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Fernando Lugo promete gobernar para los más pobres. El presidente Nicanor Duarte pretende aprobar una reforma que permita la reelección

PARAGUAY

El cura candidato

Fernando Lugo, un ex obispo, podría ser el próximo miembro del club de Presidentes de izquierda en América Latina.

17 de febrero de 2007

Un sacerdote que renun-ció a los votos clericales se perfila como el político del momento en Paraguay. Su eventual victoria en las elecciones del año próximo le pondría fin a una hegemonía de seis décadas del Partido Colorado, incluida una dictadura militar que se mantuvo en el poder por 35 años. Y convertiría su país en un nuevo miembro del club de gobiernos de izquierda que abarca a buena parte del subcontinente.

La mayor parte la vida de Fernando Lugo, de 57 años, transcurrió durante los años en el poder del general Alfredo Stroessner, que con mano dura gobernó el país entre 1954 y 1989. Durante la adolescencia, sus padres lo exhortaron a que no se involucrara en política, pues no querían que corriera la misma suerte de sus hermanos mayores, que terminaron en el exilio. Por eso se decidió por la carrera clerical, en la que ascendió rápidamente. Después de 11 años como obispo del departamento de San Pedro tomó la decisión de lanzarse al ruedo político. Como dijo a SEMANA Alberto Grillon, cercano asesor de Lugo, "su presencia resultaba ya antipática para los terratenientes, porque apoyaba las iniciativas de reforma agraria".

El carisma con el que se ha ganado la adoración de multitudes se evidenció cuando, en marzo de 2006, organizó una protesta contra la corrupción que congregó más de 50.000 personas y paralizó el centro de Asunción. Desde entonces, los partidos de oposición ven en la imagen de este sacerdote la oportunidad para unirse en torno a un mismo candidato y alcanzar el logro histórico de derrocar a los Colorados.

Y como en Latinoamérica hablar de reformas sociales equivale a ser tachado de chavista, sus detractores lo tildan de ser la nueva ficha de la Revolución Bolivariana, auspiciada por Hugo Chávez, el presidente venezolano, con sus petrodólares. Lugo responde a esas insinuaciones con risas, y declara, en tono pausado, que evita aparecer como alineado en ese clan. Argumenta que no conoce al presidente Chávez y que no pretende inscribirse en un modelo, mientras defiende la importancia de conjugar una economía mixta en la que lo estatal y lo privado se complementen.

Paraguay es un país de seis millones de habitantes que, como su vecino Bolivia, enfrenta las dificultades que implica no tener una salida al mar. Su economía, escasa en cuanto a recursos minerales, se basa principalmente en la agricultura. La extraordinaria riqueza energética que representaría la producción hidroeléctrica no ha contado con los recursos suficientes para ser explotada. Siendo escasa también la presencia de grandes multinacionales, sus estructuras de poder se mueven entre la autoridad estatal y la potestad del poder regional de los gamonales. Este país empobrecido es víctima de la corrupción de la clase dirigente y de las mafias que han logrado posicionarlo como escala del narcotráfico.

La controversia que ha acompañado el proceso que llevó a Lugo a renunciar a la Iglesia ha contribuido a que se convierta en una celebridad. La institución desaprueba su comportamiento y le recuerda que su investidura le prohíbe participar en política. Y mientras para nadie es un secreto que el presidente Nicanor Duarte pretende promover una reforma constitucional que permita la reelección, algunas encuestas ponen de manifiesto que son pocas sus posibilidades, pues Lugo ocupa un cómodo primer lugar en las simpatías electorales. El ex obispo, que por ahora insiste en que no está recibiendo ningún patrocinio internacional, se limita a repetir que piensa gobernar para los más pobres porque, como dijo Lugo en una entrevista con El País, de Madrid, "el hambre no tiene ideologías".