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EL ANGEL CAIDO

CON LAS ELECCIONES CERCA, COMIENZA UN NUEVO CAPITULO EN EL JUICIO CONTRA GIULO ANDREOTTI, EL POLITICO ITALIANO MAS IOMPORTANTE DE LA POSGUERRA.

6 de mayo de 1996

Si alguien personificaba al establecimiento político que imperó en Italia hasta comienzos del presente decenio, ese era Giulio Andreotti. Senador vitalicio por la ahora extinta Democracia Cristiana, siete veces primer ministro e integrante de todos los gobiernos italianos desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial,católico devoto con buenas conexiones en la Iglesia, y hombre de amplia cultura, con sus maneras flemáticas, tan diferentes del resto de sus sanguíneos paisanos, ese viejo de hombros encorvados parecía por encima del bien y del mal. Pero la gigantesca 'Operación Manos Limpias', mediante la cual el poder judicial acusó por corrupción a más de 5.000 funcionarios gubernamentales y produjo la caída de ese establecimiento político, no se detuvo en esa figura que parecía intocable. Esta semana se reanudan dos procesos en contra del antiguo estadista, de 77 años, en medio de nuevas acusaciones que parecen señalar que los políticos que recibieron el mando, incluido el magnate ex primer ministro Silvio Berlusconi, también han caído en los problemas de sus antecesores. Las acusaciones contra Andreotti, que el magistrado Agostino Gristina formalizó en septiembre de 1995, se basan en declaraciones hechas por informantes de la mafia, incluido Tomaso Buscetta, un antiguo pandillero que ha testificado en numerosos juicios tanto en Italia como en Estados Unidos. Por lo menos dos "pentiti" _como son llamados los arrepentidos del crimen organizado en Italia_ han testificado cómo vieron a Andreotti en compañía de reconocidos cabecillas de la mafia. El testimonio más impresionante sostiene que Andreotti le dio a Salvatore Riina un beso ritual en Palermo en 1987, en momentos en que el jefe de jefes (capo di tutti cappi) estaba aún bajo la persecución de la Policía. Ese beso significa sumisión en el lenguaje gestual de la mafia, lo que explica el escándalo que recorrió a la sociedad, que debió imaginar a su político más poderoso en un acto típico de los criminales más avezados. Como si eso fuera poco, en noviembre pasado otro juez ordenó abrir un nuevo proceso al aparecer otros indicios que vinculaban a Andreotti, ya no como auxiliador o simple amigo de la mafia, sino como autor intelectual del asesinato de un periodista. En efecto, fue el mismo Buscetta quien testificó que en una conversación con Gaetano Bandalamenti, que purga condena en Estados Unidos, éste le dijo que Andreotti tenía motivos para eliminar a Nino Pecorelli, editor de un periódico que incursionaba en el oscuro mundo de las relaciones del crimen organizado y la política. Según sostienen los jueces investigadores, Andreotti sabía que Pecorelli estaba en posesión de secretos que podrían incriminarlo y decidió sacarlo del camino. Buscetta contó que otro mafioso, Stefano Botante, le había dicho que el asesinato del periodista había sido ordenado por dos prominentes hombre de negocios de Palermo estrechamente relacionados con la facción política de Andreotti en Sicilia. En este proceso, Andreotti está acompañado como acusado por dos notorios jefes mafiosos de Sicilia: Badalamenti y Pipo Calo, quienes habrían dado directamente la orden al cuarto involucrado, Michelangelo La Barbera, quien apretó el gatillo de su pistola contra Pecorelli en la puerta de su oficina de Roma, en marzo de 1979. En este escándalo ni siquiera la víctima queda libre de culpa. Pecorelli editaba un periódico llamado OP, y según colegas suyos obtenía información del servicio secreto para exigir dinero por no publicarla. Por eso nadie se extrañó cuando un asistente de Andreotti, Franco Evangelisti, testimonió que había pagado 40.000 dólares a Pecorelli para evitar que publicara una información sobre sobornos para su jefe. Sin embargo, Andreotti sabe que lo único que falta para condenarlo es una prueba concreta, y por eso está jugando con el tiempo, con la esperanza de que la muerte lo sorprenda antes de llegar al final. Sin embargo, para muchos su propia actitud de negar en forma absoluta que conocía la naturaleza de sus conexiones con los políticos de Sicilia (cuya afiliación a la mafia es un secreto a voces) podría ser la mayor debilidad de su defensa. "Esa negación de lo obvio", escribió Enrico Deaglio en L'Unità, ese "no haber sospechado remotamente eso de lo que todo el mundo hablaba y escribía, no le hacen nada bien a su reputación de inteligencia". Tal vez el juicio de Andreotti no termine en años y finalmente no resulte condenado, sobre todo por su edad. Pero no hay duda de que este y los demás procesos de 'Manos Limpias' iniciaron una depuración que tendrá que ir mucho más allá del castigo a un individuo. Y, como esperan los observadores italianos, deberían tener un peso específico en las próximas elecciones generales de este mes.