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EL CORREO DEL ZAR

Por primera vez un canciller soviético atraviesa el ecuador para visitar a América Latina, ante la preocupación de Estados Unidos

2 de noviembre de 1987

Latinoamérica ha escuchado ya bastante sobre glasnost y perestroika, pero sólo hasta la semana pasada recibió un curso sobre el tema, cuando Edvard Shevardnadze, ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, comenzó una gira de diez días por la región. En la que constituye la visita más importante de un funcionario de la URSS, desde que Leonid Brezhnev estuviera en Cuba en 1975, el carismático ministro georgiano dejó en claro que el Kremlin no ha perdido de vista esta parte del continente.
Todo comenzó el 27 de septiembre pasado cuando Shevardnadze se bajó de su jet de Aeroflot en Brasil, siendo recibido poco después por el mandatario local, José Sarney. Sin llegar a tocar ningún tema espinoso que molestara a su conservador anfitrión, el diplomático fue lo suficientemente efectivo para lograr que una visita de cortesía dejara bien paradas las relaciones entre ambos países. En un comunicado conjunto publicado el miércoles pasado y que lleva la firma de Shevardnadze y el canciller brasileño, Abreu Sodré, ambos países renovaron su oposición a la "militarización del espacio" y sostuvieron que la deuda externa no se resolverá hasta tanto no exista un sistema de precios justos para las materias primas y un nuevo orden económico internacional.
Sin embargo aparte de los comunicados oficiales el viaje de Shevardnadze señaló un cambio definitivo en la actitud de Moscú hacia la región. En opinión de los observadores, el Kremlin está tratando de mejorar sus relaciones con países que pueden jugar un papel importante en el concierto mundial.
Al igual que en Europa Occidental donde Gorbachev ha visto las ventajas de dialogar con cada país, en este caso se considera que la URSS tiene mucho que ganar si fortalece sus vínculos con ciertas capitales.
Por el momento, la mejor manera de hacerlo es hablando de negocios. En Brasil, por ejemplo, la mayoría del tiempo de la visita se empleó en mirar las posibilidades de cooperación económica. A pesar de sus problemas internos, el país suramericano es una potencia económica que puede venderle a Moscú ciertos bienes manufacturados --como computadores-- que no son fáciles de conseguir en Occidente.
La agenda en Argentina, también se dedicó a hablar de dinero. En este caso, el funcionario soviético tuvo que apaciguar el descontento de los australes por las menores compras de trigo por parte de la nación comunista.
Por último en Uruguay las conversaciones --que acaban esta semana-- se dedicaron a un probable trato de cooperación pesquera y a los derechos de aterrizaje para Aeroflot, cuyo único puerto por el momento es Lima. Si desea incrementar su actividad comercial con la región, para la URSS es definitivo que su aerolínea se pueda posar en otro punto del continente.
Curiosamente, el viaje de Shevardnadze tuvo lugar en la misma semana en la que el vicepresidente norteamericano George Bush estuvo en Polonia cortejando tanto a Lech Walesa, el ex líder de solidaridad, como al general Jaruzelzki, hombre fuerte del país. La "invasión" hecha por cada superpotencia de los predios de la otra, refleja que tanto Washington como Moscú intentan mantener o aumentar su ventaja en el ajedrez mundial, utilizando los peones.
Claro que por el momento la ventaja parece ser para el canciller ruso. Su prudencia en su paso por Latinoamérica puede ser tan sólo el abrebocas de nuevos intentos de acercamiento por parte de la URSS. Semejante impresión sería confirmada por la invitación extendida a José Sarney para que visite a Mikhail Gorbachev en Moscú el próximo mes de mayo. Si a ese viaje sigue --como se rumora-- uno del líder soviético a Brasilia a finales de 1988, el hecho va a ser lo suficientemente significativo como para producirle dolores de cabeza al Departamento de Estado norteamericano y convencer a muchos de que en el Kremlin algo muy curioso está sucediendo.--