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EL CONGRESISTA GAY

Sórdido escándalo homosexual en el Congreso de Estados Unidos.

23 de octubre de 1989

Aunque los escándalos sexuales abundan en estos días, sobre todo en Estados Unidos, el de cóngresista estrella de la Cámara de Representantes podría romper todo los récords. Se trata de Barney Frank considerado uno de los representante a la Cámara más idóneos de la corporación, ídolo de los sectores liberales del país y, por lo menos hasta ahora invencible en su circunscripción de estado de Massachusetts.

Sin embargo, no se trata solamente de que el representante demócrata Barney Frank, del estado de Massachusetts, sea homosexual. Al fin al cabo Frank de 49 años, ha declarado públicamente su condición, si que ello le haya quitado el respaldo de sus electores ni provocado una investigación sobre su ética. El asunto que ha llevado a Frank a la picota pública es una espiral de acontecimiento que, en conjunto, resulta hasta pintoresca.

Todo comenzó cuando hace algunos años el representante Frank conoció a Steven Gobie, un homosexual que trabajaba como "prostituto" en Washington. Todo parece indicar que los encantos personales del hombre de la calle atraparon al hombre público, y una cosa llevó a la otra. Lo que comenzó siendo una relación pagada (US$80, según Gobie), se convirtió en un romance en forma. Según ha declarado el propio Frank, el congresista usó su dinero personal para contratar a Gobie entre 1985 y 1987 como su "ayuda de cámara", para que le sirviera como mensajero, chofer y caballero de compañía. En sus propias palabras, lo que quería Frank era sacar a Gobie de su sórdido ambiente, a la manera de lo que hizo Rex Harrison con Audrey Hepburn en My fair Lady.

Como era de esperarse, la relación de patrono y empleado condujo, en tan extrañas circunstancias, a que Frank llevara a Gobie a vivir en su propio apartamento de la ciudad capital. Pero lo que no sabia, o afirma no saber Frank, era que su buen amigo y protegido había convertido su propio apartamento, situado en Capitol Hill, un exclusivo barrio de Washington, en un burdel de homosexuales.

Si Frank sabía o no que su domicilio se había convertido en una sucursal de Sodoma, es algo que aún está por demostrarse. En cualquier caso, parece que los carros de los numerosos clientes de Gobie comenzaron a congestionar demasiado las aceras adyacentes al edificio, y finalmente se ganaron una multa por no pagar el valor marcado por los parquímetros. Frank, para no perder oportunidad de demostrar su buena voluntad hacia Gobie, intrigó para que esas multas fueran levantadas, lo cual ha sido la mayor fuente de escándalo.

Todas esas revelaciones fueron hechas por Gobie al periódico Washington Times que puso todo el asunto al descubierto hace unos días. La comunidad gay y de los sectores de avanzada, que habían admirado la decisión de Frank de declararse homosexual en el pasado, lo volvieron a respaldar alegando que se le perseguía por sus preferencias sexuales. Pero los comentaristas más serios, algunos de los cuales lo habían apoyado inicialmente, pronto le quitaron su respaldo. ¿Qué hubiera pasado --se preguntaban-- si el escándalo hubiera sido provocado por un congresista heterosexual que hubiera conocido a una prostituta, se hubiera acostado con ella por plata, la hubiera llevado a su casa a vivir y, luego de que ella le montara una casa de citas en su domicilio, hubiera intrigado para que las multas de sus clientes fueran perdonadas?