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El colombiano que estuvo 15 horas bajo los escombros en Haití

Un año después de la tragedia, Semana.com recuerda el dramático testimonio del experto electoral de la ONU Hermes Peñaloza, un colombiano que pasó 15 horas atrapado oyendo los lamentos de sus compañeros moribundos.

12 de enero de 2011

"En el momento del terremoto me encontraba en mi oficina de la asistencia electoral de la ONU, donde tenía una reunión con dos oficiales jordanos. Uno de ellos murió, el otro fue rescatado, pienso que vivo, no lo sé. Esa sede colapsó. Mi primer intento fue salir, pero las ondas me tiraron por el piso. Entonces me metí debajo de una mesa. Todo estaba oscuro, pero pude palpar que había un espacio alrededor mío, luego vi una pequeña luz, era una de las UPS (Fuente de energía interrumpida para aparatos eléctricos), la acerqué, y eso iluminó el espacio donde estaba. Pude evaluar mi situación y me sorprendí, pues había tres escritorios de metal sosteniendo la placa de concreto del segundo piso. También había un archivador y una fotocopiadora, en total eran como cinco pilares que sostenían la placa. La luz duró como cuatro horas, luego se extinguió.
 
Estaba solo, en un espacio como de metro y medio, pero oía a los dos jordanos, a dos africanos y los gemidos del jefe de la sección. Los dos africanos, que estaban a la orilla de la placa, lograron salir; les dije que no me olvidaran, que buscaran ayuda. El terremoto fue casi a las 5 y la lucecita se extinguió como a las 9:30, ahí quedé totalmente a oscuras. Estuve todo el tiempo haciendo ruido, gritando, pero nadie me oía. Escuchaba que me llamaban, respondía, pero no me oían. Por un tiempo enorme todos se fueron, dejaron de taladrar, apagaron el generador que escuchaba. Busque razones lógicas. Siempre he sido capaz de mantener la cabeza fría. Pensé que no tenían más combustible, que cambiaban el turno de los rescatistas, que mejor esperaban que amaneciera. Que, en todo caso, la ayuda llegaría, con perros que ubican personas. No me dejé desconsolar.

Era oscuro, calculo que eran más de las 3 de la mañana. En un momento pensé que mejor me dejaba dormir.... como había tantas replicas, pensé que era mejor que la muerte me cogiera dormido. Es que la agonía de uno de los jordanos fue terrible, aunque se expresaba en árabe. En inglés solo decía ‘we are done’ (esto está hecho). Luego le entendí mejor, y era en realidad 'we are dying' (estamos muriendo).También oí la agonía, corta, de Nivah, colega de Kenya. Ella murió como a los 20 minutos. El jordano pedía oxigeno, agua, en un momento dijo en inglés 'heart attack, heart attack' (ataque cardíaco), pero siguió gritando un buen rato. Los rescatistas lograron pasarle agua. Él les reclamó mucho, les decía en inglés que no lo ignoraran, que estaba solo, pero que él era como 80 millones de personas, refiriendose a que representaba un país. Yo lo entendí: los rescatistas concentran sus esfuerzos donde hay más personas.

A mí nunca me faltó aire, pero me dio pánico cuando usaron una cortadora de concreto. El humo del motorcito que tienen esas maquinas llegó a donde yo estaba y me dio mucho susto. Después se les apagó el motor. Había una cachucha, pensé que la podía usar como 'filtro', me la puse sobre la nariz, pero no volvieron a usar esa cortadora. Les grité que el humo me podía matar, no sé si me oyeron. Después se fueron todos y no oía nada. De pronto oí pasos, grité mucho, golpeé las mesas de metal. Alguien me oyó, me dijo que habían pedido equipo pesado para ayudarme, que me calmara. Demoraron mucho en llegar y sólo trajeron picas y taladro. Todavía era de noche. Esperé hasta cuando los escuché rompiendo el concreto, pero no había podido orientarme, oía los golpes por todos lados. Me dejé vencer por el cansancio. Mi alegría fue cuando abrí los ojos y, ¡qué sorpresa!, vi un rayo de luz.

Amaneció, pero además pensé que podía estar cerca de la salida. Mi temor era que se me acabara el aire, pero repasaba historias de terremotos como el de México y recordaba que encontraban sobrevivientes después de muchos días. Si había luz, dije, hay aire. Lo mejor fue que Josie, la asistente de la sección electoral, me habló. Su escritorio estaba justo a la orilla de la placa. Ella logró salir súper rápido, sola, fue la única persona de mi oficina que estuvo toda la noche esperando que me sacaran, lo cual fue importante porque le dijo al segundo grupo de rescatistas brasileños más o menos dónde estaba. En ese caos no es fácil dar indicaciones, además del problema de los idiomas, pero yo logré que Josie entendiera que yo estaba debajo del escritorio de Rolande, una colega africana. Antes de la medianoche dejé de oír al jordano, luego me enteré de que lo sacaron. El otro jordano sí murió, la placa le cercenó las dos piernas. Pienso que el que gritaba fue el que sobrevivió.

Cuando finalmente llegaron hasta mí me asusté, porque cuando perforaron la placa, cayeron justo sobre una de las mesas que la sostenía y les dije 'stop, stop' (paren, paren). Si destruyen esa mesa, se me cae todo encima. Finalmente me oyeron y me pidieron que me calmara. Les pedí entonces que perforaran otro hueco, medio metro a la izquierda de ellos, pero no me hicieron caso, me dijeron que mejor ampliaban el primer hueco, que por ahí podía salir. El soldado brasileño me dijo que la placa estaba asegurada. Me puse bocarriba y comencé a contar los golpes que daban con la pica. Contaba y contaba. Pensaba: '18 golpes más cerca, ahora hay menos peso, la placa no cede'.

El problema era que no podía llegar hasta el hueco, no cabía por el espacio. Usaron una palanca para levantar el escritorio. Me lastimé algo, pero pasé por debajo. El soldado me tiró hacía arriba y me encontré con aplausos, muchos aplausos, del personal de rescate.
Busqué ver el hotel Christopher, sede principal de la Minustah (la misión de la ONU en Haití). Toda la noche había orado por los amigos que estaban allá. Yo estaba en la Ville Privee, al lado. Pero el Christopher ya no estaba. Se cayó. Eran las 8:30 de la mañana. La calma que había tenido durante la noche se me esfumó. Sólo lloraba".