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EL CAUCASO EN LLAMAS

La guerra de independencia de Chechenia no es sino el abrebocas de una confrontación de alcances insospechados.

16 de enero de 1995

EN SU PRIMERA ACCION ARMADA DIRECTA, luego de la desmembración de la Unión Soviética, las tropas rusas marchan sobre Grozny, capital de Chechenia. Su objetivo no sólo es sofocar la independencia de esta pequeña república musulmana de 1.800.000 habitantes, sino mantener la unidad de la Federación Rusa, cuyo nombre cada vez más parece un eufemismo detrás del cual se oculta su verdadera naturaleza: Imperio Ruso.
El Cáucaso, esa legendaria cadena montañosa que se extiende entre el mar Negro y el mar Caspio, es sede de cuatro repúblicas de la antigua URSS: Rusia, Georgia, Azerbaiján y Armenia. Junto a estos países están los 'pequeños pueblos' que, sin constituir repúblicas independientes, se encuentran repartidos entre estos cuatro países, como entidades territoriales con cierto grado de autonomía.
El Cáucaso del Norte tiene una historia común. En el siglo pasado sus pueblos protagonizaron una gran rebelión antirrusa dirigida por el imán Chamil. Una rebelión que, a pesar de su aplastamiento por las fuerzas zaristas en 1860, en las montañas nunca terminó realmente.
En este siglo el Cáucaso fue víctima de la repartición territorial realizada por el dictador José Stalin, al dividir a las etnias en territorios autónomos y repartirlas en las cuatro repúblicas reconocidas. Durante el período soviético sus fronteras internas fueron rediseñadas más de 30 veces.
En 1944 Stalin ordenó la deportación a Siberia de pueblos enteros que son, por lo demás, aliados naturales por su religión musulmana y su origen racial: chechenos, inguches y balkarios fueron desarraigados y asesinados en masa, acusados de colaborar con las tropas nazis. En 1957 se les autorizó regresar, pero mientras los chechenos y balkarios tenían a donde volver, los insuches encontraron sus tierras y casas ocupadas por un pueblo antagónico: los osetios, cristianos conversos obedientes de Moscú, que procedían de Persia y que son mirados como intrusos.
Todos estos antecedentes hacen del Cáucaso un nudo de conflictos. En sus picos montañosos del sur comenzó en 1987 la llama del nacionalismo que hizo explotar a la Unión Soviética. El en enclave de Nagorno Kharabaj, o Alto Kharabaj, es un pedazo de territorio de mayoría armenia que fue anexado a la república musulmana de Azerbaiján en 1923 por órdenes de Stalin, lo que generó el conflicto actual. En 1987 Nogorno Kharabaj reclamó su anexión a Armenia y se inició la guerra más larga en los confines de la antigua URSS.
Le siguió Osetia del Sur, en Georgia. Allí la frontera partió por la mitad al pueblo osetio, poniendo a una mitad, Osetia del Norte, en la Federación Rusa, y a otra mitad, Osetia del Sur, bajo la jurisdicción de Georgia. El conflicto estalló a principios de los años 90, cuando los del norte quisieron saltar la frontera, unirse a su media naranja y pasar a formar parte de Rusia.
Luego estalló Abjasia, también en Georgia, en 1992. Su bella capital, Sujumi, fue reducida a ruinas por la intervención del Ejército de Georgia, al mando de Eduard Shevarnadze, el ex canciller de Mijail Gorbachov. Los abjasios ganaron la guerra con el apoyo encubierto de Rusia.
Le tocó el turno a los desarraigados de Inguchia. El Parlamento ruso adoptó hace pocos años una ley sobre 'los pueblos reprimidos', con la promesa de compensaciones territoriales. Creyendo que contaban con el apoyo de Moscú, los inguches intentaron volver a sus tierras de Prigodni, hoy ubicada en Osetia del Norte, a fines de 1992, con el apoyo de sus aliados los chechenos, pero los rusos apoyaron a Osetia y se produjo una brutal represión.
Como resultado de todo ello surgió la Confederación de los Pueblos del Cáucaso -CPC-, compuesta por 16 pueblos con sede en Sujumi. La CPC comienza a ser una autoridad en la región, opuesta a Rusia e incluso con más fuerza. Sus fuerzas armadas ayudaron a los abjasios en su guerra contra Georgia y hoy son voluntarios para combatir en Chechenia contra Rusia. Su objetivo es la creación de un Estado federal en territorios que hoy pertenecen a Rusia y Georgia. "Queremos construír una casa para los pueblos del Cáucaso, eliminando las fronteras internas", dice el presidente del Parlamento, Yuri Chanibov.
Entre tanto, Estados Unidos y Europa han mostrado voluntad para frenar las pretensiones rusas en los países que antes pertenecían a la URSS y al Pacto de Varsovia. Pero en la cuestión de Chechenia, París, Washington y Londres se han lavado las manos con el argumento de que este es sólo un problema ruso. Esa política revela la supervivencia de la tesis de las esferas de influencia, si bien ahora a Rusia se le permite una más pequeña. No de otra forma se entiende que Occidente tenga tanta prisa en reconocer las grotescas 'fronteras administrativas' inventadas desde épocas de Stalin.
También queda claro que Occidente nunca tuvo la menor idea de qué hacer cuando se ganara la guerra fría. Porque, al fin y al cabo, una de las premisas de la lucha anticomunista era 'liberar' a los pueblos oprimidos y devolverles su autodeterminación.
Pero ese es un concepto que se ha vuelto peligroso. La mitad de los territorios de la 'federación' rusa quieren su independencia. Y en Europa hay 35 entidades étnicas o nacionales que quieren su soberanía. De ahí que sea mucho más seguro apresurarse, como hizo el presidente estadounidense Bill Clinton, a declarar que la guerra de independencia de Chechenia "es un asunto interno". Pero eso es tratar de tapar el sol con las manos. La verdad es que, al ganar la guerra fría, Occidente destapó la Caja de Pandora, y ya no sabe qué hacer para cerrarla.