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Duro de tumbar (III)

Otro año deja sin piso a todas las predicciones que aseguraban que Hugo Chávez Frías saldría por la puerta de atrás del Palacio de Miraflores de Caracas.

Mauricio Sáenz B.
21 de diciembre de 2003

Es cierto que en Venezuela en esta temporada las compras de Navidad reemplazaron al paro y a las manifestaciones del año pasado, y que ya se siente cierto optimismo sobre el futuro. Ahora hay un acuerdo para superar la crisis por medios constitucionales y pacíficos y el país está a la espera de decisiones que podrían aclarar por fin el panorama político.

Pero también es cierto que, como desde finales de 2002, un amorfo, pero inquebrantable, movimiento de oposición sigue en la lucha por sacar a como dé lugar al presidente Hugo Chávez del Palacio de Miraflores, mientras éste sigue dispuesto a hacer casi cualquier cosa con tal de no dejarse echar a sombrerazos.

Las que sí cambiaron de modo fundamental a lo largo de 2003 fueron las posiciones estratégicas. Chávez se salió con la suya en muchos aspectos. Como destituyó a la dirigencia y a cientos de empleados de Pdvsa que se sumaron al paro, ahora es el amo y señor de la gigantesca estatal petrolera que maneja por sí sola el 70 por ciento de la actividad económica del país. Con la máquina de hacer plata trabajando a 30 dólares el barril, hoy tiene las arcas llenas. Sus reservas de 21.000 millones de dólares le dan la capacidad para dar y convidar, y sobre todo para defender a rajatabla su Revolución Bolivariana.

La crisis desatada por el paro nacional promovido por la oposición para obligarlo a renunciar le dio al presidente venezolano la oportunidad de establecer un control de cambios que en épocas normales hubiera sido impensable. Ello le permitió devaluar el bolívar y atacar con éxito el problema de su endeudamiento interno. Por eso, aunque el desempleo y las quiebras de empresas siguen siendo impresionantes, las cifras macroeconómicas muestran índices ciertamente favorables. La caída de la economía en 2003 fue del 12 por ciento, pero no alcanzó el cataclísmico 25 que predecían algunos. Y las previsiones para 2004 ponen a Venezuela en el primer lugar en el crecimiento económico subcontinental, con cerca del 7 por ciento.

Es decir que si al final de 2002 el tiempo corría a favor de la oposición, ahora sucede todo lo contrario. Mientras más tiempo transcurra, más se atornilla el ex comandante golpista en el palacio de Miraflores.

La oposición, en cambio, ha retrocedido en 2003. Sus integrantes resultaron derrotados cuando levantaron el paro el 2 de febrero, y sus máximos representantes, el dirigente gremial Carlos Fernández y el sindicalista Carlos Ortega, terminaron en el exilio, acusados de delitos como traición y sabotaje por promover un movimiento que causó pérdidas situadas entre 10.000 y 70.000 millones de dólares, según quien se consulte. Y en febrero mismo perdieron su esfuerzo de levantar miles de firmas para celebrar un referendo meramente consultivo, de validez debatible, en el que estaban encaprichados con el afán de un niño impaciente.

Pero los dirigentes que quedan parecieron haber aprendido la lección al firmar el 29 de mayo el acuerdo democrático promovido por el secretario general de la OEA, César Gaviria, con el concurso del Centro Carter y el Pnud. Con ello abrieron el camino para un referendo revocatorio y esta vez consiguieron juiciosamente sus firmas. Ahora tienen la expectativa de celebrar un certamen incuestionable para revocar el mandato del presidente y 29 diputados de la Asamblea Nacional afectos a él. Lo que es más importante, se trataría de un referendo apegado a la letra de la Constitución Bolivariana, que era precisamente lo que pretendía el gobierno.

Eso no significa que la situación se haya aclarado, porque en noviembre, una semana antes que la oposición hiciera su "reafirmazo", sectores cercanos a Chávez realizaron su propia recolección de firmas por un referendo para sacar de sus curules a 37 diputados opositores.

Ese escenario de votaciones y contravotaciones presagia un 2004 por lo menos tan turbulento y lleno de incidencias como el año que termina. Al aplicar la norma, para que se convoque el referendo contra el presidente se requieren unas 2.600.000 firmas. Para conseguir la revocatoria, sin embargo, es necesario alcanzar un voto más que los que el afectado consiguió en la elección original. Eso quiere decir que si la oposición tiene, como afirma, 3.600.000 firmas, estaría apenas a un poco más de 100.000 votos de la cifra necesaria para sacar a Chávez de Miraflores.

Todavía falta saber cuántas firmas recogió la oposición, según lo certifique el Consejo Nacional Electoral. En el bando del gobierno, las denuncias de "megafraude" en las firmas hacen que muchos duden de su compromiso de respetar las decisiones del Consejo Nacional Electoral. Y en el de la oposición, la demora en entregar las firmas, que apenas hasta el 19 de diciembre estaban listas para ser verificadas, sirvió para que se tejieran toda clase de conjeturas acerca de lo que puede suceder.

El Consejo Nacional Electoral tiene 30 días para resolver si las firmas son suficientes para convocar al referendo. Aunque su composición es de tres chavistas y dos independientes, sus actuaciones hasta ahora han conseguido el respeto general, entre otras cosas porque siempre han actuado de consenso. De que se mantenga esa respetabilidad dependería en mucho el desenlace de la situación en Venezuela.

¿Qué se espera que haga Chávez para evitar por enésima vez su caída? El gobierno tiene en marcha una intensa campaña de desprestigio del referendo, y ya cursan varias denuncias sobre firmas dobles, presencia de muertos, en fin, toda clase de vicios. Pero a pesar de lo que diga la impugnación parece improbable porque el proceso de recolección fue vigilado estrechamente por la comunidad internacional y cumplió estrictas reglas establecidas por la propia CNE. Algunos voceros de la oposición contraatacan y dicen que fue el propio gobierno el que infiltró la recolección de firmas para "sembrar" las irregularidades. En cualquier caso las maniobras le pueden ganar tiempo a Chávez para dejar que avance un año repleto de elecciones regionales y locales, y acabar de complicar el panorama.

En la incertidumbre los analistas ensayan toda clase de teorías en cuanto a la estrategia del ex paracaidista. Una que suena con insistencia es que presente una enmienda constitucional para adelantar las elecciones y buscar la manera de competir él mismo, pero ello requeriría la aprobación popular. Otra es que renuncie para provocar por este medio el mismo resultado, por considerar que cualquier escenario en el que se confronte con la fragmentada oposición le sería favorable.

Esas opciones se estrellan contra la indefinición de las normas al respecto y dependerían de una decisión de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, que aún no se ha pronunciado. Algunos temen que Chávez logre en enero manipular a la Asamblea para que autorice el aumento del número de magistrados para así manejar más fácilmente sus decisiones. Al fin y al cabo no sería la primera vez que el gobernante se mande hacer instituciones a su medida.

La otra salida, que muchos consideran la menos probable, por la posibilidad de una derrota, es que el presidente finalmente se someta al referendo revocatorio. Pero aun en ese caso tampoco estaría desguarnecido. Una táctica que se menciona es que el gobierno participe con una fuerte campaña por la abstención. Ello haría que cualquiera que votara se convirtiera en sospechoso de ser amigo de la oposición, lo cual muchos, sobre todo los empleados públicos, no estarían dispuestos a hacer.

Por otra parte, la enorme disponibilidad de fondos que ahora tiene el gobierno le da una gran capacidad de maniobra para reconquistar la porción perdida de su popularidad. Los amigos del presidente mencionan al menos dos programas concretos: 'Barrio adentro', por el que la población menos favorecida es atendida por médicos por primera vez en su vida, sólo que, para horror de la oposición, los facultativos son cubanos que estarían adoctrinando a sus pacientes. El otro es un conjunto de planes destinados a ampliar la cobertura del sistema educativo.

Y nadie en la oposición descarta la salida de fuerza mediante una campaña de represión orquestada desde las fuerzas armadas, que, tras la purga realizada luego de la intentona golpista de abril de 2002, hoy serían totalmente leales a la Revolución Bolivariana de Chávez. Los más optimistas afirman que si los militares honran su tradición civilista, las milicias bolivarianas se encargarían de hacer el trabajo sucio. Porque como dijo un dirigente opositor, "nosotros tratamos de sacar por la vías democráticas a un gobierno que no es democrático".

Salvo sus crecientes problemas en sus relaciones internacionales, se puede decir que Chávez ganó el año con creces y se coronó como el 'Duro de tumbar' versión III. El año que comienza lo encuentra, de nuevo, firme en el poder y manejando las palancas del gobierno como siempre lo ha hecho: en el filo de la legalidad, entre la democracia y el autoritarismo.

De nuevo, como el año anterior, nadie sabe cuál será el desenlace, pero sí que la pelea va a ser a muerte. Porque, como parece haber quedado demostrado en la organización desplegada al recoger las firmas por el referendo, esta vez los opositores no van a dar su brazo a torcer.