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EL AYATOLA CONTRAATACA

Desde Argentina hasta Argelia, pasando por Bangkok y Londres, se desata ofensiva fundamentalista en el mundo

5 de septiembre de 1994

EN LAS ULTIMAS SEMANAS el mundo ha sido testigo de una intensificación del terrorismo antiisraelí. La ola comenzó en realidad en marzo en Bangkok (Tailandia), donde tres iraníes fueron capturados cuando trataban de poner una tonelada de dinamita frente a la embajada de Israel. El 18 de julio fue volada la sede de una sociedad mutual judía en Buenos Aires (Argentina) y apenas una semana más tarde las víctimas fueron la embajada y una oficina comercial de Israel en Londres (Gran Bretaña), a tiempo que en varias capitales del mundo se extremaba la seguridad alrededor de las embajadas de Israel.

Y eso no fue todo. La semana pasada, en Argelia, cinco diplomáticos franceses fueron asesinados en el acto más audaz del insurgente Frente Islámico de Salvación. En Líbano, un empresario colombiano de origen libanés fue víctima por casualidad de un ataque de fanáticos fundamentalistas, interesados en provocar la desestabilización de ese país (ver recuadro). Y la voladura de un avión panameño con empresarios judíos contribuyó a acrecentar la sicosis internacional, aunque su verdadera autoría aún se disputa.

Las investigaciones apuntan a que detrás de esos hechos aparentemente inconexos, está la larga mano de la organización Hezbollah o Partido de Dios, que desde su base en Líbano distribuye internacionalmente la influencia iraní. Esa organización niega vehementemente su participación, pero los analistas la consideran segura, con dos objetivos aparentes: por una parte, diseminar por el mundo árabe la revolución islámica. Y por la otra, torpedear a como dé lugar los acuerdos de paz de Israel no sólo con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), sino con sus vecinos, como Jordania, con la que acaba de terminar un estado de beligerancia de varias décadas. Pero hay quienes sostienen que esa escalada terrorista es la respuesta cuyuntural a los ataques israelíes de junio sobre las bases de Hezbollah en el sur del Líbano.

Independientemente de sus objetivos, la escalada terrorista tiene mucho que ver con el curso descendente que ha comenzado a tomar la suerte del presidente de Irán, Alí Akbar Hashemi Rafsanyani. Ese mandatario pragmático había intentado normalizar las relaciones de su país con Occidente, a través de una apertura económica que permitiría el establecimiento de nuevos vínculos comerciales, acompañada de un descenso marcado en el apoyo de Irán a la revolución islámica. Pero el grupo de Rafsanyani está cayendo en desgracia, porque las facciones religiosas han logrado difundir la idea de que las reformas económicas sólo favorecen a los ricos.

La decadencia de Rafsanyani es paralela al ascenso del sucesor del ayatola Ruhollah Jomeini, el ayatola Alí Jamenei. Este personaje, que es en la práctica la máxima autoridad, se había abstenido de contrariar a Rafsanyani porque fue éste quien convenció en su lecho de muerte a Jomeini para que le nombrara su sucesor.

Pero ya han pasado cinco años y los clérigos de línea dura se han ido agrupando alrededor del ayatola. Consciente de su nuevo poder, Jamenei ha comenzado a minar la figura decadente de Rafsanyani. El líder religioso y su grupo tienen bloqueado el proyecto de privatizaciones del presidente, y en un detalle comparativamente menor, pero de gran importancia simbólica, Jamenei desautorizó una declaración de Rafsanyani según la cual la condena a muerte dictada en vida por Jomeini contra el escritor Salman Rushdie era revocable.

Todo eso indica que las predicciones de un acercamiento iraní hacia Occidente no pasaron de ser buenos deseos. Y lo peor es que el Departamento de Estado de Estados Unidos viene insistiendo desde hace algún tiempo en que Hezbollah está consolidando su presencia en América Latina, sin que, según los estadounidenses, los gobiernos del área hayan respondido adecuadamente.


VICTIMA FORTUITA

UN COLOMBIANO y su familia fueron víctimas por casualidad de la situación del Medio Oriente, en lo que pensaban sería un viaje más de vacaciones a la tierra de sus mayores. Tanto Miguel Saab, empresario petrolero, como su esposa Layla Faour, son hijos de libaneses, y de cuando en cuando viajan a ese país para visitar a sus parientes. Esta vez, el atractivo especial del paseo era la boda de una hermana de doña Layla, que tuvo lugar el jueves 28 de julio.

Pero lo que comenzó como una alegre reunión familiar terminó mal. A eso de las 12 de la noche irrumpieron en el lugar de la fiesta unos 20 individuos que gritaban "Alá Akbar" ("Dios es grande") y blandían varillas de hierro. Como resultado quedaron heridos tres miembros de la familia, entre ellos don Miguel, quien al cierre de esta edición luchaba por su vida en el hospital de los Monjes, en Biblos.

Después de la confusión inicial, la Policía libanesa le aclaró todo a la familia colombiana. Se trató de un ataque de fundamentalistas islámicos contra una ceremonia cristiana. Todo indica que se trata de un nuevo acto tendiente a desestabilizar la paz en un paìs que, como Líbano, apenas se está recuperando de la guerra civil.

El ataque causó conmoción en Líbano, sobre todo porque las víctimas resultaron ser extranjeras. Al final de la semana se esperaba el informe de la embajada de Colombia en Beirut, y que recobrara el conocimiento Miguel Saab, afectado por un conflicto que ya no es el suyo.