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EL BAILE DE LOS EXPRESIDENTES

Las confusas elecciones dominicanas sólo dejan verdaderamente en claro el fin del bipartidismo

23 de junio de 1986

A los setenta y ocho años, prácticamente ciego, con la salud muy quebrantada, y teniendo sobre sus hombros las poco gratas recomendaciones de haber sido durante años el secretario de confianza del tirano Rafael Leonidas Trujillo, de haber sido colocado en la Presidencia en 1966 mediante la intervención directa de los marines norteamericanos al cabo de una breve pero sangrienta guerra civil, y de haberse mantenido en ella durante doce años consecutivos en medio de acusaciones de corrupción y fraude electoral, Joaquín Balaguer acaba de darse el lujo de resultar vencedor una vez más en las elecciones presidenciales de la República Dominicana: las séptimas elecciones que se celebran desde el asesinato de Trujillo hace treinta años.
La situación no estaba muy clara todavía al cierre de esta revista, sin embargo. Recusados por Jacobo Majluta, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (actualmente en el gobierno), dos de los tres jueces de la Junta Electoral habían renunciado, y el conteo de votos se había suspendido desde el sábado 17 de mayo, al día siguiente de las elecciones.
En ese momento, el escrutinio parcial (faltando por escrutar sólo unas pocas mesas) daba como vencedor a Balaguer, del Partido Reformista Social Cristiano, frente a sus dos contrincantes principales. Balaguer, con algo más de 837 mil votos, tenía un 41.6% de la votación, contra un 39.5% de Majluta y un 18.2% de Juan Bosch, del Partido de la Liberación Dominicana.
Tras una semana entera de indecisión, Balaguer y Majluta habían llegado al parecer a un acuerdo. Reiniciar el conteo de los votos desde el principio, y conformar en todo caso, "gane quien gane' un gobierno compartido de "unidad nacional" entre el PRSC de Balaguer y el PRD de Majluta, probablemente con Balaguer como Presidente. Al anunciar el pacto, Majluta llamó efectivamente a su rival "presidente Balaguer" en un lapsus que corrigió de inmediato pero que hizo sacar esa conclusión a los observadores. Aunque pudo deberse simplemente a la costumbre de haber tenido a Balaguer durante tantos años como Presidente.
La verdad es que todos los rivales en estas elecciones eran ex presidentes. Balaguer lo fue por tres períodos consecutivos, de 1966 a 1978. Juan Bosch, por siete agitados meses que terminaron con su derrocamiento por una junta militar y la ocupación del país por tropas norteamericanas, en 1965. (El presidente Lyndon Johnson temía entonces que el nacionalismo de Bosch y sus reformas sociales llevaran a la consolidación de una "segunda Cuba" en el Caribe). Jacobo Majluta, por su parte, ocupó la Presidencia por 43 días -en su calidad de presidente del Senado- a raíz del suicidio de Antonio Guzmán, predecesor del actual mandatario Salvador Jorge Blanco. E incluso uno de los pequeños candidatos marginales de la derecha, el general retirado Elias Wessin y Wessin, fue fugazmente presidente de la junta militar que sucedio a Bosch tras su derrocamiento.
La frágil victoria de Balaguer, que algunos observadores atribuyen al descontento provocado por la mala situación económica vivida por el país bajo los dos gobiernos del PRD -en 1984 una sublevación popular contra las medidas de austeridad impuestas a la República Dominicana por el Fondo Monetario Internacional se saldó con 60 muertos y centenares de heridos-, puede atribuirse también a la división del Partido Revolucionario Dominicano. Este había sido siempre el partido de Juan Bosch. Pero en esta ocasión -así como en las elecciones anteriores- Bosch se alzó con su ala más radical para formar un partido nuevo, el PLD, que en estas elecciones más que duplicó los modestos resultados que había obtenido la vez pasada.
No es pues tanto el atractivo que tenía el "moderado" Balaguer para el campesinado del interior, ni el recuerdo de las vacas gordas que lo acompañaron en sus años de poder, lo que tiene interés en estas elecciones dominicanas. Es más bien el inesperado crecimiento de la izquierda lo que hay que tomar en cuenta. Es un hecho, desde ya, que el PLD ha conseguido romper el bipartidismo que dominó la política dominicana desde el asesinato de Trujillo. Y si cuaja el gobierno de "unidad nacional" propuesto por Majluta a Balaguer, el quedarse con el monopolio de la oposición en un momento en que la situación económica y social tiende a deteriorarse no puede sino aumentar el arraigo popular del PLD.
Lo que falta por ver es qué tanto de ese arraigo, más que del partido, es del propio Bosch, tal como sucede también enfrente en el caso de Balaguer y el PRSC. Pero dada la avanzada edad de los dos lideres (Balaguer tiene 78 años y Bosch 76) lo previsible es que para las próximas elecciones todo haya cambiado por falta de suficientes ex presidentes.-