmet G. Sullivan de Nueva York transformó una simple audiencia en un drama, cuando dijo sentir “repugnancia” por los esfuerzos de Michael Flynn, primer asesor de seguridad de Trump, por mentirle al FBI. Sullivan consideró que los delitos de Flynn eran suficientemente graves como para justificar tiempo en prisión, con todo y que los otros fiscales le recomendaban que le diera una condena indulgente. En esa audiencia, los fiscales subrayaron la gravedad de la investigación realizada por Mueller y las enormes consecuencias para los atrapados en ella. Flynn ha cooperado con la investigación de Mueller, cuyo mérito hasta ahora es ser la pesquisa de mayor impacto hacia los socios comerciales y asesores políticos del magnate.

Como dijo a SEMANA Louis DeSipio, profesor de Ciencias Políticas y director del Centro para el Estudio de la Democracia de la Universidad de California, “Trump y sus asesores clave están cada vez más preocupados. Tuvo relativamente pocos éxitos legislativos en sus primeros dos años en el cargo y esos serán aún menos con el control demócrata de la Cámara de Representantes. Las investigaciones se acercan cada vez más a él y encuentran en su círculo un comportamiento ilegal, lo que brinda a los republicanos en el Senado más oportunidades para separarse de las iniciativas políticas de Trump, lo cual, eventualmente, puede ser perjudicial para él en caso de un juicio político”.

Está claro que los escándalos han creado la expectativa de que Trump no será reelegido y de que lo sacarán de la Casa Blanca en cualquier momento. Pero le quedan dos años para inclinar la balanza hacia un nuevo periodo en la Casa Blanca. Hoy, cerca del 90 por ciento de los republicanos lo apoyan, cifra que no es menor si se tiene en cuenta que en Washington se considera que más del 80 por ciento del apoyo de los votantes de su propio partido es una característica esencial para ganar una reelección. De hecho, así lo lograron Ronald Reagan, Bill Clinton, George Bush y Barack Obama.

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Con cerca de 60 millones de votos republicanos, Trump tiene la fuerza electoral necesaria para consolidar un segundo mandato, si es que los demócratas no se le atraviesan en el camino. Este es un presidente que buscará la reelección mientras esquiva los intentos de destitución que los representantes de ese partido pretenderán. Pero, ¿qué tan factible es que las investigaciones terminen sacándolo de la Casa Blanca? Lo cierto es que si la Cámara de Representantes impugnara a Trump, los republicanos que dominan el Senado harían de una condena algo muy improbable. El magnate tendría que perder el apoyo de una gran parte de su base electoral para que 15 senadores republicanos estuvieran dispuestos a votar para destituirlo de su cargo (suponiendo que todos los demócratas votaran a favor de condenarlo). Lograr el impeachment requiere un voto de dos tercios por parte del Senado y una mayoría simple en la Cámara de Representantes.

Como afirma el profesor DeSipio, “la presencia republicana en el Senado ciertamente no garantiza la reelección del presidente Trump. El éxito final de su candidatura para 2020 se basará en el éxito de su gestión actual y así ver si puede incrementar ese 43 por ciento de aceptación que tiene entre el público estadounidense que dice que está haciendo un buen trabajo como presidente”.

Puede que de aquí a 2020 aparezcan más escándalos en el horizonte trumpiano, pero Trump, una vez más, no dudará en hablar del muro con México, o de la “caravana” de migrantes para desviar la atención. Durante todo el año, Trump intentó capotear las tormentas que lo azotaron en Washington con pomposos anuncios de éxito en política exterior. Su última ocurrencia fue declarar que Estados Unidos le había ganado la guerra al Estado Islámico en Siria y que por eso retirará a los mas de 2.000 soldados que tiene en el terreno.

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Los demócratas podrían utilizar toda la artillería pesada y tratar de llevar al magnate hacia las lindes del impeachment. Sin embargo, de sobrevivir, Trump podría usar el dominio republicano en el Congreso para apalancar su candidatura reeleccionista. En cualquier caso, en 2019 Trump dependerá más de terceros para saber si logra consolidar su agenda, o si, por el contrario, el contrapeso demócrata y el de la Corte Suprema logran deshacerla.