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EL AMERICANO FEO

Los sandinistas expulsan al embajador norteamericano y las relaciones con Estados Unidos tocan fondo.

15 de agosto de 1988

La débil cuerda que sostenía las relaciones entre los sandinistas y el gobierno de Ronald Reagan terminó por romperse la semana pasada, cuando el gobierno de Managua expulsó del país al embajador gringo Richard Melton. Disparando en varias direcciones, el mismo lunes 11 los sandinistas cerraron en forma indefinida la Radio Católica y suspendieron por 15 días la circulación del diario La Prensa, principal vocero de las fuerzas políticas contrarias al régimen sandinista.
El detonante de la explosión sandinista fue una manifestación realizada el día anterior en Mandaime, una población situada al sur de Managua. El mitin, que había sido autorizado por el gobierno, reunió a miles de manifestantes traídos especialmente desde Managua, en buses fletados por los partidos de oposición, y se desarrolló en medio del despliegue más impresionante de fuerzas policiales que se hubiera visto jamás en Nicaragua. En un cierto momento, mientras Myrian Arguello, líder del Partido Conservador, se dirigía a los asistentes, los manifestantes comenzaron a atacar a los policías con palos y piedras. La reacción, en opinión de los periodistas presentes, fue inusitadamente violenta, y por primera vez se vio el uso de gases lacrimógenos. Diez miembros de la fuerza pública fueron heridos, mientras 42 manifestantes fueron arrestados.
De ahí no hubiera pasado la cosa si no hubiera sido porque, amén de un amplio cubrimiento de la prensa internacional, en la manifestación estaban presentes varios diplomáticos norteamericanos junto con un número no determinado de funcionarios del Congreso de ese país, al lado de muchos de los más importantes líderes de la oposición antisandinista. En cuestión de horas, un airado Miguel D'Escoto anunció la expulsión del embajador Richard Melton y de otros 7 diplomáticos norteamericanos, con cargos de estar interviniendo en asuntos internos de Nicaragua. El cierre de los medios de comunicación se justificó, como siempre, en sus informaciones contrarias a los intereses nacionales. Las medidas de los sandinistas fueron las más fuertes desde que se firmó el Acuerdo de Esquipulas II hace 11 meses. Para algunos líderes de oposición, el lunes de la semana pasada marcó el inicio de una etapa de militancia más agresiva de parte de los sandinistas. Por su parte, los voceros oficiales declararon que las medidas resultaron inevitables debido a que la oposición, azuzada por el embajador Melton, estaba "tratando de derrotar a la revolución", en palabras de Carlos Núñez, miembro del Directorio Nacional Sandinista.
Sean cuales fueren las causas inmediatas de la escalada de tensión entre los sandinistas y el gobierno de Reagan, lo cierto es que, de algunas semanas hacia atrás, la actitud del gobierno de Managua se parece cada vez más a la de una fiera acorralada. La economía del país está al borde del colapso, y las condiciones de vida de las clases más necesitadas se deterioran rápidamente, con el efecto que ello trae en el respaldo popular al régimen. La paridad de su moneda con el dólar, que estaba en 13 córdobas por dólar hace un mes, pasó a 325 por dólar y los sindicatos antisandinistas, hábilmente manejados por la oposición, se han unido para demandar cambios en la política económica y, de paso, en el régimen político.
A todos esos factores internos de tensión se une, según algunos observadores políticos, la campaña que el secretario de Estado George Schultz ha estado adelantando en varios países de Centroamérica para obtener de ellos una mayor presión política sobre el cumplimiento del tratado de Esquipulas, por el cual los sandinistas se comprometieron a caminar hacia la apertura política. Schultz, quien parece haberse apersonado del manejo de la política norteamericana en Centroamérica, tras el fracaso de su subalterno, Elliot Abrams, ha estado viajando por varios países del área y su expresa negativa a visitar Nicaragua llenó de sospechas a los dirigentes sandinistas.
A todos los factores anteriores vino a sumarse la designación de Richard Melton como embajador de los Estados Unidos. Melton, un funcionario del departamento de Estado adscrito directamente a la oficina de Abrams, se dedicó, desde su llegada al cargo hace 4 meses, a reunirse única y exclusivamente con los líderes de la oposición. Uno de ellos declaró a The New York Times que "los anteriores embajadores no eran tan apasionados. Ellos trataban de ver si era posible establecer una relación con los sandinistas, pero Melton vino con la idea preconcebida de que ello era imposible". No de otra forma se explica el modo como se refirió a él el canciller D'Escoto en carta a Schultz: "Melton representa el desprecio total del gobierno de Reagan por las más elementales normas de coexistencia internacional".
En respuesta, el gobierno norteamericano expulsó de su territorio al embajador sandinista Carlos Tunnermann, y a 7 miembros de su delegación, con cargos similares a los que motivaron la medida contra su propio enviado. Pero a la hora de concretar esos cargos, los funcionarios norteamericanos se encontraron con que todo lo que tenían era un par de infracciones de tránsito. Ello no obstante, y a pesar de que Tunnermann es además representante de su país ante la OEA, el nicaraguense debió abandonar el país. El sueño de coexistencia pacífica entre sandinistas y reaganianos parecía disiparse para siempre .